Para muchos peninsulares, los privilegios que disfrutan los canarios son insoportables. Consideran que somos unos mantenidos y que hemos desarrollado una habilidad especial para sobrevivir sin pegar golpe. Bueno, eso lo pensarán solo algunos, dirán ustedes. Y en efecto, son algunos. La inmensa mayoría, como los ministros, ni siquiera es consciente de que existimos.

Lo cierto es que el Estado dedica a los territorios extrapeninsulares una serie de compensaciones. Por ejemplo destina mil cuatrocientos millones cada año para que la energía de las Islas tenga el mismo precio de venta al público en el territorio continental. Y subvenciona el transporte de viajeros y mercancías entre Canarias y Baleares con la Península. También, de forma inexplicable, a los que viajan en primera clase.

Pero todo eso, siendo importante, no es extraordinario. España ha gastado paletadas de millones y subvenciones en la reconversión minera de Asturias y León o en subsidios agrarios en Andalucía. O ha tendido la segunda mayor red de alta velocidad en el planeta, después de la de China, para interconectar las grandes ciudades peninsulares. Vivir en la España continental ofrece una serie de oportunidades que no son comparables a las limitaciones estructurales de un territorio insular. Y si encima las Islas quedan donde el diablo perdió los cuernos, la cosa se complica.

El problema no es que estemos mantenidos, porque en realidad no somos el único territorio que sorbe de la pajita pública. La imagen negativa que tiene Canarias se basa más bien en que tenemos una fiscalidad diferente. Algunos incluso piensan que en realidad vivimos en una especie de Arcadia feliz, donde no se pagan impuestos.

Los canarios, ciudadanos del mundo, súbditos de internet y viajeros subvencionados, desconocen que el modelo de sociedad que habitan tiene sus orígenes en la conquista y la colonización del Archipiélago, en el siglo XVI. Y si no lo sabe la gente de aquí, ¿qué esperamos de los peninsulares? En Canarias tenemos unos impuestos al consumo más bajos que en el resto de España. Es cierto. Los tipos del IGIC son inferiores a los del IVA. Pero el diferencial fiscal con nuestros conciudadanos españoles se equilibra cuando le sumamos a los productos el sobreprecio de los costos del transporte.

La cesta de la compra en Canarias estaba situada, la última vez que miré el dato, entre las más altas de todo el Estado. El precio de vivir en un archipiélago como el nuestro está condicionado por los sobrecostos que se derivan de nuestra lejanía de los mercados. El Gobierno de Canarias ha actualizado los datos del viejo informe Tomillo, estableciendo que en la actualidad la economía canaria paga una factura extra de más de cinco mil doscientos millones cada año.

Me temo que el estudio no servirá de mucho. Los mitos son persistentes. El canario aplatanado y feliz que compra el tabaco muy barato, seguirá habitando en el imaginario godo. Tampoco se equivocan tanto. Nada es ya tan barato aquí, pero no se puede negar que existe cierta felicidad en la ignorancia.