¿Dos debates? Lo voy a decir. No es cierto que la política tenga que ser cada vez más televisiva, como repiten los organizadores de debates en TVE o Atresmedia con la insistencia de los vendedores de crecepelos milagrosos. No es verdad que un debate político en televisión en el que candidatos que nos explican con acritud por qué no tienen que gobernar los demás sea tan decisivo como el descubrimiento del mapa del tesoro en una novela de piratas. Es falso que la imagen es el mensaje como es falso que la alternativa a no gastar tanto dinero en la reconstrucción de la catedral de Notre Dame sea el fin del hambre en el mundo. O a lo mejor sí es cierto, sí es verdad y no es falso. Pero hay otros mundos, y no están en la televisión.

Propongo esta idea para un debate electoral verdaderamente decisivo. La cadena que organiza el debate debe comprometerse a no invitar a ningún político, no preparar un plató con muchas cámaras y atriles chulísimos, no concentrarse en repartir los tiempos con un sistema que parece inspirado por Sheldon Cooper y no tratar de convertir la política en un subproducto de la Liga de Campeones. No hay que hacer nada. Sin imágenes. Sin ruido. Así, los ciudadanos dispondremos de dos horas para leer los programas electorales de los partidos que previamente, y de forma gratuita, el Estado habría distribuido entre los ciudadanos. La lectura a fondo y en silencio, dice Carlos García Gual en La luz de los lejanos faros, es difícil en un mundo desgañitado por el ruido y abrumado por una inmensa e indigerible masa de informaciones urgentes, angustiosas, vocingleras y triviales. Pero la lectura a fondo y en silencio de los programas de los partidos políticos, sin resúmenes, sin aplicaciones que nos ofrecen ya masticadas las diferencias entre unos y otros, sin esfuerzos para infantilizar las propuestas políticas como quien se saca de la manga una versión de la Odisea para niños, es tan imprescindible como el estudio de la historia universal en el Bachillerato. La política, como la filología para Nietzsche, es un arte que pide a los ciudadanos que nos tomemos un tiempo en silencio. De acuerdo, el debate y el diálogo son imprescindibles, pero también lo es leer despacio, con intención penetrante, a puertas abiertas y con ojos y dedos delicados.

Propongo un tercer debate en silencio. Después, hablamos.

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