Tamara Falcó e Íñigo Onieva tienen un curioso acuerdo para continuar en pareja. Tamara Falcó está viviendo un momento excepcional tanto en el apartado profesional como en el personal. Su documental en Netlix La Marquesa se ha estrenado recientemente con mucho éxito, al tiempo que mantiene su colaboración con El Hormiguero 3.0.

Es precisamente en La Marquesa donde la hija de Isabel Preysler enseña un poco más de su día a día, su vida más personal, y donde da a conocer a gente importante que le rodea. La docuserie tiene como trama principal descubrir si Falcó es capaz de montar ese restaurante en honor a su padre.

No obstante, también cobra mucha importancia la relación de pareja entre Tamara e Íñigo Onieva, su actual novio. Él es una figura en este nuevo proyecto televisivo de la aristócrata. En la docuserie se cuenta cómo se conoció la pareja y otros detalles relevantes como los rumores de infidelidad por parte de él o las sensaciones de Falcó tras ganar MasterChef Celebrity.

Todas las relaciones son pactos

Íñigo Onieva, en una de sus intervenciones en La Marquesa cuenta cuál es el pacto que mantienen Tamara y él para que su relación sea duradera. El empresario comienza explicando que con su novia ha alcanzado muchos acuerdos.

Una relación son pactos continuos. Un tikitaka”. Las negociaciones obligan en ocasiones a ceder a uno o a la otra. Onieva explicaba esto a los asistentes a una comida en la que participaban Isabel Preysler y Boris Izaguirre, entre otros.

El escritor venezolano insistía a Onieva: “¿Qué pacto tenéis?”. Ante esta pregunta, y con la presión de sus suegros y otros familiares de Tamara, confesaba que para ella es fundamental la religión y acudir a la iglesia. De este modo, Íñigo acompaña a Tamara a la iglesia los domingos, para asistir a misa; y a cambio, ella acude con su novio los viernes a la discoteca.

El propio empresario señalaba que no siempre se cumplía, pues hasta el momento él ha ido ocho veces a la iglesia y ella solo una o dos veces a la discoteca. Además, incidía en que en el templo se le caen los ojos. Mario Vargas Llosa, para intentar quitar hierro al asunto, sentenció con la siguiente frase: “Yo nunca he estado en una discoteca”.