Avalada por el tanteo y atractivo de las modas del siglo, la construcción del Circo de Marte en Santa Cruz de La Palma llega en 1871 como respuesta a las necesidades espaciales que los aficionados al mundo de las peleas de gallos venían demandando desde hacía tiempo. Además, en su primitiva co ncepción y en los destinos futuros, el nuevo edificio también sabrá cumplimentar el creciente entusiasmo hacia otros divertimentos de distinto signo estético y espectacular proyectados en la sociedad palmense del Ochocientos: el fantástico universo circense —con los festivales ecuestres, las acrobacias y los trucos de magia—, las veladas literarias, los conciertos y los bailes de salón, estos últimos de notada concurrencia en Fin de Año, Carnaval y otras fechas clave del calendario festivo urbano. La nueva caja escénica, la renovación de los medios técnicos, la actualización de las infraestructuras y otros cambios formales convierten al Teatro Circo de Marte en un lugar que ha sabido mantener la dignidad histórica de su funcionalidad para el espectáculo, la diversión y ese juego mítico en el que la barrera que separa la realidad de la ficción se diluye cada vez que se abre el telón.