Crítica de 'Un silencio': Fino como un bisturí

El director belga Joachim Lafosse no es alguien que acepte dormirse en los laureles o repetir aquello que le ha funcionado bien o muy bien. Sus mejores películas son complejos estudios de pareja, como ‘Perder la razón’, ‘Después de nosotros’ y ‘Un amor intranquilo’. Es un territorio, el de los afectos quebrados por la rutina, la violencia o por elementos externos como una enfermedad mental, que ha dominado a la perfección.

En su último trabajo varía de tipo de trama, estilo de filmación –más asfixiante en líneas generales–, acento y tono, aquí más cerebral, fino como un bisturí. Incluso de estrategias narrativas, pues ‘Un silencio’ cambia de puntos de vista y sugiere a veces lo que no se quiere contar.

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Dicho a lo bruto, ‘Un silencio’ gira en torno a la pedofilia. Pero no es exactamente eso. La película indaga mejor en los daños colaterales que ejerce en su familia la actitud de un pedófilo y, a partir de este planteamiento, evaluar las apariencias, el fingimiento, la doble moral, la conducta heredada, el silencio que se perpetua por miedo o por incapacidad de asumir lo que se está viviendo.

La conducta recae en el siempre excelente Daniel Auteil, pero es Emmanuelle Devos quien sostiene el peso –dramático, profundo, doloroso– de esta película que no pacta con nada ni con nadie.