Ensayo de un camarero

Los parroquianos y el camarero de confianza

Para que esa barra tenga carisma, es necesario también que cuente con parroquianos asiduos que no duden de lo que se sirve y se ofrece en ese negocio

Un cliente charlando con un camarero en la barra de un bar.

Un cliente charlando con un camarero en la barra de un bar. / E.D.

José Miguel Sánchez

José Miguel Sánchez

Santa Cruz de Tenerife

Si pudiéramos describir y dar un concepto al término parroquiano asociado a un bar, lo podríamos describir como “aquel comensal asiduo a un restaurante, bar, tasca o cafetería que desde hace mucho tiempo acude al mismo lugar solo o en compañía para disfrutar de su momento”.

Los parroquianos son aquellos clientes de toda la vida, o aquellos esporádicos, pero con las mismas preferencias cada vez que nos visitan, que recibimos en nuestra casa y que aportan en muchas ocasiones identidad y estilo propio a nuestro negocio. No es tarea fácil para los camareros, pero cuando solemos fidelizar a un parroquiano nos sentimos orgullosos y ellos también lo agradecen.

Hace poco, charlando con un compañero y amigo, José María de Paz, un profesional de la abogacía que entre juzgados, despacho y burocracias varias propias de la profesión, se ve obligado a desayunar o almorzar muchas veces fuera de casa, me comentaba cómo agradecía que cuando llegaba a su restaurante donde tomaba el almuerzo en esos días donde no te queda otra que almorzar fuera, el camarero, en vez de ponerle el típico pan con alioli, algo que está muy arraigado entre la población canaria, a sabiendas de que no es de su agrado, le pusiera como alternativa un poco de aceite de oliva y pan mientras esperaba su almuerzo ligero para seguir trabajando. 

A quién no le gusta cuando llega a la cafetería y se sienta a esperar a que le atiendan, que el camarero o camarera les lance la típica frase de "¿Qué te pongo, lo de siempre?" Y es normal, uno se siente como en casa.

Sentirse como en casa

La vorágine laboral del día a día, que nos mantiene alejados de nuestra casa, nuestra familia o nuestro entorno cercano, a veces es suplida por aquellos momentos de descanso en un bar o en una cafetería donde nos atienden con mimo y cariño, ofreciéndonos un servicio casi personalizado, capaz de realizar nuestros caprichos, como ese pescadito a la plancha de los lunes, esa pulguita de pollo, o ese descafeinado de las seis de la tarde. Y todo ello sin tener que decir ni media palabra al camarero.

Los que nos dedicamos a esto de ser anfitriones, tenemos en cuenta esas peculiaridades y preferencias de cada uno de nuestros clientes. Las papas sin perejil de nuestro amigo Eloy, las coquinas sin ajo de la señora Margarita, el café oscuro de Marillanos, o el vino intenso de Eduardo.

Tu camarero de confianza es aquel que te reconoce, sabe lo que quieres sin necesidad de preguntarte, te estudia día a día para darte lo que tú deseas y te sientas como en casa cuando decides darte un break o aflojarte la corbata para que después de una jornada laboral esa cerveza de grifo sin espuma y ese pincho de tortilla poco hecha como a ti te gusta, te evada y te absorba al mismo tiempo en tu momento íntimo para ti y tu disfrute personal. Si cuando acudes a un bar, tasca, restaurante o cafetería, el camarero te atiende así y te aporta ese servicio personalizado, ese es tu verdadero camarero de confianza.

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