El primer debate entre los cuatro jinetes del Apocalipsis fue lo previsible. Que si vienen los tres lobos de la derecha para soplar la casita de paja de la izquierda. Que si Sánchez es el perfecto socio de los golpistas catalanes... Una delicia ¿Y qué hay de lo nuestro? Hubo chispazos. Promesas de días de vino y rosas para los autónomos, los parados, las pensiones... Hubo latigazos para un lado y el otro. Nada especialmente nuevo.

En el debate no hubo presos de conciencia. No estaba Vox por razones legales que van contra un elemental sentido de la noticia. No estaban los nacionalistas, por inescrutables razones de matemática parlamentaria. Y tampoco los políticos presos-presos políticos independentistas catalanes. Esos dieron ruedas de prensa desde el talego, porque el perfil de su presunta inocencia pesa más que el de su presunta culpabilidad. Pero no pesa tanto como para dejarles ir a la tele. Ninguno de ellos estaba, pero flotaban por allí como el fantasma de las Navidades futuras del domingo que viene.

Como es obvio, de Canarias no se habló un carallo. El único territorio con derecho de pernada política es Cataluña, que para eso va a tener alrededor de veinte votos ultranacionalistas para seguir poniendo fuerza en el canut. Paz por pasta, que será la nueva estrategia de Oriol Junqueras, siguiendo los sabios consejos de sus colegas vascos.

Los Estados, cuando no se sostienen en la esperanza de un futuro juntos -eso que Ortega llamaba el sugestivo proyecto común de vida- se sostienen por la fuerza. No existen más pegamentos mágicos que la voluntad o la coacción. Y desconocer esa regla elemental demuestra una gran inocencia.

Los líderes de Barrio Sésamo se hicieron mutuamente responsables de todo, que es la mejor manera de no ser responsables de nada. Se agredieron con todos nuestros problemas, que han sido, por riguroso turno, incapaces de resolver. Y vinieron a demostrar, para quien no lo tuviera ya bastante claro, que España está dividida físicamente por una gran cordillera central y sociológicamente por un profundo tajo político. La solución a todos los problemas es, según dijeron, diálogo, diálogo y más diálogo. El diálogo que ellos mismos fueron incapaces de sostener los unos con los otros.

Las cuatro estrellas que ayer brillaron con desigual fortuna no llegaron a iluminarnos sobre las ausentes materias oscuras. El agujero negro de Vox se atisbaba en el decorado a la derecha de Casado. Y a la izquierda, el polvo cósmico de los mártires catalanes. Ellos son los que tendrán todas las posibles sartenes por el mango. Cuatro hábiles estetas del surrealismo nos contaron ayer su cuento de la lechera, pero con la leche esparcida por el suelo de un país lleno de rencores incurables.

A la vista de lo visto, España está como ese boxeador al que le están pegando una paliza brutal y que pregunta en su esquina: ¿Cómo va el combate? Y su preparador le contesta: "Si lo matas, empatas". Resumen del debate.

Y su preparador le contesta: "Si lo matas, empatas". Resumen del debate