Los candidatos van llegando. La atmósfera de expectación se hace notar. Algunos lo hacen en coches privados y otros en guagua. Todo estaba preparado para el verdadero debate, un envite donde los cuatro representantes ciudadanos debían proponer y defender lo que los políticos no supieron hacer durante años y años de gestión. Era lo que hacía falta. Los equipos de campaña de cada candidato llevan semanas preparando cada detalle, y muy poco se deja al azar. Por la puerta de la plaza pública, lugar elegido para el debate de verdad, entra el primero de los candidatos. Rosauro, empresario, 60 años, retornado caribeño y con "ganas de poner a trabajar a toda la manada de gandules que viven de las ayudas del Gobierno; y por cierto, que los rojos se duchen más, coño". Sigue creyendo que la jerarquía natural y el esfuerzo hacen imposible la igualdad. Se baja del coche donde lo espera Santiago Abascal para acompañarlo hacia los atriles del ruedo y plancharle el polo con la bandera de España. Muchos vítores de sus acólitos y caras sonrientes. Mientras Pedro Sánchez y Rivera pasan la mopa y venden papas y pipas al respetable, le toca el turno al candidato número dos: Alberto, licenciado en derecho, 35 años y máster en Administración y Finanzas por la Universidad Europea de pinta y colorea. Un abrazo de Pablo Casado y un lema innegociable: "Aunque no los veas, tú dirígete a los batasunos, independentistas, proetarras, chavistas, castristas, homeópatas, videntes, mochilo, espinete?". Su mensaje es claro y directo: "Cuantos más vecinos nos apoyen, más apoyo vamos a tener de los vecinos, porque son los vecinos los que nos van a prestar un apoyo que solo lo puedan dar esos vecinos". En taxi llega Joaquín, 50 años y afiliado al PSOE cuando sus estatutos reflejaban que era un partido de izquierdas. Contable y presidente de la asociación de vecinos de su barrio, asegura que llega al debate con la intención de "presentarse como el único capaz de acabar con el nepotismo y la cantera que suponen las asociaciones de este tipo para la política clientelar; no es no al caciquismo". Acorey llega a ritmo de chácaras y tambores, abriendo el paso cual experto en el salto del pastor. 29 años, licenciado en Historia y fiel defensor de la canariedad. Sus compañeros lo reciben al son del silbo gomero. Su lema es más que claro, y para eso lo ha ensayado con sus jefes de campaña: "Somos la única voz en el barrio, la que verdaderamente lucha por los derechos de los canarios; no nos acostamos sin antes comernos un platito de potaje y dar las buenas noche como corresponde". La 102 llega con retraso tras más de tres horas de cola en la TF-5, porque está guapo hablar de lo bueno que es el transporte público desde la comodidad del Audi. Pablo Iglesias no pudo asistir al encontrarse limpiando la piscina olímpica de su choza, por lo que envió un mensaje al candidato Martín, al del pueblo llano: "Tú puedes compañero, la burguesía aliena a la clase trabajadora, pero aguanta que podemos, que sí se puede llegar a ser tan guapo, simpático, comunista y excelente profesor como yo". Ya estaba prácticamente todo listo para empezar la batalla de las ideas y conocer quién saldría vencedor de un debate que copaba bancos, balcones y sillas con las banderas de sus candidatos. "¡Por fin los verdaderos representantes del pueblo, incorruptibles y honestos!", llamaban a su paso cual habitantes de Villar del Río en Bienvenido Míster Marshall. Las ventas y colmados esperaban no ver mermados sus ingresos por las consecuencias de las propuestas de los candidatos, ya que todos saben que los mercados suben o se desploman según las intenciones de confianza. Paquita y María ya estaban prestas para detectar las fakes news apuntando los mensajes de los protagonistas en las cartillas; nada se escapaba a la improvisación. En Canarias somos expertos en comernos noticias falsas. Inducir a error, manipular decisiones personales, desprestigiar o enaltecer a alguien o incluso servir como mecanismo para conseguir algún rédito, ¿les suena de algo? La cadena pública emitía en diferido el debate, porque ponían una peli del oeste que no podía salir de la parrilla y coincidía en horario. El moderador, un hombre imparcial y objetivo como M.Z., daba inicio al debate pidiendo moderación y educación, y si se puede, el indulto para él, que tampoco fue para tanto. Cuatro bloques divididos en Sanidad, Servicios Sociales, Educación, Economía y si había tiempo, se podría soslayar el tema de la corrupción, pero no era tan importante. Continuará?

@luisfeblesc