Silvio Rodríguez le compuso hace ya un gran número de años una canción a lo incierto del destino: Causas y azares. Es una de sus letras más sencillas y trata de cómo, sin darnos cuenta, sin saberlo y sin pensarlo, el más afortunado hombre, en la plenitud de su vida, al asomarse a la ventana y ver un sol imponente; cuando enfrenta un día precioso, resulta que esa es la luz de su último día. Y es que las causas lo fueron cercando: cotidianas, invisibles, y el azar se le iba enredando, poderoso, invencible. En esta maravillosa historia, el cantautor de la nueva trova cubana nos deja entrever que hay alguien que lo ve todo desde arriba, mientras nosotros no vemos absolutamente nada. La canción, que pertenece al disco del mismo título la escuchaba de chico, una y otra vez debatiéndome en la idea de cuándo sería mi último día o si habría señales. Una vez, y ya crecido, esa labor se la dejé al azar.

Pero además, también ocurre lo contrario, cuando la persona que se siente la más desgraciada llega a sus cartones para dormir en una noche lluviosa y sin techo, puede pasarle cualquier dicha, como encontrar el verdadero amor de su vida. Y las causas, de igual manera, lo fueron cercando: cotidianas, invisibles, y el azar se le iba enredando, poderoso, invencible. Y es que, como canta Silvio, cuando acabe este escrito que hago, yo no sé, madre mía, si me espera la paz o el espanto, si el ahora o si el todavía. Y es esta, una de las canciones conocidas por pocos en estas latitudes, que cada vez que escucho, me invita a vivir cualquiera que sea mi estado de ánimo siempre pisando fuerte. Y es que las causas se me vienen cercando: cotidianas, invisibles€, y el azar se me viene enredando, poderoso e invencible.

@JC_Alberto