JJOO
El día que ganó la gente normal en los Juegos
Álvaro Martín, bronce en marcha poco antes de la plata de María Pérez, reivindica el triunfo de lo cotidiano en un día de metales completado por un piragüista (Pau Echaniz) y un boxeador (Enmanuel Reyes Pla).

Álvaro Martín y María Pérez, tras ganar sus medallas en París. / Europa Press

Gente normal. Que disfruta y sufre (¿la vida no es eso?). Que estudia, trabaja, y trata de apañarse lo mejor que puede con sus miserias, pero también con sus sueños. Siempre está bien tener alguno, aunque lo normal sea perder, no ganar. Que Álvaro Martín nos lo recordara de una manera sencilla tras conquistar el bronce en los 20km marcha ayuda a poner en valor a todos esos deportistas en quienes sólo se repara cuando se les obliga a ser los mejores. A triunfar. Y a veces, como ocurrió ayer, lo consiguen.
A María Pérez, plata olímpica también en la misma prueba, tan reivindicativa y luchadora que se había pasado las últimas semanas escuchando que la descalificarían, que no marchaba bien, le gusta recordar que cuando fue campeona del mundo pocos se enteraron. España acababa de ganar el Mundial femenino de fútbol y a Luis Rubiales le dio por propinar un beso no consentido a Jeni Hermoso. En París, esta vez sí, encontró en reconocimiento que los esfuerzos invisibles merecen.
Como el de Pau Echaniz, un estudiante de moda que salió de la nada mediática –en los Juegos de Tokio sólo estuvo reconociendo el circuito– para salir con la medalla de bronce colgando del cuello en el K1 de piragüismo eslalon. Tuvo, claro, una gran maestra en Maialen Chourraut, pareja de su padre y también entrenador, Xabier Echaniz. Su descenso en Vaires-sur-Marne pasa a formar parte de la historia del olimpismo español. Debía ser el peor de la final, y a punto estuvo de ser el mejor. El bronce, eso sí, le sentó a gloria.
Y qué decir de Enmanuel Reyes Pla, el boxeador que pasó las de Caín tras huir de Cuba y que, en París, se aseguró una medalla que él sueña con que sea de oro. Será una manera de homenajear a su abuela, por quien ha escrito frases de la Biblia –«ella es muy cristiana»– en sus botas blancas.
«Joder, si soy un tío normal, de carne y hueso. Con dos carreras universitarias sin ser un lumbreras. No me creo un superhéroe ni nada, y aun así, lo he conseguido», decía Álvaro Martín, emocionado. Bendito.
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