Sostiene el presidente del Gobierno de España, don Pedro Sánchez, que los nacionalistas canarios mienten más que hablan cuando se meten con él. Que si no dijera con él tendría un pase. Pero lo que afirma es que no es cierto que no han venido los más de cuatrocientos millones que nos deben en Madrid por los convenios que no se han firmado. Que no nos han hecho la putadita fina de meternos quinientos millones en el superávit del año pasado -para dárselos a los bancos- del dinero de carreteras. Y que, en general, no se han pasado la Ley del REF y el Estatuto de Autonomía por el arco del triunfo. Y eso lo dice Sánchez el día antes de haber cedido al Gobierno del País Vasco la última gran autopista que tenía pendiente.

Al Gobierno de Canarias habría que darle hasta en el carné de identidad. Porque después de tantos años lo único que tiene de nacionalista es el nombre. No han creado una cultura de las Islas, no han educado a los jóvenes ciudadanos en el conocimiento de las peculiaridades de esta tierra, de nuestro acervo propio y nuestras tradiciones económicas y fiscales. Puestos a criticarle, te puedes aburrir. Pero no es el señor Sánchez el llamado a hacerlo.

El presidente de este Gobierno solo peninsular ha dado suficientes muestras de que Canarias le importa un rábano. No solo porque en los presupuestos haya incumplido con las Islas. Es que no ha sabido deslindar sus obligaciones institucionales de sus preferencias políticas. Se ha negado por activa y por pasiva a tener ningún tipo de reunión con el presidente canario y se pasó por donde la espalda pierde su honesto nombre un acto tan importante como la presentación oficial del Estatuto de Autonomía, para acudir a las veinticuatro horas a un acto de su partido.

Es posible que el Pisuerga pase por Valladolid. Y que el maltrato a Canarias le venga muy bien a Coalición como elemento de campaña electoral. Pero en todo caso, ¡no le des esa excusa, puñetas! Porque lo que no se puede pretender es pedirle al maltratado que encima no chille. El trato que se ha dado a Canarias, en el fondo y en las formas, es inaceptable. Los es desde que el ministro Ábalos metió la pata con lo de la subvención al transporte aéreo. Lo fue cuando se firmó un convenio de carreteras recortado. Lo siguió siendo cuando los ministerios se negaron a incluir en las partidas presupuestarias los convenios de empleo, los de pobreza o los de infraestructuras hidráulicas. Y lo ha seguido siendo cuando nos han hecho la pirula de meter quinientos millones, que nos deben y que tienen que pagar, en el ejercicio del año pasado, con el único objetivo de destinar el superávit a pagar deuda.