Auditorio de Tenerife programa, dentro de su Ciclo de cámara, el concierto Inspiraciones trascendentales del pianista Sergei Yerokhin.

Inspiraciones trascendentales

Los grandes maestros no se copian entre sí, pero sí se inspiran unos a otros.

El recital abrirá con tres icónicos preludios de Debussy. Principios del siglo XX. Debussy sorprende al mundo introduciendo nuevas escalas en la música. Modos nunca antes escuchados en la música clásica dan lugar a una nueva realidad. El impresionismo pictórico se metamorfosea en impresionismo acústico. Escucharemos Nieblas, Hojas muertas y el tercero de los preludios, La puerta del vino, célebre por haberse inspirado Debussy en la postal que Falla le enviara desde Granada con esta famosa entrada a la ciudad. Todo un mundo de sensaciones, de colores impresionistas, de vuelos de una realidad revolucionaria. Porque sin lugar a dudas Debussy fue el revolucionario genuino de la música del siglo XX, con consecuencias aún perdurables en todos nuestros lugares sonoros.

La Fantasía de Schumann es una de las piedras angulares del piano de todos los tiempos. Y no podía ser de otra manera. Escrita por el rey de la poesía pensando en un homenaje a Beethoven, pero dedicada a su vez al amigo Franz Liszt, sin dejar de pensar ni por un compás en su amada Clara. Esta increíble arquitectura obliga a enfrentarse -a intérprete y a público-, ante algo solemne y trascendente. Escrita en tres movimientos que recorren la vida de Beethoven incluyendo fragmentos de sus lieder, sinfonías o conciertos de piano, la sonata es, de algún modo, una biografía musical del genio de Bonn. Se conserva la carta que Liszt envió a Schumann tras recibir la partitura, una carta de profundo agradecimiento.

La segunda parte del concierto se dedica íntegramente a Rachmaninov, el último de los grandes pianistas/compositores, quien aún podía permitirse hacer giras internacionales por Rusia y EEUU. Eran otros tiempos.

Sergei afrontará algunos preludios de referencia -que nada tienen que ver con los preludios de Debussy- para acabar con la Sonata núm. 2, pieza de la que se dice que está reservada a pianistas con una técnica titánica, como era el propio compositor. Fue estrenada en 1913, y pese a que Strawinsky, Busoni o Schöenberg ya habían roto algún esquema, Rachmaninov escribió una sonata abrumadoramente post-romántica, demostrando que el impulso Beethoveniano aún no había acabado. La revolución socialista aún no había tenido lugar, y la escritura personal e individual aún estaba bien vista, así que Rachmaninov escribió una música sin consignas ni ataduras. Si estaba atado a algo era al legado beethoveniano de la música autorreferente donde, de una célula inicial, se puede desgranar una sonata entera.

Debussy se inspiraba en Chopin, sin dejar de ser Debussy. Schumann se inspiraba en Beethoven sin dejar de ser Schumann. Y Rachmaninov se inspiraba en Chopin y Beethoven sin dejar de ser Rachmaninov. Inspiraciones trascendentales, como ir subiendo por una misteriosa escalera hacia los cielos de la humanidad.