Gastronomía

El poemario del canario Pedro García Cabrera que parecía un "almanaque propagandístico"

En Elegías muertas de hambre (1975), un conjunto de poemas dedicados a Unicef, el poeta reúne a los granos humildes y populares, los que sacian la necesidad del mundo 

Pedro García Cabrera

Pedro García Cabrera / El Día

Sergio Lojendio

Sergio Lojendio

Santa Cruz de Tenerife

Los tres últimos poemarios escritos y publicados por Pedro García Cabrera en vida manifiestan un progresivo compromiso del poeta con los grandes problemas sociales contemporáneos: el hambre, el deterioro ecológico y la falta de libertad del ser humano.

Sobre Elegías muertas de hambre (1975), conjunto de poemas dedicados a Unicef, Sebastián de la Nuez señala en el prólogo de sus Obras completas, obra en tres volúmenes editada por la Consejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias en 1987, que estas elegías «parecen más bien compuestas para un almanaque propagandístico que para un libro de poemas», por cuanto en determinados momentos llegan a rozar lo panfletario y hasta animan a la acción revolucionaria. 

A juicio del estudioso, lo que mantiene a estas composiciones dentro de lo que podría considerar calidad poética son las imágenes, cargadas de contenido social, o también sus metáforas.

En La mesa está servida, poema que abre esta obra, Pedro García Cabrera manifiesta su intención de reunir a los granos humildes y populares, los que sacian el hambre de los desheredados:

  • Aquí estamos los granos/ de todos los países/, orzuelos de miseria/ en esta sociedad que llaman de consumo.

Y sostiene como principio irrenunciable colmar la necesidad de los niños, siempre que la abundancia fuera justamente distribuida, pero entiende y asume que la mesa está lejanamente alta:

  • Una mesa con zancos/ que no alcanzan las manos/ que se mueren de hambre.

En Elegía del frijol, dedicada al también poeta Pablo Neruda, a este grano lo llega a identificar con un guerrillero que en su angustia pide una Sierra Maestra, también un Che Guevara, y hasta anima a la lucha armada:

  • Cómo me duerme/ este rincón de grajo/ al que no le recetan/ hervir en las cocinas.

No puede soportar el hambre de los niños «en que muere el cielo azul, el aire y la mañana»

Y en un arrebato, exclama:

  • Cómo desearía/ dar jaque mate al hambre/ jugando una partida/ de ajedrez con sus dientes.

En Elegía del arroz se aprecia un poso de evidente soledad, más que un desierto, dice:

  • Desde la cuna/, con el agua al cuello./ De nada me ha servido/ mi niñez de albufera,/ mi gatear de espiga,/ mi dentición de leche./ Y más que una semilla/ soy hambre embalsamada.

La Elegía de la lenteja, por su parte, le trae inevitablemente recuerdos de los tiempos en los que permaneció encarcelado:

  • Nado siempre en el fondo/ del rancho de los presos.
  • (...) Tendiendo en los petates/ nudos de angustia/ y nanas de cebolla (una clara alusión al poema de Miguel Hernández).

Elegía del trigo está dedicada al crítico literario Ricardo Senabre, y dice así:

  • Mi surco de harina/ arrulla las fronteras./ Todas las patrias/ caben en mi seno,/ patrias que canten,/ besen y forniquen…/ bajo un olivo de palomas.
  • (...) Así es como me quiero,/ nunca en el parador de la impotencia/ de silos y mazmorras.

También lleva dedicatoria la Elegía del garbanzo, al poeta grancanario Federico Carbajo:

  • No bajaré la guardia/ mientras haya quien coma/ la olla del cocido/ que se cuece en el pecho/ de la hoguera en que ardo. (...) Cuando llegue mi hora/ repartiré mi muerte/ entre aquellos que sufren/ hambre y sed de garbanzo.

Y de nuevo, Pedro García Cabrera se torna voz militante:

  • Lo juro por mi gorra/ y honor de miliciano.

En Elegía del maíz ironiza con las clases sociales:  

  • Yo no doy ese grano al que acicalan/ con carnes y mariscos/ y sirven a la mesa camareros/ que aprendieron el paso/ ritual de la sonrisa. (...) Pero antes quiero ser/ cotufa/ reventando/ en un gran tostador de mar con viento. (....) Que me frangollen los desheredados.

En Elegía de la arveja, así retrata a este grano:

  • Redonda,/ redondísima gota/ de la movilidad./ Tal ver por eso el más absurdo/ de los granos (...)/ sin encontrar un niño en quien meterme/ y quedarme dormida.

Y la Elegía del mijo muestra el drama de la humanidad que nadando en la abundancia, por insolidaridad con quienes nada tienen, se dedica a sus fiestas, a sus luchas y a sus odios,

  • Jamás he visto tanta orgía/ de hieles como ahora…/ Aun teniéndolo al lado/ listo para el consumo mis graneros

Y cierra con la Elegía del haba:

  • Debo haber transmigrado de otras hambres/ gemelas de las mías./ Y os recuerdo también que soy urgencia (de acuerdo con la propaganda de Unicef) y que no puedo soportar más tiempo el hambre de los niños en que muere el cielo azul, el aire y la mañana.
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