La rotunda y hasta cierto punto inesperada irrupción de Lamont Marcell Jacobs ha sorprendido a propios y extraños en el mundo del atletismo. No solo por profanar una distancia, la del hectómetro, que parecía prohibida para los europeos, sino también porque su presentación en la más alta sociedad se ha producido casi en tiempo récord.

A sus 26 años (cumplirá 27 en septiembre), Jacobs apenas lleva un lustro centrado en los 100 metros lisos. Antes probó en diferentes deportes, en especial el baloncesto, y cuando conoció en el tartán -hace algo más de una década- rehuyó de la pista y prefirió primero probar con el salto de longitud. De hecho, su mejor marca -en pista cubierta- data del 4 de febrero de 2017, cuando se fue en Ancona (Italia) hasta 8,07. Justo dos años después, en el Meeting Villa de Madrid saltó 8,05.

Pero en ese momento Lamont ya se había enamorado de la recta de meta, sabedor de que podía explotar sus excelentes capacidades físicas en una de las pruebas estrellas del atletismo. Su metamorfosis no resultó sencilla, y aunque le ha costado centrarse en el hectómetro (este mismo año hizo marcas reseñables en los 60 metros), sus últimos dos meses y medio han sido una locura. Jacobs no había bajado nunca de los 10 segundos, pero desde el 13 de mayo ya lo ha hecho en cinco ocasiones, las tres más recientes en Tokio... y con apenas 24 horas de diferencia. La última de ellas con el premio de un oro olímpico.

Una eclosión casi sin precedentes y en la que mucho tienen que ver las concentraciones de Jacobs en Tenerife. Y es que el italiano ha sido fiel cada año al Sur de la Isla. Desde 2017, justo cuando decidió cambiar de chip y apostarlo todo por la prueba reina. Han sido cinco temporadas seguidas gastando clavos sobre la pista del Estadio Antonio Domínguez de Los Cristianos.

Visitas habituales en los meses de enero y febrero. La fecha ideal para preparar la temporada en pista cubierta. También para ejercitarse en una eterna primavera cuando más aprieta el frío en el Norte de Italia. Sus stages tinerfeños son, habitualmente, de varias semanas. Como si de un traslado a su segunda residencia se tratara. Con familia y celebración de fin de año incluidas. Y con paseos por Costa Adeje y entrenamientos en diversos gimnasios (como el de boxeo de Manuel Povedano) como complemento a su rutina diaria.

Su última visita data de este mismo enero, cuando se pasó 20 días en Los Cristianos acompañado, entre otros, de su compatriota Paolo Dal Molin (correrá en Tokio los 110 metros vallas) y su entrenador Paolo Camossi. El oro en los Juegos ratifica que su hoja de ruta ha sido la acertada. Por eso, mucho tendría que suceder para no volverlo a ver por estos lares dentro de unos meses.