La exposición Dos años de vacaciones, de Céline Condorelli (París, 1974), plantea una reflexión a caballo entre la arquitectura y las artes visuales. En cada una de sus exposiciones, Condorelli propone una serie de dispositivos que explicitan el conflicto que surge entre el tiempo de ocio y la conciencia política que parece subyacer en instituciones como, por ejemplo, los museos. Cuando hace referencia al patio de juegos o de recreo, recupera una idea del arquitecto holandés Aldo van Eyck quien los entendía como una herramienta que habría de hacer posible que aflorase la subjetividad de tal modo que produjera cambios sociales en el tejido urbano.

En 1947 en plena postguerra y tras incorporarse a la oficina de planeamiento urbano de Ámsterdam, van Eyck proyectó una red de pequeños parques que a modo de operaciones de microcirugías debían suponer la recuperación de la ciudad para sus habitantes. Esto suponía una propuesta radical frente a otras vinculadas a macroproyectos como sí ocurrió en la cercana Rotterdam. Sus composiciones policéntricas buscaban no jerarquizar, sino integrarse plenamente en la ciudad con algo tan simple como hacer accesible el juego. Así, los elementos que componían esos parques, no eran denominados como mobiliario urbano sino como herramientas para la imaginación y estas debían ser simples, para que pudieran ser una y otra vez, reinventados por la imaginación de los niños.Esto sirvió a Condorelli como base desde la que iniciar una serie de esculturas o instalaciones que toma formas distintas en cada institución, convirtiéndose en Tenerife en Composición Espacial 13.