Mientras la gente votaba el domingo, desde la Junta electoral de Las Palmas llamaron a Podemos para advertirles que en las últimas horas hasta quince candidatos en las listas regionales habían presentado su baja de las listas. El terremoto se produjo cuando apenas faltaban unas horas para poder subsanarlas con nuevas incorporaciones, y la tarde noche del domingo, mientras otros partidos seguían los resultados, en la sede de Podemos se la pasaron cazando al lazo sustitutos para que las listas pudieran presentarse. ¿Qué había ocurrido? Podría decirse que fue una maniobra salvaje para inhabilitar las candidaturas afectadas e impedir la elección de Noemí Santana. Todos los dimisionarios actuaron coordinadamente y, al pasar recuento, resultó fácil identificarlos como personas del entorno político de Meri Pita, candidata de Podemos al Congreso de los Diputados.

Y fue, al parecer, la propia Pita la que ordenó a los candidatos de su cuerda que renunciaran a seguir en las planchas. En las semanas previas, durante la elaboración de las candidaturas al Congreso, Pita había soportado ser desplazada del número uno por la magistrada Victoria Rosell, la mejor apuesta de Podemos. A pesar de que la decisión de volver a colocar a Rosell encabezando la lista contaba con el apoyo decidido de la dirección nacional, Pita atribuyó su bajada al número dos a los movimientos de Noemí Santana, antigua protegida suya, a la que se enfrentó en junio de 2017 por el control de Podemos. En esa fecha, Santana se convirtió en secretaria general de Podemos sustituyendo a Pita, tras ganar por algo menos de 250 votos a Concha Monzón, la candidata de Pita. La presentación de hasta cuatro candidaturas fraccionó el voto y permitió a Santana -con algo más de un tercio de los apoyos-, hacerse con la secretaría general. Desde entonces, el enfrentamiento entre ambas no ha hecho sino crecer, y cristalizó en la operación para bloquear la candidatura de Santana, que Pita habría pergeñado como respuesta a su certeza de que no revalidaría su acta en el Congreso. En efecto, los sondeos no daban el segundo diputado en Las Palmas. De hecho, de los 108.000 votos que el partido de Pablo Iglesias perdió el domingo, 32.000 se evaporaron en Canarias. Un pésimo resultado, no evidenciado gracias a que Podemos volvió a sacar sus tres diputados. Esta vez, la división de la derecha y de los nacionalistas, y la Ley d'Hont les favoreció a ellos, y Pita logró colocarse de nuevo. Su escaño quedó confirmado la noche del domingo, mientras Santana continuaba buscando amigos, colegas y parientes con los que coser el desgarrón en su lista. Ahora se ha decidido abrir expediente a los quince dimisionarios, un expediente que tendrá que validar la Comisión de Garantías de Madrid. Y la guerra sigue en Podemos. No es el primer episodio de un conflicto entre bandos jalonado por denuncias de acarreo de votos, falsificaciones y calumnias cruzadas. Pero ha sido -sin duda- el episodio más salvaje.