La OCDE informa que la clase media de los países más desarrollados del mundo se ha debilitado, que ha pasado de representar su renta conjunta cuatro veces al conjunto de los más ricos hasta representar tan solo el triple.

Achaca esta situación a múltiples factores, entre los que resalta la disminución de los empleos estables y de calidad, lo cual ha empeorado sus perspectivas, así como la de las personas y servicios que dependen de su grado de consumo e inversión.

Tampoco debemos olvidar la devaluación interna que ha experimentado nuestro país, derivada de la crisis del 2007, para mejorar la competitividad externa basándose en menores salarios.

No se trata de garantizar, solamente, una renta mínima de subsistencia social, que depende de la recaudación fiscal y laboral, sino de crear empleo estable de calidad para conseguir un efecto positivo para el progreso conjunto de la sociedad.

Si a todo esto le acumulamos que la clase media en España envejece más rápido que el resto de la población, entraremos en un callejón sin salida, a menos que retomemos la inversión público-privada y la capacidad de gasto de esas familias con más poder adquisitivo.

No debemos soslayar el impacto significativo de la debilidad de clase media en la relación existente entre el crecimiento y el empleo, y más concretamente, en la disminución progresiva de la tasa de desempleo.

Como siempre, nos enfrentamos a la urgencia del éxito efímero a corto plazo, con la planificación ajustada a largo plazo, que permitiría garantizar los crecimientos acumulados en el sistema productivo, el empleo y la cohesión social.

*Vicepresidente del Consorcio de la Zona Especial Canaria