Hay actores que tienen que vivir a la sombra del abrumador éxito de uno de sus personajes. A Jordi Sánchez (Barcelona, 1964) le ha pasado hasta dos veces: a nivel más local, con el Lopes de 'Plats bruts' y, sobre todo, con el intolerante Antonio Recio de 'La que se avecina'. Pero él nunca lo ha visto como una losa, sino como un premio, ya que el tirón de sus trabajos televisivos no le ha impedido seguir desarrollando su carrera como autor teatral. Y no hay más que ver el cariño que recibió de los fans durante su hospitalización por culpa del covid. Ahora protagoniza una nueva comedia de la plataforma Atresplayer Premium, 'Señor, dame paciencia', basada en la película homónima, en el papel de un banquero viudo y padre de cuatro hijos que, en el primer episodio, ve cómo su vida se va al traste. Se estrena este domingo 2 de enero.

Gregorio, su personaje, es un hombre chapado a la antigua, más de antes que los de antes, como dice su hijo en la serie. 

Es un señor reaccionario, superconservador, muy cerradito de miras, que tiene que salir de su círculo cómodo y enfrentarse al mundo, y ahí es donde está el conflicto servido.

Le suelen dar personajes llevados al extremo, casi paródicos. Gregorio también lo es por su manera anticuada de ver la vida. Pero luego son papeles con los que la gente empatiza. ¿Por qué cree que pasa? 

Este no es tan paródico como otros. ¿Por qué se empatiza con ellos? Porque estos personajes están por todas partes. Este tipo de gente existe, son reconocibles: la gente ve a su padre, a su vecino y al amigo con el que ya no se habla desde hace 10 años. Y esos son los buenos personajes, aquellos que se identifican con personas de la vida real.

¿Que le salga todo mal lo hace más cercano?

En este caso lo que hace que funcione el personaje y que a la gente le dé pena no es tanto que las cosas le salgan mal, sino el desubicamiento que tiene, esa estupefacción, ese no entender nada. Eso es lo que le hace reconocible. Además, hay veces que hace cosas que no le salen del todo mal.

¿Cree que Gregorio es un buen padre? Porque sus hijos no se pelean precisamente por llevárselo a casa. 

No lo es. Es un padre que quiere muchísimo a sus hijos, que los adora, pero que le sabe mal no habérselos llevado a su terreno y que le hayan salido tan diferentes a él. Un buen padre es, por ejemplo, quien entiende que su hijo es gay y no tiene ningún problema con ello. Y este señor es de los que va al sastre, le rozan el culo y creen que lo querían tocar.

En la película y en la serie brotan de manera cómica muchos de los conflictos que hay ahora en España: el matrimonio gay, la inmigración, los antisistema, el independentismo... ¿Cree que puede herir sensibilidades? 

No creo que hiera sensibilidades. Lo que se trata es de mostrar a un señor intolerante, intransigente, que se da cuenta de que no puede ser así y que hay que respetar a la gente que no es como tú. Esa es un poco la base de la sociedad de hoy en día y la que debería haber sido la base de todas las sociedades: entender que hay que convivir con la gente que es diferente a ti y que tú no tienes la verdad absoluta. Y eso es un poco lo que esta serie te está diciendo. Por eso este personaje cambia, aprende, madura... en la medida de lo posible, porque a esta gente tan obtusa le cuesta, y eso hace mucha gracia.

¿Ha sido extraño retomar el mismo personaje que hizo en la película? Porque usted es el único del elenco que repite: sus hijos y su mujer cambian de actores, e incluso tienen características diferentes a los del largometraje. 

No ha sido raro porque aquí hay un punto de inflexión del personaje que es el motor de la serie y que no está en la película: que es un señor que se queda sin trabajo, sin casa, con una mano delante y otra detrás, y se lo tienen que repartir entre los cuatro hijos. Por eso para mí es como hacer una cosa nueva a pesar de que sea el mismo personaje y parta de la misma realidad.

"Los buenos personajes son aquellos que se identifican con personas de la vida real"

Esta serie siempre quedará en su memoria porque el rodaje se tuvo que paralizar porque estuvo más de un mes ingresado por covid, en coma inducido. ¿Qué le ha quedado de esta dramática experiencia? 

A mí no me hacía falta que me pasara nada para darme cuenta de que ya me gustaba mi vida. Esto me ha caído de arriba y me lo he tenido que comer, pero no soy de los que dicen todo ese rollo de que uno se da cuenta de lo que tiene cuando lo pierde. ¿Qué he aprendido? Pues lo que ya sabía, que me encanta mi trabajo pero que hay que sacar tiempo para estar con la gente a la que quieres, a valorar lo que tienes, y eso ya lo hacía. He aprendido que te puedes morir de un día para otro. Te pones enfermo, te curas, tienes la suerte de que no te quede ninguna secuela y que puedes seguir trabajando y estando con la gente a la quieres... Pero aprender no sé si he aprendido. No le veo la escuela a todo esto. 

¿Le pesa que su éxito como actor tape su faceta de dramaturgo?

No, porque cuando sales por la tele eso pesa más que nada. Soy un actor que ha escrito siempre, desde hace 25 años, y he tenido suerte porque mis obras han podido verse. Escribo en Barcelona porque la persona que escribe conmigo vive ahí, y aprovecho mucho en el tren, en los contratos siempre compro tiempo para estas cosas y para estar en casa más rato... Pero lo tengo asumidísimo. En cuanto sales por la tele te conviertes en alguien popular y no puedes ser igual de famoso como autor.

¿Su trabajo en 'Señor, dame paciencia' le impide participar en la competencia haciendo otros personajes como Antonio Recio?

No, porque hago una cosa detrás de otra. Y soy 'freelance', no tengo exclusividad con nadie, puedo trabajar donde quiera.

¿Le veremos entonces en Telecinco en 'La que se avecina'?

Claro, claro. Además, tienen ocho capítulos en un cajón.