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El oro blanco canario: un recorrido por los últimos jardines de sal
Canarias esconde entre sus costas un tesoro cultural que ha perdurado a lo largo de los siglos: las salinas.

Salinas de Janubio. / E.D.
Estos auténticos «jardines de sal», moldeados por el esfuerzo humano y la generosidad del Atlántico, han sido un pilar fundamental en la economía y la identidad del Archipiélago durante generaciones. Sin embargo, su número ha disminuido drásticamente en las últimas décadas. Hoy, apenas unas pocas salinas siguen activas y las podemos encontrar repartidas entre La Palma, Lanzarote, Fuerteventura y Gran Canaria, siendo esta última la isla que mantiene un mayor número de estas estructuras en funcionamiento.
Una industria centenaria
El aprovechamiento de la sal como recurso comenzó con los primeros pobladores de las islas. Se cree que los aborígenes canarios utilizaban la sal extraída de charcos naturales con el objetivo de conservar sus alimentos. Con la llegada de los conquistadores, las salinas se convirtieron en un elemento clave en la economía canaria, lo que impulsó su explotación a gran escala a partir del siglo XV.
Las primeras salinas artificiales se construyeron en zonas costeras de baja altitud, aprovechando las condiciones climáticas favorables: largos días de sol, brisas constantes y escasas precipitaciones.
Durante los siglos XVII y XVIII, la producción de sal en Canarias alcanzó su máximo esplendor abasteciendo a las embarcaciones pesqueras que faenaban en las aguas del Archipiélago y África, así como a los grandes barcos que surcaban las rutas comerciales entre Europa y América. Sin embargo, con la llegada de nuevas técnicas de conservación, como la refrigeración en el siglo XX, muchas de estas explotaciones cayeron en el abandono.
A pesar de los desafíos, las salinas que actualmente mantienen su actividad en Canarias continúan operando con métodos tradicionales, respetando los procesos artesanales que han heredado a lo largo de generaciones y que dan forma a nuestro patrimonio histórico y cultural.
Situación actual y valor gastronómico
En la actualidad, la producción de sal en el Archipiélago ha evolucionado hacia un producto de altísima calidad, considerado un auténtico tesoro gastronómico. Su recolección sigue un proceso completamente artesanal que comienza con la captación del agua marina en canalizaciones naturales o artificiales. Con el paso de las semanas, el agua se evapora de manera progresiva bajo el intenso sol, permitiendo que los cristales de sal se formen lentamente en balsas de poca profundidad. Una vez cristalizada, se recoge manualmente.
El secado y el envasado se realizan con un cuidado extremo para mantener intactas todas sus propiedades. Este meticuloso proceso de producción es lo que confiere a la sal marina canaria su extraordinaria calidad, rica en minerales como el magnesio y el calcio. Su pureza y textura crujiente la convierten en un producto altamente valorado por chefs y amantes de la gastronomía, que la consideran un condimento imprescindible en sus cocinas.
Más allá de su valor culinario, la sal marina de Canarias es un símbolo de sostenibilidad y respeto por la tradición. Cada grano es el resultado de una sinergia perfecta entre el clima, el mar y el saber hacer de generaciones de salineros que han perfeccionado su arte durante siglos.
Las últimas salinas activas en Canarias
Actualmente, las salinas no solo representan un patrimonio cultural e histórico enorme para nuestras islas, sino que también son el ejemplo perfecto de unión con la naturaleza, además de un espacio que permite a los visitantes conocer de primera mano esta fascinante actividad. A continuación, hablaremos de las salinas activas en Canarias realizando un recorrido por cada una de las islas.
Salinas de Fuencaliente en La Palma
Ubicadas en un entorno volcánico espectacular, las Salinas de Fuencaliente son un referente en la producción de sal marina artesanal desde 1967. Su localización, en el extremo sur de la isla, proporciona unas condiciones óptimas para la obtención de una sal de gran pureza, especialmente la flor de sal. Además, este enclave, declarado como Sitio de Interés Científico, es hogar de una rica biodiversidad de aves migratorias.
Salinas del Carmen en Fuerteventura
En el municipio de Antigua se encuentran las Salinas del Carmen, donde se ha producido sal desde finales del siglo XVIII. Actualmente, su museo ofrece una visión completa del proceso tradicional de producción, desde la captación del agua marina hasta la cristalización final. Además, han sabido adaptarse a las exigencias del mercado, exportando su sal marina ecológica de calidad excepcional a nivel internacional.
Salinas de Janubio en Lanzarote
Las Salinas de Janubio, en Yaiza, son las más grandes de Canarias, con más de 45 hectáreas de extensión. Construidas en el siglo XIX, han sido esenciales para la industria pesquera local durante generaciones. Sus colores cambiantes, que van del blanco más puro al rosa intenso, crean un espectáculo visual único. Actualmente, su producción se centra en la sal marina y la flor de sal, muy apreciadas en los círculos gastronómicos por su calidad, sabor y propiedades.
Salinas de Gran Canaria: una ruta única
La isla de Gran Canaria conserva cuatro salinas en activo, de las veinticinco que llegaron a existir en el pasado, además de una última salina primitiva sobre roca, que, a pesar de no mantener su actividad actualmente, se conserva como un vestigio de este método ancestral. Nuestro recorrido comienza en el litoral del municipio de Agüimes, donde podemos encontrar tres de estos espacios.
Las Salinas de Bocacangrejo, fundadas en el siglo XIX y restauradas para recuperar su producción artesanal, destacan por su sal marina virgen de alta calidad y pureza. A pocos kilómetros, las Salinas de La Florida, en funcionamiento desde 1820, siguen preservando el método tradicional de producción. Más adelante, encontramos las Salinas de Arinaga, declaradas Bien de Interés Cultural. Aunque ninguna de estas salinas permite visitas, pueden observarse desde el exterior y su presencia en el paisaje costero es un recordatorio del legado salinero de la isla.
Continuamos nuestra ruta hacia Pozo Izquierdo, en Santa Lucía de Tirajana, donde se ubican las Salinas de Tenefé. Este enclave del siglo XVIII, también declarado Bien de Interés Cultural, es el ejemplo mejor conservado de salinas sobre barro en Gran Canaria y el único de la isla que ofrece visitas guiadas. Su Centro de Interpretación, ubicado en la antigua casa del salinero, permite conocer el proceso artesanal de obtención de la sal. Como complemento a la visita, es posible disfrutar de una experiencia gastronómica con productos locales sazonados con su propia sal.
Finalizamos este recorrido en las Salinas del Bufadero, en Arucas. Estas antiguas salinas del siglo XVII representan uno de los métodos más primitivos de obtención de sal en la isla, donde el agua marina quedaba atrapada en charcos naturales sobre la roca volcánica y se evaporaba con el sol y el viento. Aunque ya no están en funcionamiento, su entorno es impresionante, con formaciones rocosas esculpidas por la erosión del mar.
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