El Enófilo
Una mirada histórica al vino canario: las uvas que no se fueron
En un rincón del Atlántico donde el volcán moldea el paisaje y el viento alisio lo recorre sin descanso, crecen unas uvas que no existen en ningún otro lugar del mundo

Cultivo en sistema de hoyos en la isla de Lanzarote / E.D.

Son variedades autóctonas del archipiélago canario, guardianas silenciosas de una historia agrícola, cultural y climática que se resiste a desaparecer. Mientras en otros rincones vitícolas se impusieron las modas internacionales del Cabernet Sauvignon o la Chardonnay, en Canarias resistieron —y hoy resurgen— nombres como Listán Negro, Marmajuelo, Baboso, Vijariego o Negramoll. Uvas que fueron consideradas menores durante décadas y que hoy protagonizan algunos de los vinos más singulares y valorados del panorama nacional.
Esta singularidad genética y sensorial no solo es un patrimonio enológico, sino también un activo estratégico para el presente y el futuro del vino canario. En un contexto de cambio climático, globalización del gusto y homogeneización varietal, estas cepas autóctonas ofrecen una resistencia natural y una expresión de terroir irrepetible.
Además, el trabajo de viticultores y bodegueros comprometidos con su legado ha permitido revalorizar estas uvas, elaborando vinos que combinan tradición e innovación, y que hoy despiertan el interés de sumilleres, críticos y consumidores de todo el mundo. Las uvas que no se fueron no solo quedaron: se quedaron para contar una historia única con cada copa.
Un valor agrícola y genético único
La razón de esta diversidad extraordinaria está en el aislamiento. La filoxera, plaga que devastó muchos viñedos europeos a finales del siglo XIX, nunca llegó a las islas. Eso permitió conservar viñas prefiloxéricas, plantadas a pie franco, con raíces directas en el suelo volcánico.
Este hecho coloca a Canarias en una posición privilegiada a nivel mundial. La ausencia de injertos ha permitido mantener el patrimonio genético original de muchas variedades, sin alteraciones externas. Esta pureza, rara en la viticultura moderna, ofrece un banco natural de cepas con características únicas: adaptabilidad a condiciones extremas, equilibrio natural entre azúcar y acidez, y perfiles aromáticos diferenciados.
Una oportunidad económica y cultural
Recuperar y poner en valor estas variedades autóctonas es hoy una estrategia inteligente para un territorio que no puede competir en volumen, pero sí en identidad. Frente a un mercado saturado de vinos “correctos” pero impersonales, el consumidor busca lo auténtico, lo que no se puede copiar.
Un vino de Baboso Negro, por ejemplo, no solo ofrece complejidad o aromas a frutas, ofrece una historia, un paisaje, una forma de vida. Y eso es lo que muchos están dispuestos a pagar. Sin embargo, estas variedades no están a salvo. Algunas apenas cuentan con unas pocas hectáreas en cultivo. La presión urbanística, el abandono del campo y la falta de relevo generacional ponen en riesgo este patrimonio.
Por eso, es fundamental que desde las administraciones se apoyen políticas de protección y replantación, y que desde la sociedad se valore más el producto local. Que las nuevas generaciones puedan ver en el campo una opción digna y moderna, no un oficio del pasado.
Vino con acento propio
El mundo del vino canario vive hoy un momento crucial. La atención de críticos, sumilleres y amantes del vino se ha girado hacia estas islas, fascinados por la pureza, la historia y la expresión tan singular de sus vinos. La oportunidad está servida: mostrar al mundo la autenticidad de un vino con acento propio, que no imita, sino que reivindica lo que es.
Y para eso hace falta seguir creyendo en lo propio, desde la viña hasta la copa. Apostar por lo que ya está en la tierra. Entender que cada cepa de Vijariego o Baboso que se cultiva, cada litro que se vinifica, es una declaración de amor al territorio, una defensa del paisaje y una forma de mantener vivo un relato colectivo.
Porque cada copa de Listán, de Forastera Gomera o de Listán que se sirve dentro o fuera de las Islas no solo habla de sabor. Habla de raíces, de memoria, de lucha y de esperanza. Habla de un territorio que aún tiene mucho que contar. Y, sobre todo, mucho que brindar. ¡Salud!
Recuerda que si quieres compartir conmigo tus proyectos, bodegas o vinos siempre puedes escribirme a mulchandchanrai@gmail.com o a través de @thefoodtagram.
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