Gastronomía

¡Nos vemos en la Sqina!

En este local se saborean hamburguesas 'gourmet', de carnes ‘premium’, con papas canarias fritas en aceite de oliva y brotes ecológicos

Deliciosas hamburguesas ‘gourmet’ de vacuno 100%, carne madura, cochino negro o Black Angus.

Deliciosas hamburguesas ‘gourmet’ de vacuno 100%, carne madura, cochino negro o Black Angus. / El Día

Sergio Lojendio

Sergio Lojendio

Santa Cruz de Tenerife

Los agoreros que habían vaticinado que aquellos símbolos de la colonización alimentaria, procedentes de las factorías del Imperio capitalista, no iban a durar ni dos telediarios en un país como España, con sus excepcionales tapas y pinchos, se cayeron con todo el equipo. La penetración imparable de las grandes multinacionales de la comida rápida (fast food) se convirtió en un hecho. En su momento, el artista pop-art Andy Warhol manifestó –con una evidente ironía– que «lo único interesante de cualquier ciudad del mundo es encontrar un McDonald’s».

La influencia del modelo de la American way of life, impulsado por una estrategia publicitaria apabullante, terminó por imponer ciertos hábitos alimenticios que encajaban a la perfección con una sociedad consumista: ahorro de tiempo, se come con rapidez y eso permite la rotación de las mesas; ahorro de servicio, no se precisa demasiada elaboración, ni tampoco el uso de cubiertos y, además, la comida resulta saciante y se relaciona con un producto ligado al ocio. La ecuación casi perfecta. 

Todo este entramado representa una afirmación del individuo frente al poder del Estado, como parte de la más pura concepción de la filosofía liberal, porque este tipo de comida no se comparte, deshaciendo ese aspecto social y socializador que supone el ritual de comer. Con todo, las razones del éxito de la comida rápida son diversas: su bajo precio (asequible para un amplio segmento de la población), la estandarización…, pero, por encima de todo, esa imagen positiva, juvenil y moderna que se asocia con el fast food y que evidentemente ha encajado en el perfil de las nuevas generaciones.

Pero la hamburguesa, es decir, la carne en sí misma, no es la culpable de esta historia. Hace un puñado de años, algo así como veinte, el visionario Ferran Adrià creaba para la cadena hotelera NH un formato de fast food gastronómico que abarcaba desde hamburguesas tipo gourmet a sándwiches y ensaladas, y lo hizo en un momento cumbre de quien fuera el tótem del restaurante el Bulli y en pleno apogeo mundial de la cocina española de vanguardia. El concepto estaba claro: ofrecer un producto de máxima calidad y a un ticket medio de 15 euros.

Con ocasión de la pandemia del coronavirus no fueron pocos los chefs con estrella Michelin que manifestaron abiertamente su devoción hacia las hamburguesas. Ahí está el caso del danés René Redzepi, chef del restaurante Noma –número uno del mundo en 2021–, quien convirtió el jardín de su restaurante en un burger bar; el triestrellado Dabiz Muñoz, que despacha burguers de su restaurante GoXO en foodtrucks con diversas propuestas –muy pronto estacionará en Tenerife– o Dani García, quien en 2019 cerró su restaurante en Marbella y renunció a la tercera estrella Michelin para decantarse por las hamburguesas, abriéndose a una estrecha colaboración con la cadena McDonald’s. 

Lo cierto es que mucho antes de que aflorase todo este fenómeno, allá por el mes de marzo de 2015 el chef tinerfeño Nacho Solana, que se encontraba viajando de vuelta desde Donosti a Tenerife, ya a bordo del avión no paraba de masticar y darle vueltas a la cabeza sobre aquel concepto que había visto y saboreado en el local Va Bene: unas hamburguesas gourmet con unas originales composiciones, ¡de auténtico escándalo!, y además «en un ambiente muy dinámico», recuerda. Ese fue el punto de inflexión que dio origen a la novedosa fórmula de Sqina, ubicada desde entonces en Santa Cruz de Tenerife, en la confluencia de las calles de Méndez Núñez y El Pilar, frente al rejoj de flores del García Sanabria, establecimiento reconocido con un solete de la Guía Repsol, es decir, una propuesta apetecible y en un buen ambiente.

«El objetivo que me planteé no era otro que trasladar recetas a un bocadillo, en este caso a una hamburguesa», comenta Nacho Solana, echando mano para ello de un buen pan o bollo de factura artesana; carnes tipo premium, de calidad, como la de 100% vaca nacional; carne madura; Black Angus o cochino, bien acompañadas por auténticas papas canarias, fritas en puro aceite de oliva; con brotes ecológicos cultivados en una finca de Guía de Isora y salsas elaboradas en el propio local, «conservando siempre todos los parámetros de calidad». Un detalle: sus hamburguesas no contienen ni ketchup ni mostaza.

Como complemento, Sqina también se abre a otro perfil de clientes, aquellos que prefieren degustar unos exquisitos sándwiches –pechuga de pollo, bonito, pata asada...– o se decantan por la suculenta variedad de ensaladas. Y, además, en la carta también figuran los singulares papeos: tablas de queso, jamón serrano, almogrote, chorizo de perro, ensaladillas y croquetas...

Aquí, el fast food se hace fast good. ¡Nos vemos en la Sqina!

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