Olímpico con tres banderas

Javier Hernández encara sus quintos Juegos y asegura que serán los últimos

Trabaja para Montenegro, El Salvador y Santa Lucía

Javier Hernández, este viernes, junto a algunos de los regatistas con los que competirá en Marsella.

Javier Hernández, este viernes, junto a algunos de los regatistas con los que competirá en Marsella. / E. D.

Manoj Daswani

Manoj Daswani

París

«Me hacía ilusión ir a la ceremonia de apertura, pero por el tema de ir en barco y por la seguridad, a muy pocos entrenadores les han dado pase». La conversación con Javier Hernández Cebrián (Santa Cruz de Tenerife, 1983) se produce pocas horas después de que el más multitudinario desfile de banderas del deporte mundial se produjera sobre las aguas del Sena, ante la mirada de la Torre Eiffel y a escasos metros del imponente Arco del Triunfo, que por cierto luce los aros paralímpicos.

Soñaba Javier con reproducir imágenes como las de Pekín, donde su plátano hinchable rodó hasta llegar a las de Nadal, pero en todo caso lo que de verdad cuenta es que el chicharrero se convierte en leyenda olímpica en esta cita de París. Serán sus quintos Juegos. «Una burrada», dice el propio protagonista, que trabajará en la marina de Marsella para tres países diferentes: Santa Lucía, El Salvador y Montenegro.

Javier, junto a la Reina Sofía durante su etapa como regatista. | | E.D.

Javier, junto a la Reina Sofía durante su etapa como regatista. / E. D.

«Lo pienso y me parece una burrada. Fui regatista en Pekín y Londres; y ahora cumplo los terceros como entrenador. Cuando era más joven y algún técnico de la Federación me decía que iba por sus quintos o sextos, recuerdo mirarle con admiración y al mismo tiempo pensar que estaba loco. Pues mirame a mí ahora», sugiere el isleño, en quien los deportistas de su misma clase (Laser) confían para que les instruya y les enseñe el camino hacia las medallas que a él se le resistieron.

Hernández Cebrián, a los mandos de su embarcación. | | E.D.

Hernández Cebrián, a los mandos de su embarcación. / E. D.

«Compartiré la parte técnica con tres países. Con Dukic –el representante de Montenegro– empezamos a trabajar tras años Juegos Tokio y cada vez le veo más consistente, con opciones de coger premio. Tiene bastante experiencia y van a ser ya sus terceros Juegos», afirma.»Ya en el Mundial lo hizo muy bien; además, me ha contratado el regatista de El Salvador, con el que ya fui a los Juegos anteriores; y colaboro también con Santa Lucía. Estoy con mucha ilusión, con ganas de que empiece la competición», apunta Bull, como así le conocen.

«El objetivo que me propongo es disfrutar de la experiencia», afirma Javier, quien ofrece una confidencia y comparte con EL DÍA un anuncio muy íntimo, el de su retirada. «Pienso que tal vez serán los últimos porque ya no quiero viajar tanto y me propongo estar más con la familia de aquí en adelante. Así que con más motivo le pediré a mis regatistas que peleen cada ola. Con Montenegro especialmente iremos en el contexto de un equipo grande que les he planificado a su alrededor, con fisio, meteorólogo y con todo lo que necesitan para triunfar. Creo que van a hacerlo bien. A mí me gusta soñar, ¿por qué no pensar en un premio grande?», se pregunta en voz alta.

Junto a Rafa Nadal, en el desfile de Pekín 2008. | | E.D.

Junto a Rafa Nadal, en el desfile de Pekín 2008. / E. D.

A medida que la inauguración se acerca y la ciudad se tiñe del color de los aros, Javier rezuma entusiasmo por todos los poros de su piel. Y hasta se emociona. «Es difícil contestarte qué significan unos Juegos porque es demasiado grande. Es mucha pasión, mucho sentimiento, no te lo puedo describir con palabras... Ya te digo que supone mucho para mí que sean mis quintos Juegos y seguramente los últimos. Cada vez que llega julio, afloran los sentimientos y mi compromiso personal es el de hacerlo todo bien, ser serio, tomármelo todo con rigor y profesionalidad. Ahora como motivador y como entrenador, igual que antes como regatista. Es algo muy bonito y entiendo que muchos tendrán esta pasión en sus respectivos trabajos, pero de verdad que los Juegos para un deportista es lo más grande que podemos soñar», concluye.

Y ya a modo de acérrimo entusiasta y enamorado del olimpismo, confiesa que aprovechará algún hueco para ver alguna competición, tal vez los cuartos de fútbol, que la selección podría jugarlos en Marsella. «Pero desde que termine el campeonato de vela me iré con la familia, que es mi gran prioridad». Sus palabras suenan a ciclo a punto de cerrarse. Una trayectoria modélica, ejemplar y de amor a los Juegos Olímpicos.

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