El Enófilo
La mujer que habla el idioma del vino
Nacida en Lituania y enamorada de Canarias, Rasa Strankauskaite se ha convertido en una de las grandes mujeres del vino

Rasa Strankauskaite. / E.D.

Rasa Strankauskaite no es una sumiller al uso. Sentada frente a una taza de té habla del vino como quien desvela un secreto, con esa mezcla de devoción y rebeldía que caracteriza a los que han vivido intensamente entre botellas, copas y terruños.
Lituana de origen, canaria de corazón, su historia comienza en la ciudad portuaria de Klaipėda, pero es en las Islas Canarias donde ha construido una trayectoria que la ha convertido en una figura esencial del vino en el archipiélago. Su tía, pintora, fue quien sembró la semilla de la curiosidad: regresaba de sus estancias en Gran Canaria con una luz en la mirada que Rasa nunca había visto. Y fue esa luz la que años después la trajo a vivir a las islas.
Hoy, tras más de dos décadas de experiencia y un currículum que abarca desde restaurantes de alta gama hasta proyectos de formación, Rasa ha decidido dar un nuevo paso: abrir su propio espacio en Santa Cruz de Tenerife, un Wine Bar que, más que un local, aspira a ser un refugio para quienes aman el vino en todas sus formas.
El vino como forma de vida
“Hay personas que beben vino, y otras que viven por y para el vino”, decía un viejo maestro de sumillería. Rasa pertenece a este último grupo. Su relación con el vino es visceral, no se limita a catar y describir aromas; busca comprender el carácter del terroir, los matices del suelo volcánico, la historia detrás de cada etiqueta.
De joven, en Armenia, experimentó por primera vez el poder del vino como catalizador social. Cómo una mesa compartida sin vino era diferente a una donde las copas se llenaban. “Es un elemento noble, incapaz de mentir”, suele decir. Esa misma nobleza la ha acompañado a lo largo de su carrera, desde sus inicios en restaurantes como La Acuarela, donde servía botellas de cientos de euros sin aún dominar del todo el contenido, hasta los años de docencia en el Hotel Escuela de Santa Cruz, donde formó a nuevas generaciones de hosteleros.
Rasa no se conforma con ser una prescriptora de vinos. Ha sido educadora, divulgadora, impulsora de la cultura vinícola en un territorio que aún batalla por sacudirse el peso de los Riojas y los Riberas como única opción.
Una apuesta por el vino canario
En ese afán por defender lo local, nació Tesoros Volcánicos, un proyecto con alma educativa y mirada política: sensibilizar a restauradores y profesionales del sector sobre la riqueza y potencial de los vinos canarios. Financiado por el Gobierno de Canarias y coordinado junto al Instituto Canario de Calidad Agroalimentaria (ICCA), este programa ofrece formación especializada, catas y maridajes, todo con un compromiso de incluir al menos diez referencias canarias en la carta de cada establecimiento participante.
El objetivo es claro: romper la inercia, desmontar el cliché del "vino de la casa" como única representación del producto local y hacer entender que los suelos volcánicos, las variedades autóctonas y la tradición vitivinícola del archipiélago merecen respeto. "No se puede valorar lo que no se conoce", insiste Rasa.
El templo del vino que Santa Cruz necesita
Durante los últimos ocho años, Rasa fue el alma de la vinoteca del La Laguna Gran Hotel. Desde allí organizó catas temáticas, seleccionó vinos de pequeños productores y creó una comunidad de fieles que buscaban algo más que una copa. Ahora, ha decidido dejarlo todo para embarcarse, junto a David Cabrera y Fernando Guillén, en un proyecto nuevo donde ella se encargará de toda la experiencia del cliente.
El nuevo espacio, La Wineteca, abrirá sus puertas en abril, en una calle en transformación del centro de Santa Cruz de Tenerife. Tendrá diez mesas, treinta vinos por copas y una propuesta gastronómica sencilla, pero cuidada: latas gourmet, gildas, quesos y embutidos para acompañar los vinos. Sin cocina, sin pretensiones, pero con una obsesión por el detalle y el respeto al producto.
Un vino para cada historia
Rasa no cree en las modas vinícolas. Para ella, el buen vino no necesita etiquetas como “natural”, “fluido” o “de autor”. Lo importante es la honestidad. Por eso, en su carta convivirán vinos clásicos con propuestas experimentales, elaboraciones borgoñesas con vinos atlánticos, sin excluir a nadie. “Hay clientes para todo. Solo hay que saber escuchar y saber proponer.”
Tiene especial debilidad por los vinos de Gran Canaria, por su carácter, por el alma que encierran. Habla con admiración de Carmelo Peña y de proyectos que, como Viñátigo o Suertes del Marqués, han sabido poner a Canarias en el mapa sin perder el alma. También apuesta por Lanzarote, donde la rusticidad del paisaje se traslada a vinos como el Chupadero de Jable de Tao, “que sabe a lágrimas saladas”, dice con poesía.
Lo que viene
Este nuevo capítulo no es solo un cambio de local, es una forma de reencontrarse. Durante años, Rasa puso el vino por encima de su propia vida. Ahora busca equilibrio, trabajar sí, pero vivir también. Sueña con viajes sin catas, con ver por fin el Coliseo de Roma o los paisajes de Turquía, aunque confiesa, entre risas, que es incapaz de viajar sin meter una botella en la maleta o sin acabar bebiendo vino en una taza de café en alguna habitación de hotel.
Además, planea crear un club de vinos con suscriptores, organizar catas privadas, experiencias sensoriales, y seguir apostando por la formación. “Quiero que la gente pierda el miedo al vino”, repite. Que se atrevan a preguntar, a probar, a opinar. “El vino no es para los entendidos, es para los curiosos.”
Un nuevo hogar para el vino
En una ciudad huérfana de espacios especializados, donde los bares de vinos escasean y las cartas suelen estar dominadas por referencias comerciales, la apertura de este nuevo lugar supone una bocanada de aire fresco. Un rincón para quienes quieren descubrir, compartir, aprender y, sobre todo, disfrutar.
Rasa no lo hace por ego, ni por ambición, lo hace por amor al vino, a las personas y a la tierra que le dio una segunda vida. Y lo hace con la misma honestidad con la que mira a los ojos y afirma, sin dudar, que la mejor forma de tomarse un Barolo es con amigos y buen humor.
No dejen pasar la oportunidad de acudir a este nuevo Wine Bar que promete ser uno de los referentes de la ciudad acompañado de la sonrisa y el buen hacer de Rasa. ¡Salud!
Recuerda que si quieres compartir conmigo tus proyectos, bodegas o vinos siempre puedes escribirme a mulchandchanrai@gmail.com o a través de @thefoodtagram
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