Bueno, qué les decimos a los de los Goya, pregunta mientras come en un restaurante Andréu Buenafuente a Silvia Abril, que la emprende con una ensalada. Pero si ya los hicimos, ¿no?, responde ella indiferente. Sí, ¿pero no te hace ilusión repetir?, insiste él. Sí, pero es que tengo la ilusión contenida, pero si quieres la saco, mira, se toca el pelo y grita, ay, ay, y empieza a jadear como viviendo un orgasmo en público diciendo dame Goyas, dame Goyas, ahhh, y golpea la mesa, de forma que Buenafuente, mirando a los comensales que hace rato dejaron de comer, pone cara de bobo sin saber qué decir. Él no sabe qué decir, pero una de las señoras que ha llamado al camarero sí, y lo hace con seguridad, sin vacilaciones, señalando para que no haya duda, "póngame lo mismo que a ella".

Es el anuncio oficial de los Premios Goya del cine español, y muy español, que ayer celebró su 34 edición. Ha leído bien. Ya van 34 años de Premios Goya. Creo que es una de las mejores promociones que recuerdo quizá porque no recuerdo otras, pero esta de TVE, que remeda a Cuando Harry encontró a Sally, me parece divertidísima y gamberra.

Esta semana, invirtiendo los papeles, ha sido Buenafuente el del orgasmo en la promoción de La 1 y con idénticos resultados. No sé, porque la gala fue anoche, si resultó un muermo, o de las que, como sí recuerdo las que presentaba doña Rosa María Sardá, hay que colgar en la hornacina de las buenas. También da igual en relación a esta pieza porque de lo que trata es del cine español, de lo bien encarrilado que va, de la excelencia de la mayoría de lo que se rueda en España, y de la estúpida, pero estúpida nivel Isa P., nivel cualquier pelanas de reguetón, estupidez sin control como los incendios de Australia, de la derecha más cerril y ridícula, que cree que no ir a ver películas españolas es un acto de patriotismo. Todo es tan necio, grotesco y burro, que apenas merece el comentario. Este año me he visto casi todas las que entran en colisión concursando en los apartados más relevantes, lo de Mejor película o Mejor director.

Antonio Gasset

Entré al cine con ciertos remilgos cuando fui a ver Mientras dure la guerra, pero a los pocos minutos la historia no solo me atrapó, sino que alcanzó fibras emocionales, fibras políticas, provocó deleites estéticos y me golpeó como ciudadano que rabió al mirarse al espejo y ver que aquellos días fieros y sacristanes, monolíticos y de trinchera, de odio y exclusión, de incivismo y burricie, de alegato de la ignorancia frente a la educación y la reflexión, vuelven a vislumbrarse en el cristal de hoy en día, como si la historia de nada hubiese servido.

Creo que Alejandro Amenábar ha firmado uno de sus trabajos más potentes, y que Karra Elejalde, fuera de su zona de confort cómico, está en don Miguel de Unamuno desde su primera aparición, tierno, rabioso, enfadado, agotado, lúcido y desconcertado. Y qué decir de Dolor y gloria, donde Pedro Almodóvar hace una de las grandes. Y qué decir de La trinchera infinita, de Jon Garaño, Aitor Arregi y José Mari Goenaga, un trío en estado de gracia que llevan la angustia y la reflexión en torno al miedo a la libertad, con un puntilloso y brillante ejercicio narrativo, a cotas sublimes. Y cómo no, a ese Antonio de la Torre que hace de su mirada otro personaje que casi tiene vida al margen de su dueño en una atmósfera de sofoco, dolor y claustrofobia.

Lo tiene mal el jurado para elegir. Son obras que rozan lo magistral. Y son españolas, insisto. La 2, la tele pública, mantiene en antena un clásico de la promoción cinematográfica, Días de cine. Aunque también parezca que fue ayer, Días de cine nació en 1991, es decir, un formato longevo porque 28 años en antena con la misma temática son muchos años. Por él han pasado rostros muy conocidos, entre ellos Aitana Sánchez Gijón, su primera presentadora -no, no la recuerdo, la verdad-, pero es Antonio Gasset el que nos/me hizo buscar el programa, entre otras cosas a la caza de sus comentarios, de sus añadidos y su proverbial escepticismo.

Aquí va alguna de sus perlas. Buenas noches, Días de cine es un programa dedicado a entretener a noctámbulos, parejas en crisis, politoxicómanos e incluso algún aficionado al cine. Otra. Llega la publicidad, continuad gozando de las ventajas del hogar, es decir, violencia doméstica, desconfianza mutua, hijos con tatuaje y salarios insuficientes. Y una última. Los imbéciles son siempre imbéciles proyectemos lo que proyectemos. Leído lo leído, está claro que en la pudibunda España de hoy que se la coge con el papel del escándalo fatuo no cabrían "las cosas" de Gasset.

Especímenes

A la gala, que se celebró anoche en Málaga, y como decía más arriba, no acudió el señorito Santiago Abascal, el de Coz. Se trata de ser el más malo de la clase, de no caer en las trampas de los cómicos. Si el año pasado protestaba porque la Academia de Cine no lo invitó, este año, que sí ha sido invitado, el huevón se ha puesto el pin anticine en los testículos y ha dicho que no. ¿Y eso? Pues porque estas galas "se han convertido en mítines políticos que otorgan subvenciones a la izquierda". Ese es mi hombre.

La espantada "patriótica" salta a Cuatro al día, que ahora presenta el tío de los colchones Joaquín Prat, que tiene el cielo ganado juntándose con Paz Padilla, a la que, ni siquiera en un anuncio que pretende ser blando, dejo de ver con repulsa por su extraordinaria ordinariez. Es parecida, la repulsa, a la que me produce otro señor de barba rizada y suelta verborrea al que doña Ana Rosa Quintana solo le falta meterlo en nómina. Hablo de Iván Espinosa de los Monteros, que llama especímenes a Echenique y a la gente de Podemos, especímenes "que dan miedo cuando vamos a la cafetería del Congreso y nos los encontramos allí".

Por su parte, su esposa, Rocío Monasterio, y tratando de demostrar su inocencia en la reforma de una propiedad de Arturo Valls, va y publica en redes su DNI y su domicilio. Dame Goyas, dame Goyas, decía Silvia Abril. Pues ya os lo digo, Iván y Rocío, de lo que tomáis, cari, no me pongáis ni chispita