Parada y fonda era una expresión popular que se utilizaba ya en la época del monarca español Felipe II, allá por el siglo XVI, y que hace referencia a ese alto en el camino que precisaban realizar los viajeros de la época para comer, descansar y seguir adelante en sus rutas. Con la perspectiva del tiempo, muchos de aquellos caminantes hubieran agradecido encontrar en su itinerario un lugar como el Albergue Montes de Anaga, en la carretera de El Bailadero.

La histórica Fonda Medina, en Güímar, sirvió a lo largo de un siglo, desde finales del XIX y durante casi todo el siglo XX, como lugar de parada, albergue y casa de comidas a comerciantes, agricultores y profesionales que, bien como viajeros o transeúntes, se acercaban a la comarca por la vieja carretera general el Sur. En 2001, el Cabildo restauró el edificio y en 2018 se procedió a la conservación de las pinturas murales de esta histórica fonda, una de las casas canarias más emblemáticas, declarada Bien de Interés Cultural (BIC) y hoy centro socio-cultural. También en ciudades como Santa Cruz de Tenerife, La Laguna o la Orotava eran habituales estos establecimientos, alternativas alojativas más baratas y asequibles que los hoteles de entonces, y que fueron ganado importancia hasta aparecer incluso en las primeras guías turísticas editadas por los ingleses a finales del siglo XIX. 

Una de las acepciones de la voz albergue que recoge el Diccionario de la Real Academia (RAE) alude a «un establecimiento hotelero para estancias cortas, generalmente situado en un lugar de paso o estratégico». Y albergar también es sinónimo de acoger, de cobijar. Pues ciertamente, muchos viajeros de aquellas épocas hubieran agradecido encontrarse en su camino con un lugar como el Albergue Montes de Anaga, ubicado en la carretera de El Bailadero a Chamorga, en el Parque Rural de Anaga, y que esta misma semana ha abierto un servicio de restaurante-cafetería que estará operativo desde las 7:30 para clientes alojados y desde las 9:00 para el resto, con un servicio ininterrumpido hasta las 21:00 horas que operará todos los días de la semana (tfno.: 922 82 32 35).

Este albergue acoge a todo tipo de público, ya sean turistas, senderistas ocasionales, grupos organizados, estudiantes, deportistas o, simplemente, a esas personas a quienes les gusta mantener un contacto directo con la naturaleza y que a la hora de comer o buscar reposo pueden encontrar el espacio para hacer realidad sus deseos.

La carta brinda desayunos a base de cafés y otras infusiones (con varios tipos de leche), bocadillos, tostadas y sándwiches, además de tortilla francesa, si bien es en almuerzos y cenas donde la oferta se nutre del verdadero concepto de cocina canaria, pero con gustos y formas más amables que las de un guachinche.

Las ensaladas y el queso fresco de Benijo –el albergue se abre a la relación con los productores de la zona–, además de garbanzas o papas arrugadas con mojo, preceden a los siempre reparadores platos de cuchara: escaldón o puchero. La brasa se impone, ya sea en un cherne negro o en la selección de carnes de calidad: pollo, solomillo, chuleta, secreto ibérico, chuletón de vaca madurada, chuletón de angus.., sin olvidar el tradicional conejo en salmorejo. Los postres se paladean: frangollo, bienmesabe, Príncipe Alberto... y entre los vinos figuran destacadas referencias de bodegas tinerfeñas.

Y se puede comer hasta con los ojos; basta con desparramar la vista desde la terraza sobre el macizo.