Coja usted una goma elástica con la dos manos y empiece a estirarla. Conforme vaya haciéndolo la resistencia será mayor. Pero si es usted razonablemente fuerte -o la goma es débil- seguirá estirando hasta que, en un momento dado, el material no aguantará más y se romperá. La imagen puede servir para explicar gráficamente lo que ocurrió con la gran crisis económica del 2008. El mercado de los créditos hipotecarios y sus diabólicos derivados llegó a tal nivel de tensión que los mercados -los prestamistas- dejaron de creer en que fuera posible cobrar y se lanzaron en una oleada de pánico a venderlos a la baja para recuperar algo sobre lo que iba a ser nada.

Los expertos predicen hoy que vamos camino a un nuevo batacazo. Esta vez basado en otra goma distinta que se está estirando de una manera increíble. Las deudas públicas de algunos países empiezan a llegar al nivel de suicidio. España debe ya más de todo lo que produce todo el país en un año, más de un billón doscientos mil millones. Y no es el único país europeo: Italia debe el 138% de su PIB. El gasto público en nuestro país está muy por encima de lo que se recauda y cada año tenemos que acudir a los mercados para pedir dinero prestado -miles de millones- para sostener nuestro falso nivel de vida. Cada año pagamos 30.000 millones en intereses por esa deuda creciente. Y la deuda sigue aumentando. Hasta ahora nos tapa el trasero el Banco Central Europeo que sigue inyectando dinero y manteniendo los tipos de interés. Pero en el momento en que empiece el pánico y los acreedores dejen de creer que podamos pagar lo que debemos, los intereses empezarán a subir. Y como le pasó a miles de familias, la hipoteca se volverá insoportable.

El horizonte es especialmente negro para Canarias. En estos años hemos vivido un reventón del mercado turístico, que es nuestra principal actividad. El 87% de los trabajadores de las Islas están en el sector servicios. Pero seguimos teniendo un paro de 237.000 personas, el 21% de los activos, a pesar de lo que seguimos contratando mano de obra extranjera: tanta como 130.000 personas el pasado año. ¿Incomprensible, verdad? Ahora, encima, estamos viviendo el final de la burbuja turística. Cientos de miles de turistas prestados volverán a otros mercados competidores del Mediterráneo. La libra se ha hundido frente al euro y los británicos estarán más proclives a buscar destinos donde su moneda sea más fuerte. El empleo en el sector de éxito volverá a bajar, inexorablemente.

Si finalmente se produce un fin de ciclo de la expansión de la deuda país -si la goma llega al límite- a España solo le quedará una receta: aumentar impuestos y bajar gastos. Un ciclo de enfriamiento económico que generará más paro y recesión. Será malo para todo el país. Y un tiro en la cabeza para quienes, como nosotros, hemos sido incapaces de aprender a vivir de nuestros propios recursos.