El Enófilo

Viñátigo: la bodega que revolucionó el vino canario

Visitar Viñátigo no es simplemente recorrer una bodega: es adentrarse en la historia viva del vino canario

Bodega Viñátigo

Bodega Viñátigo / Mulchand Chanrai

Mulchand Chanrai

Mulchand Chanrai

La Guancha

Desde el norte de Tenerife, en La Guancha, esta bodega familiar ha sido pionera en transformar una viticultura de subsistencia en un modelo de investigación, rescate patrimonial y sostenibilidad que ha marcado el camino del vino contemporáneo de Canarias.

Mi visita comenzó a pie de viñedo, en una ladera que hoy luce verde, ordenada y fértil, pero que hasta hace apenas dos años estaba por hacer. Allí se empieza a entender la visión de Juan Jesús Méndez, fundador de Viñátigo, y ahora también de su hijo, Jorge Méndez, que representa el relevo generacional con una formación académica y global, pero profundamente enraizado en la tierra que le vio nacer.

Parte del equipo de la bodega.

Parte del equipo de la bodega. / Mulchand Chanrai

Es este segundo, el que me acompaña y me cuenta todo lo que ocurre dentro y fuera de cada botella. Lo hace con la mezcla perfecta de pasión y conocimiento, en un recorrido que combina emoción, historia y técnica, sin solemnidades, con una cercanía que se agradece. Jorge camina con ritmo pausado por los espacios de la bodega, y en cada sala, ya sea el laboratorio, la zona de crianza o el wine bar, comparte conmigo los detalles que convierten a Viñátigo en algo más que una bodega: en una forma de entender el vino como cultura viva.

Un proyecto familiar

La historia de Viñátigo arranca en 1988, cuando Juan Jesús, químico de formación, comienza a embotellar sus primeros vinos. No fue una decisión improvisada. En plena crisis del sector, cuando el vino canario era considerado “poco refinado” y relegado al consumo a granel, Juan Jesús se empeñó en profesionalizarlo. Su formación en química le permitió crear un pequeño laboratorio en la bodega y empezar a investigar las variedades autóctonas que muchos ya daban por perdidas. Fue, sin saberlo, un pionero de lo que hoy es un movimiento estructurado de recuperación de patrimonio vinícola.

Una de las parcelas de la bodega.

Una de las parcelas de la bodega. / Mulchand Chanrai

En paralelo, impulsa los estudios de enología en Canarias, convencido de que sin conocimiento no había futuro. Fundó el ciclo superior de enología en La Guancha, donde se han formado decenas de enólogos que hoy lideran la nueva viticultura isleña. Esa mezcla entre visión, educación y ciencia es el corazón del proyecto.

Del estudio varietal al mapa del territorio

Una de las grandes aportaciones de Viñátigo ha sido el estudio sistemático de las variedades autóctonas canarias. Durante más de 20 años, Juan Jesús Méndez ha trabajado en colaboración con centros como la Universidad de La Laguna, el Instituto de Investigación de Galicia o la Universidad Rovira i Virgili, no solo para identificar variedades morfológicamente, sino también genéticamente.

Han documentado y cultivado hasta 82 variedades distintas en una sola parcela, muchas de ellas en pie franco. Pero la nueva etapa de la bodega, liderada por Jorge, ha ido más allá: hoy se trabaja una clasificación territorial inspirada en Borgoña. Vinos de parcela, municipio, isla y regional, y un futuro vino de paraje, permitirán trazar un mapa emocional y geológico del vino canario.

Wine bar de Viñátigo.

Wine bar de Viñátigo. / Mulchand Chanrai

En Viñátigo, la sostenibilidad no es una pose. Hace más de 15 años que no se usan herbicidas. Se plantan cubiertas vegetales con cereales y leguminosas, se aprovecha toda el agua de lluvia y la arquitectura de la bodega se adapta al entorno. Es un ejemplo de viticultura regenerativa, que busca preservar el paisaje, sus muros, su flora y sus tradiciones.

El trabajo de la bodega ha sido fundamental para colocar a Canarias en el mapa vinícola internacional. La bodega ha impulsado la marca Canary Wine, colaborando en la formación de enólogos, promoviendo concursos de sumillería y ayudando a estructurar un discurso propio para el vino del archipiélago. Todo ello, desde el respeto, el conocimiento y la profunda conexión con la tierra.

La esencia de una bodega viva

Una de las grandes sorpresas de mi visita fue descubrir que Viñátigo, pese a su renombre, no es una gran factoría industrial. Al contrario: es una bodega pequeña, precisa y profundamente ordenada, en coherencia con su manera de entender la vida y el vino. Nada sobra y todo está pensado para preservar la calidad, el respeto por el entorno y la identidad del producto.

Sala de crianza.

Sala de crianza. / Mulchand Chanrai

Tuve el privilegio de recorrer los entresijos de la bodega, desde la zona de recepción de la uva, donde se controla cada vendimia por parcela, hasta las salas de crianza y barricas, pasando por una moderna ampliación arquitectónica de la bodega que ayudará a ser más productivo y eficiente en los procesos. 

En el laboratorio, equipado con tecnología de última generación, se investiga la composición del suelo, los niveles de nitrógeno o el comportamiento de las levaduras autóctonas, en una búsqueda constante de excelencia.

También conocí el wine bar, un espacio acogedor con vocación enoturística, donde se organizan catas, encuentros y donde el vino se presenta con naturalidad, sin artificios. Allí compartimos una cata íntima, personal, donde cada botella tenía una historia que me fue contada con cercanía y pasión.

Una cata entre amigos

Durante la cata, probamos vinos que son ya emblema de Viñátigo. Entre ellos el Listán Negro, un tinto joven, vibrante y sanguíneo, que representa el lado más fresco y directo de la bodega. 

Seguimos con los Ensamblajes Blanco y Tinto, donde algunas variedades como marmajuelo, gual, vijariego blanco, tintilla o baboso se combinan para expresar el carácter mineral del territorio. Cada año, las proporciones cambian según las condiciones del ciclo vegetativo, lo que convierte cada añada en un reflejo honesto del paisaje. También catamos su Orange Wine, elaborado con una maceración prolongada sobre pieles, elegante, ágil y complejo. Y cerramos con un vino muy especial: Maipe, procedente de viñedos antiguos en Taganana, uno de los rincones más espectaculares y heroicos de la viticultura canaria.

Algunos vinos en el wine bar.

Algunos vinos en el wine bar. / Mulchand Chanrai

No fue una cata cualquiera. Fue una conversación, una lección enológica y emocional, compartida con la humildad y generosidad de quienes viven el vino desde la autenticidad. Me hicieron sentir como en casa, con esa calidez que transforma una visita en un recuerdo imborrable.

Esta bodega no solo ha sido diferente: ha sido el origen del nuevo paradigma. La profesionalización del sector, la recuperación del patrimonio varietal, la clasificación de los territorios, el respeto al paisaje, la apuesta por la formación, el trabajo riguroso y la capacidad de inspirar a nuevas generaciones llevan su firma.

Ya en los 90 se hablaba de Viñátigo como el vino que era distinto y hoy, tras mi visita, entiendo por qué. Porque en esa copa, bebemos no solo vino, bebemos historia, memoria, ciencia, paisaje y futuro. Y eso, en Canarias, lo iniciaron ellos. ¡Salud!

Tracking Pixel Contents