El examen personal de las elecciones

Pedro Sánchez mide este 28M su supuesto rechazo en la opinión pública

En el PSOE ven el 'antisanchismo' como un "fenómeno madrileño" que no es extensible al resto de España

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el acto de cierre de la campaña electoral en Barcelona este viernes.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el acto de cierre de la campaña electoral en Barcelona este viernes. / Pau Barrena

Marisol Hernández

¿Es Madrid una isla en España y el antisanchismo un fenómeno local? Las elecciones de este domingo están repletas de enigmas pero este es uno más de los que podrían ayudar a desentrañar. El PP ha encarado el 28M como un plebiscito sobre la figura del presidente del Gobierno. Y, lejos de rehuir su implicación, Pedro Sánchez, desde el minuto uno, bajó a la arena para protagonizar una campaña personal, con la que Ferraz y Moncloa pretendían ayudar a sus candidatos autonómicos y municipales y, de paso, proyectar la idea de que las generales de finales de año, en absoluto, están perdidas.

Esta decisión coloca un enorme foco sobre la cabeza de Sánchez en la noche electoral, que se iluminará con más o menos intensidad en función del resultado. El rechazo a la figura del jefe del Ejecutivo es un asunto que planea desde hace tiempo en la vida política española. Se fraguó con la victoria de la moción de censura y se ha ido cimentando a lo largo de esta legislatura. Lo abanderó Pablo Casado y ahora Alberto Núñez Feijóo, pero lo esgrimen con la misma saña en Vox y Ciudadanos.

Es una creación de la oposición, alimentada por sus entornos sociales. Una proyección política que ya se empleó con José Luis Rodríguez Zapatero, sobre todo en su primera legislatura. Una enmienda a la totalidad sin contemplaciones. En Sánchez es más acusado porque afecta también a un trozo de su electorado. Una parte del votante progresista no lo percibe como un dirigente con capacidad de mostrar una imagen de cercanía, de parecer empático, al margen de que esté o no de acuerdo con su gestión. Y acumula, además, el lastre de los acuerdos con ERC y Bildu, que pesan en regiones como Extremadura, Castilla-La Mancha y Andalucía.

Pero esta imagen negativa del presidente se advierte sobre todo en Madrid. Fuera de este territorio, salvo en segmentos de la población muy ideologizados, esa sensación no existe. Lo prueba por ejemplo el multitudinario de acto de cierre de campaña en Barcelona, en el que también estuvo Zapatero, el más emotivo y vibrante de los últimos 15 días o la asistencia masiva a los mítines que ha protagonizado. En algunos han habido espontáneos que han lanzado alguna crítica pero Sánchez no se ha enfrentado al rechazo social que, según el PP, provoca, y sus actos han congregado a más de 45.000 personas.

Por eso los socialistas sostienen que es un "fenómeno madrileño" exacerbado por la "ferocidad" de algunas medios de comunicación y la política "de acoso y derribo" de los populares. Pero defienden que en el resto de España no se comparte esa visión. Desde luego solo Isabel Díaz Ayuso en toda España ha puesto el colofón a su campaña asegurando que "se va a ir como llegó: con un intento de pucherazo".

El destino del PSOE y el del presidente

Al margen de exageraciones es la primera prueba para el presidente, tras una legislatura muy turbulenta, que él no ha esquivado -probablemente nadie la habría convencido nunca de que igual era más útil hacerse a un lado- y que se produce a medio año de las elecciones generales. Si hay un hundimiento del PSOE -que desde luego nadie en Ferraz contempla- la lectura, dentro y fuera, será achacar la culpa a Sánchez. Aunque en Ferraz subrayan que el 28M supone un "ejercicio de equilibrio" con las comunidades. "Los protagonistas están ahí", señalan, en referencia a que no es él quien se presenta. "Nos hemos centrado en echar una mano a los candidatos".

Pero el destino del PSOE el 28M será el de Pedro Sánchez. Si al final el PP logra un balance muy positivo y los socialistas se pegan un batacazo, el clima político que se impondrá será el de cambio de ciclo. En la dirección llevan meses pregonando que no hay una "ola azul", que pueden mantener los territorios donde gobiernan, a excepción de La Rioja, e incluso imponerse en voto municipal. Esto último es complicado porque la caída de Cs beneficia directamente al PP y engrosa su resultado, salvo en Cataluña, donde el voto naranja lo digiere el PSC. Está por ver qué pasa en la Comunidad Valenciana y en Castilla-La Mancha.

La noche electoral dibujará un futuro para el PSOE y para el líder socialista, aunque también existe el riesgo de que no lo haga y que lo que pueda pasar dentro de unos meses en las generales no se advine con facilidad. Sánchez tendrá aún unos meses para aumentar el grado de afecto de la opinión pública. Un periodo que coincide además con la presidencia española de la UE, que le permitirá lucirse públicamente, como sucedió en la cumbre de la OTAN, e incluso jugar un papel relevante en el plano internacional.

El 28M puede ser un aviso, tanto para Sánchez como para Feijóo. Las generales serán el enfrentamiento definitivo. Para uno de los dos se acabará la vida política, al menos en España. El dirigente popular, al menos tiene relevo, o Díaz Ayuso o Juanma Moreno. El presidente del Gobierno, en cambio, no tiene sucesor.