Entender la política española comienza a ser un trabajo ímprobo. Es cierto que aún no estamos al nivel de Ucrania, dónde un cómico barre en las elecciones a la Presidencia, pero a este paso todo se andará… ayer, el pobre espectáculo de un debate en el que a los debatientes les importa una higa lo que dijeran los otros, solo sirvió para demostrarnos de nuevo que los políticos no se escuchan ni se respetan. Fueron al debate a soltar sus rollos, sus argumentarios y sus maldades de filfa, manifestando una falsa educación de presidentes morenos de bote. Creo que dejaron claro que lo único que les importa es autoafirmarse en sus verdades construidas, y marear al personal con sus chorreos de datos pret a porter.

Pero con debate o sin debate, si algo dejan hoy claro todos los sondeos es que las próximas elecciones las va a ganar el Partido Socialista de Pedro Sánchez, probablemente con una gran diferencia sobre el resto de las fuerzas políticas. La caída de Podemos en la incoherencia entre lo que se predica y lo que se hace, ha tenido muchísima más influencia de la que parece que Iglesias y su partido están dispuestos a admitir, y ha permitido al PSOE recuperar el espacio perdido frente a quienes prometían el cielo pero eligieron al final quedarse en tierra, bien contentos en su casoplón amurallado y con piscina.

El PSOE crece hasta acercarse al 30 por ciento del voto previsto, mientras la derecha y el centro derecha se divide en tres grupos a los que la Ley d’Hont pasará inevitablemente la cuchilla. Pero si los pronósticos de los sondeos se confirman el próximo domingo, para gobernar este país sólo va a haber dos opciones: o que el PSOE gobierne con Podemos y con los independentistas catalanes, supongo que asumiendo lo inasumible (autodeterminación, indultos, concesiones…) o que el PSOE gobierne con Ciudadanos. No hay otra: o repetir el modelo que ya provocó la caída de Sánchez o permitir que dos partidos moderados se pongan de acuerdo para sacar a este país del disparadero.

Lo dramático del asunto es que Ciudadanos anunció hace unas semanas que no gobernará ni con Pedro Sánchez ni con el PSOE, ocurra lo que ocurra. Al principio, creímos que se trataba de un recurso electoral, pero Albert Rivera ha insistido tanto, que parece que va en serio. Rivera está convencido de que los sondeos volverán a fallar, y nos explica que su objetivo es evitar que alguien capaz de prometer avances a los independentistas, capaz de indultar a sus líderes presos, pueda seguir en el Gobierno. Pero para evitar que siga Sánchez, al negarse a integrar un Gobierno moderado, Rivera coloca a Sánchez en la tesitura de pactar nuevamente con los indepes y con Podemos. ¿No es inexplicable? A mí me lo resulta.

Tanto como que en el debate de ayer no se dejara de hablar de Cataluña y no hubiera un solo político independentista explicándose. En este país los independentistas pueden violentar la ley. Pero no debatir sus posiciones en la televisión pública, delante de todos los españoles. Vaya debate... Esto no lo supera ni siquiera un cómico.

retiro lo escrito