En los medios de comunicación ya no se habla de ellos, pero en España sigue habiendo desahucios, unos 100 al día; a lo largo de la última década, se han ejecutado más de 400.000. “Así es la lógica informativa: lo que es noticia todos los días, deja de ser noticia”, opina al respecto el actor Juan Diego Botto. “Y por eso precisamente sentí que debía contar esta historia”. De esa necesidad surgió ‘En los márgenes’, la ficción que supone su debut como director cinematográfico y con la que participa en la Mostra de Venecia fuera de competición. La protagonizan Penélope Cruz y Luis Tosar, y el propio Botto forma parte del reparto.

La película entrecruza las peripecias de tres personajes -un abogado activista, una reponedora de supermercado y una anciana- que avanzan a contrarreloj a sendas situaciones de desgracia económica, y entretanto toca asuntos como la avaricia de los bancos, los beneficios indecentes de las compañías eléctricas, la falta de personal de los servicios sociales y la actividad de los bancos de alimentos. Lo hace luciendo orgullosa su vocación didáctica y su voluntad de agitar conciencias a través del dramatismo. “Es importante reactivar el debate sobre los desahucios, pero creo que el cine no debe manipular”, afirma Cruz. “En todo caso, cuando una película está contada con tanta verdad, el público se da cuenta”.

La madrileña, que hace unos días ya presentó ‘L’immensità’ en el festival -y que el año pasado obtuvo aquí la Copa Volpi a la Mejor Actriz gracias a ‘Madres paralelas’ (2021)-, es también productora de ‘En los márgenes’; de hecho, fue ella quien le sugirió el proyecto a Botto, con quien mantiene una amistad desde que hace más de tres décadas. “Me resultó muy emocionante verlo trabajar desde el otro lado de la cámara, como si lo hubiera estado haciendo toda la vida”.

Fantasmas autobiográficos

Con ‘The eternal daughter’, el primero de sus largometrajes que compite en uno de los grandes festivales, la británica Joanna Hogg continúa la exploración autobiográfica iniciada en el extraordinario díptico ‘The souvenir’, y para ello vuelve a contar con la colaboración de Tilda Swinton. Mientras contempla a una mujer que decide celebrar el cumpleaños de su anciana madre llevándola de visita al hotel que en el pasado fue su mansión familiar, la película adereza su retrato maternofilial con elementos propios del cine de fantasmas; entretanto, ofrece interesantes reflexiones no solo sobre el dolor duradero que los seres queridos dejan al irse sino también sobre una generación de mujeres, crecidas durante la primera mitad del siglo pasado, que vivieron reprimiendo sus sentimientos y azotadas por los remordimientos y la culpa.

Por lo que respecta a ‘El señor de las hormigas’, con la que el italiano Gianni Amelio vuelve a aspirar al León de Oro -ya logró el galardón gracias a ‘Así reían’ (1998)-, recrea la figura de Aldo Braibanti, poeta y dramaturgo que a finales de los 60 fue condenado a nueve años de cárcel por haber mantenido relaciones sexuales con uno de sus jóvenes estudiantes. Aunque en realidad la película se ajusta a una forma narrativa perfectamente cronológica y extremadamente convencional, se las arregla para funcionar a modo de absorbente retrato de una sociedad que, pese a haber llevar años instalada en la democracia, en el fondo seguía siendo casi tan retrógrada, puritana, intolerante, miedosa e hipócrita como durante los años del fascismo.

¿Para qué, Walter Hill?

Aunque buena parte de las películas de Walter Hill están permeadas por los códigos del wéstern, ‘Dead for a dollar’ supone solo su cuarta incursión oficial en el género; y lo cierto es que, pese a que un cineasta con tantas obras de culto en su haber se ha ganado sobradamente el derecho a hacer lo que le dé la gana, lo cierto es que podría habérsela ahorrado. Presentada en la Mostra fuera de concurso -el festival entrega a Hill un premio honorífico esta noche-, es una retahíla de clichés orquestados sin sentido alguno del ritmo o el dramatismo, contemplados por una cámara que parece haber bebido e interpretados por un grupo de actores que sobreactuan como si les fuera la vida en ello.