Entender más

El protocolo más allá de Ayuso y Bolaños: una cuestión de sentido común

Más allá de la mesa y los eventos, las anécdotas y situaciones grotescas se producen constantemente entre políticos y personajes a los que acompañan siempre en el pie de foto

Ayuso pasa revista en la parada militar del Dos de Mayo. Al fondo, Bolaños con otros asistentes.

Ayuso pasa revista en la parada militar del Dos de Mayo. Al fondo, Bolaños con otros asistentes.

Anna R. Alós

Cuando la jefa de protocolo de Isabel Díaz Ayuso bloqueó, literalmente, el acceso de Félix Bolaños a los actos del 2 de mayo en Madrid, se activaron en España todas las alarmas del protocolo. Unos se pusieron las manos en la cabeza y otros sonrieron con un “se lo merece”. También está quien pensó: “Pobre hombre el feo que le han hecho”. Comienza una dicotomía a tener en cuenta, y es que la presidenta de la Comunidad de Madrid decidió saltarse las normas en pro de la sinceridad, o eso parece cuando después se justificó diciendo que Bolaños “quería boicotear el acto”. Pero los problemas con el protocolo son todo un clásico de la refriega política.

Fue memorable el salto mortal que dio Juan Carlos I al protocolo con la famosa frase “¿por qué no te callas?” al presidente venezolano Hugo Chávez en la Cumbre Iberoamericana. O aquel momento de tinte rosa en que Letizia Ortiz hizo callar a su prometido el príncipe Felipe. “Déjame terminar”, le cortó delante de España entera mientras anunciaban su compromiso.

De que el protocolo es necesario no cabe duda, sobre todo porque se basa en el menos común de los sentidos, el sentido común. Hay que explicarlo: si el cuchillo se coloca a la derecha, es porque los diestros cortan con esa mano, la de la destreza, y la mayoría de la humanidad es diestra. Y si la copa de vino se sostiene por el tallo y no por el cáliz, es para que el caldo no se caliente ni se desvirtúe. Curioso que en un programa como Operación Triunfo contrataran a una profesora de protocolo, Bárbara Senillosa, para enseñar a los chicos algo más que cantar. Algunos lograron aprender.

Más allá de la mesa y los eventos, las anécdotas y situaciones grotescas se producen constantemente entre políticos y personajes a los que acompañan siempre en el pie de foto.

La indumentaria forma parte, no hay duda, del acto protocolario. Incluso en funerales. Fue en 1993 cuando Jon Idígoras vistió chaqueta y corbata por segunda vez en su vida (la primera fue en su boda) y fue para ser recibido por el Rey Juan Carlos. Algunos llegaron a decir que se saltaba sus principios por sucumbir al protocolo, lo cual le importó menos que nada. Lo mismo que le preocupó a Donald Trump pasearse con andares de 'cowboy' por delante de Isabel II al ser recibido en el Reino Unido. Impagable la expresión de Su Majestad, reina de Inglaterra y de la liturgia protocolaria, 'ojiplática' cuando logró reaparecer por detrás de la figura inmensa del presidente americano. Lo que es cierto es que en cuanto a indumentaria, Trump y su esposa, Melania, cumplieron. Ella, siempre. Él a veces un poco 'descolgado'.

Los choques en Catalunya

Pasarela Gaudí de Moda, año 2004. Pasqual Maragall, figura clave de la política catalana, presidía el 'front row' del desfile en Barcelona. El entonces ya 'exconseller primer' de la Generalitat, Josep Lluís Carod-Rovira, se dirigió a él y le tendió la mano. Maragall negó el saludo con firmeza y un gesto implícito: “Ni me toques”. En la retirada, a Carod casi se le caen las gafas del susto. ¿Por qué? Hacía unos días que el conseller, en un acto de ególatra heroicidad, se había entrevistado con ETA para llevar a cabo negociaciones por su cuenta y riesgo, lo que le valió el rechazo del elenco político nacional. “Se ha pasado mil pueblos”, Maragall dixit.

Los presidentes catalanes se muestran a menudo reacios al protocolo. En un acto en el Saló de Cent, Jordi Pujol abandonó a los invitados y la sala para retirarse a charlar vis a vis con un periodista de Catalunya Radio, Daniel Alberto Silva. Al preguntarle el por qué del gesto, el 'president' respondió: “Porque es cubano y habla perfecto catalán”. Artur Mas en 2013 se negó a compartir con la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría una entrega de premios en Foment. Y Quim Torra, cuando era 'president', se negó a compartir con Felipe VI en primera instancia la inauguración de los Juegos Mediterráneos de Tarragona en 2018. “No somos súbditos, somos ciudadanos”, declaró. Una postura que quedó muy matizada porque finalmente sí asistió y compartió acto. “Porque Tarragona es una ciudad catalana”, dijo. Hay que considerar, pero, que tras las encarcelaciones por la celebración del 1-O el Govern se había comprometido con el boicot al Rey.

En ocasiones la falta de respeto al protocolo se une a las actitudes machistas. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, se hace con el podio de la humillación de género. En Ankara, en 2021, fue la única mujer en la reunió entre los líderes de la UE y el presidente turco Recep Tayyip Erdogan. A los dignatarios internacionales los sentaron en sillas; a ella en el sofá. Pensarían que era más doméstico. También sufrió otro gesto discriminatorio un año después en la Cumbre de Bruselas, cuando el ministro de Exteriores ugandés le negó el saludo frente a la indignación del presidente Emmanuel Macron.

Con el rifirrafe Ayuso-Bolaños muchos piensan que el protocolo necesita revisión. Lo que sin duda no la necesita es el sentido común.

Suscríbete para seguir leyendo