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Una ruta a través de la historia viva del gofio en Canarias

El legado de este alimento sigue vivo en el Archipiélago gracias a una red de molinos activos, entre ellos, la única molina de viento operativa de Europa

Molino en Fuerteventura.

Molino en Fuerteventura. / E.D.

Paula Vera

Paula Vera

Santa Cruz de Tenerife

Hubo un tiempo en que los molinos no solo definían el paisaje canario, sino también el ritmo de vida de sus gentes. Algunos de estos gigantes de madera y piedra se mantienen aún en pie, fieles a su función de moler el cereal que da vida al gofio. Esta harina tostada, alimento indispensable en la historia y la identidad de Canarias, sigue siendo elaborada gracias a la perseverancia de quienes no han dejado morir el oficio. Hoy proponemos un recorrido por la historia del gofio y sus molinos, incluyendo la última molina de viento en funcionamiento de toda Europa.

La molienda en las Islas: legado, alimento y paisaje

El gofio es más que un alimento: es herencia, memoria colectiva y símbolo de la identidad canaria. Elaborado a base de cereales tostados y molidos, ha acompañado a generaciones enteras, especialmente en épocas de escasez, cuando fue el sustento principal en muchos hogares. Su valor nutricional, rico en fibra, vitaminas y minerales, lo convierte en un producto de gran aporte energético, símbolo de resiliencia y muy presente hoy en la dieta cotidiana isleña.

La transformación del grano en gofio vivió una auténtica revolución con la llegada de los molinos de viento a finales del siglo XVIII. Aprovechando los constantes alisios y una sólida tradición cerealista, estos ingenios se expandieron rápidamente por el territorio insular, sustituyendo a las antiguas tahonas y molinos de piedra manuales. Estas estructuras no solo aligeraron el trabajo del molinero y mejoraron la producción, sino que marcaron una nueva etapa económica, social y paisajística para Canarias.

Gofio.

Gofio. / E.D.

Más adelante, entre finales del siglo XIX y principios del XX, surgirían las molinas, edificaciones concebidas para optimizar el proceso de molienda, permitiendo concentrar todas las tareas de producción en una sola planta. Esta innovación hizo más eficiente y menos agotadora la labor molinera, al tiempo que supuso una evolución técnica del modelo tradicional.

Aunque muchas de estas construcciones han cesado su actividad, aún permanecen como testigos silenciosos de un pasado que se resiste a desaparecer. Algunas han sido rehabilitadas o adaptadas al uso de la electricidad; otras, conservadas como elementos patrimoniales, gozan de protección bajo la figura de Bien de Interés Cultural. A lo largo del Archipiélago, museos especializados y centros de interpretación se han dedicado a preservar y difundir este legado. Incluso a través de la toponimia se mantiene viva esta herencia: lugares como el Llano de los Molinos, en San Cristóbal de La Laguna, evocan una época en la que hasta 17 molinos se alzaban en distintos puntos de la ciudad, configurando uno de los núcleos de molienda más relevantes de Canarias. 

La Molina de La Asomada: donde el viento sigue moliendo

Molina de La Asomada

Molina de La Asomada / E.D.

En pleno corazón de Fuerteventura, se alza la última molina de viento activa de Europa, operada por Francisco Cabrera Oramas, quien ha dedicado su vida a este oficio heredado. Construida en madera y piedra volcánica, conserva la fuerza del viento como única fuente de energía, lo que le otorga al gofio un carácter artesanal y genuino.

En su interior se muelen cereales como trigo, cebada y millo mediante técnicas tradicionales que respetan los tiempos del grano. Francisco controla todo el proceso, convencido de que la lentitud en la molienda es clave para preservar el sabor, el aroma y la textura del producto.

Francisco Cabrera.

Francisco Cabrera. / E.D.

Visitar esta molina es sumergirse en una experiencia auténtica. Se puede llegar desde Puerto del Rosario por la carretera FV-20 en dirección a Antigua, desviándose hacia La Asomada. Allí, entre lomas y cielos abiertos, la estructura parece detenida en el tiempo, envuelta en el aroma cálido del gofio recién hecho.

Un recorrido vivo por el Archipiélago

En las Islas aún persisten molinos en activo que producen gofio de gran calidad. Estos espacios no solo conservan la costumbre molinera, sino que abren sus puertas al público, ofreciendo una experiencia que conecta pasado y presente a través del sabor, la historia y el trabajo artesanal.

La Molineta en La Laguna

Fundada en 1886 en el barrio de San Honorato, La Molineta fue pionera en aplicar nuevos sistemas que multiplicaban la eficiencia del viento, así como la primera en electrificar su molienda en 1933 y en envasar el gofio para su comercialización en 1970. Hoy, sigue en funcionamiento, conservando su esencia e impregnando las calles laguneras con el aroma del gofio recién hecho.

Interior de una molina

Interior de una molina. / E.D.

Gofio Gomero en Hermigua

Rayco Herrera heredó el oficio tras la temprana muerte de su hermano en 2008 y desde entonces ha mantenido vivo este legado. Su gofio de millo, elaborado con grano local cultivado por pequeños agricultores gomeros, ha sido reconocido como el Mejor Gofio de Canarias. Bajo el sello IGP (Indicación Geográfica Protegida), su trabajo combina autenticidad, compromiso cultural y excelencia gastronómica.

Gofio Imendi en San Sebastián de La Gomera

Fundado en 2003, este molino combina maquinaria moderna con el respeto absoluto por el oficio. Celestino Hernández y Cristina Mendoza han logrado varios reconocimientos por sus productos, manteniendo la calidad gracias a una selección rigurosa del grano y el trabajo cuidadoso.

Molino de Fuego en Telde

Desde 1903, este molino familiar ha mantenido su actividad sin interrupciones. Con el sabor del primer día, vende más de 200 kilos de gofio diarios. Elena Sánchez y Santiago Rocha conservan la tradición con maquinaria actualizada, pero sin perder el alma del molino original.

Molino de piedra

Molino de piedra. / E.D.

La Molina de José María Gil en Lanzarote

Fundada en 1870 y declarada Bien de Interés Cultural, esta molina ubicada en San Bartolomé ha sido restaurada por Silvia Gil y Lourdes Rodríguez, quienes han transformado una edificación en ruinas en un centro de producción de gofio artesanal y ecológico, así como en un espacio educativo. El proceso de elaboración se realiza de forma manual, utilizando cereales locales y maquinaria eléctrica, eliminando el uso de combustibles fósiles. 

Gofio Buen Lugar en Firgas

Fundado en 1958 y gestionado durante gran parte de su andadura por la familia Almeida, este molino artesanal ha sabido combinar tradición con innovación. Fue el primero en envasar sus productos en bolsas termoselladas y hoy distribuye un producto natural y de calidad tanto en Canarias como en varios países de África.

Museo del gofio

Museo del gofio / E.D.

Molino de El Sauzal en el norte de Tenerife

Fundado en 1964, es el negocio más longevo del municipio. Eduardo Afonso continúa el legado de su padre, moliendo con una piedra original de mediados del siglo XX y apostando por el grano local. A los clásicos gofios de millo o trigo, ha sumado mezclas innovadoras con espelta, avena o garbanzo, elaborando hasta 8.000 kilos al mes.

Molino Abuelo Pancho en El Hierro

Fundado en 1935 en el pueblo de Guarazoca, este histórico molino ha pasado por tres generaciones familiares. Hoy, Óscar Febles Méndez mantiene vivo el oficio elaborando gofio artesanal con granos de alta calidad, sin aditivos, tostados y molidos lentamente en un molino de piedra que conserva intacta la esencia de antaño.

Molinos de historia, futuro de tradición

El gofio, ese polvo dorado que nos identifica como pueblo, sigue girando en las piedras de quienes se niegan a dejarlo morir. En un mundo cada vez más industrializado y homogéneo, conservar oficios como el de molinero y estructuras como las molinas de viento es preservar la identidad canaria. Visitar estos molinos es mucho más que un plan de fin de semana: es un viaje al corazón de nuestras raíces.

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