Desde el contraste entre virtualidad y presencialidad –ya que el proyecto de la residencia la elaboré durante el confinamiento–, pasando por el pretendido engaño del trampantojo de la obra de Pastor y Castro, hasta la difusa frontera entre realidad y ficción, el recorrido de estos meses ha interrogado desde diferentes perspectivas dos planos, en principio antagónicos: virtualidad y materialidad, engaño y verdad, ficción y realidad, realidad y lo real.

¿Cuán falsa es una verdad que parece mentira? ¿Cuán verdadera es una mentira que hace las veces de verdad?

La relación entre esos pares supuestamente contrarios son tratados a lo largo de mi práctica artística en la residencia y atravesados a su vez por la figura del pliegue. El pliegue como arruga casual, como doblez premeditada, como llaga, como parte de un relieve superficial, como frontera entre dos planos, como lenguaje.

La visualidad y la palabra, en cuanto a su alcance y su fiabilidad, se cuestionan en los ejemplos que trato por medio de lo táctil, que, por el contrario, parece desplegar lo denominado como real. Por otro lado, el plano del papel se transforma en paisaje, no sólo por hacerse eco de las mismas reacciones del territorio –como los pliegues– a las diferentes fuerzas que le afectan, sino porque una vez situados en su superficie, éste es susceptible de apreciarse bajo una perspectiva de lo macro.

Las técnicas y materiales empleados son en su mayoría simples. Básicamente dibujo, dejando al papel –al soporte– como protagonista y relegando al motivo del dibujo a un segundo plano o bien empleándolo para señalar al papel.

Pese a estar definida esta investigación plástica por un punto de partida muy concreto, la obra de trampantojo, ésta ha abierto múltiples posibilidades de investigación entrelazando las propias historias del Museo con otras de mi propia trayectoria, generando así nuevas direcciones en las que posteriormente continuaré trabajando.