Ensayo de un camarero

El gran tabú de la gastronomía: todo sobre la propina

Uno de los momentos más incómodos de la experiencia en un restaurante es el debate sobre si dejar propina, y cuál debe ser la cantidad correcta

La propina siempre es motivo de debate en la mesa.

La propina siempre es motivo de debate en la mesa. / E.D.

José Miguel Sánchez

José Miguel Sánchez

Los que pertenecemos a este gremio en su gran mayoría coincidimos en que la propina, no siendo obligatoria, como si sucede en algunos países, tiene su objeto en premiar al servicio, por haber tenido un trato más allá del que se espera, una especial simpatía, o simplemente por costumbre.

Hay situaciones de todo tipo. Están los grupos que pagan dividiendo la cuenta en céntimos a quince con cincuenta y dos céntimos por persona, los que “no llevan suelto”, los que te dejan el “cobre” que les molesta en el bolsillo, los que excusan que pagan con tarjeta, etc. La lista es larga y curiosa. Eso sí, casi es mejor no dejar nada que parecer que estás dejando una limosna al camarero. 

En todos los grupos siempre está el que sabe más que nadie, ese que suele ser el portavoz de la mesa, elige los platos, el vino, y el postre, pero también es el que revisa la cuenta y divide entre todos los comensales. Cuando la 'dolorosa' toca a 19,40 euros pero redondeamos a 20 euros y de repente se escucha “¡pago yo y ustedes me lo dan a mí!”. En ese momento todo camarero sabe que no va a ver ni un euro de propina, porque normalmente el redondeo calculado se queda en el bolsillo del que paga. 

El líder de la mesa

Luego el del último comensal que se levanta de la mesa y arrasa con todo lo que hay en la bandeja de propina, o si acaso te deja lo menudo. O, incluso, esos momentos incómodos cuando los clientes van a pagar y se debate sobre cuánta propina dejar y empiezan una discusión en voz baja de si es mucho o poco. 

Mi opinión en este aspecto es que el personal no debería esperar una propina, o molestarse si no la recibe. Al igual que el cliente no debería esperar una invitación por parte del restaurante. Muchas veces no entendemos este aspecto y es que el cliente ha pagado no solo por los alimentos y bebidas que ha consumido, sino también por un servicio que debe de ser el mejor posible. Atención, educación y amabilidad forman parte de la profesionalidad de los que trabajamos en sala y no cabría esperar que se nos premien por ello. 

Igualmente, hay destacar que la mayoría de los clientes sí dejan propina, y se agradece por supuesto. A cualquier camarero le gusta escuchar un toque de campana, o el clásico ¡bote! Y no es que el personal se vaya a hacer rico, pero para muchos supone la gasolina que gastan semanalmente, su desayuno antes de entrar al trabajo o el billete para la vuelta a casa. 

Para mí, la mejor propina siempre ha sido el gesto del cliente que se despide de ti estrechándote la mano, pregunta por tu nombre, o simplemente antes de marchar te espera en un cruce de miradas para agradecerte el servicio. 

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