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Análisis

Sánchez se carga de razón en nombrar a los dos magistrados al TC y se le escapa con su elección, por Ernesto Ekaizer

El Gobierno cumple con su obligación mientras la derecha conservadora prepara el contragolpe en el Consejo General del Poder Judicial

Imagen de la fachada del Tribunal Constitucional.

El Ministerio de la Presidencia comunicó la noche del pasado lunes, día 28 de noviembre, al presidente caducado del Tribunal Constitucional (TC), Pedro González-Trevijano, que procedería a nombrar en el consejo de ministros de este martes, día 29, a los dos magistrados del tribunal de garantías que le corresponde para sustituir al propio González-Trevijano y a Antonio Narváez, nombrados hace nueve años por el gobierno de Mariano Rajoy. No le informó quiénes serían.  

Este martes, González-Trevijano desayunó de buena mañana -o mala ya que uno de los sustitutos es el suyo- con los nombres del exministro de Justicia, Juan Carlos Campo, y la exdirectora general de Asuntos Constitucionales y Coordinación Jurídica del Ministerio de la Presidencia entre 2020 y 2022, Laura Díez. A continuación, según las fuentes del tribunal consultadas, nada más llegar a la madrileña calle de Doménico Scarlatti, convocó al vicepresidente, Juan Antonio Xiol, y le transmitió que antes de convocar al Pleno de validación en el que los doce miembros del TC votan en secreto sobre los nombres cursaría, al recibir la comunicación oficial de La Moncloa transmitiría la información al presidente en funciones del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), Rafael Mozo

Por cortesía institucional no se daría un plazo perentorio, pero se sobreentiende que debe ser breve para que los nombres de los dos candidatos del CGPJ se unan a los dos del Gobierno y los cuatro nuevos magistrados sean sometidos a la votación del Pleno. En principio hay un pleno ordinario previsto para el 22 de diciembre. En el CGPJ esos nombramientos están deliberadamente bloqueados al menos desde el 13 de septiembre -fecha legal en que se deberían haber nombrado los cuatro magistrados con mandato caducado desde el pasado 12 de junio- por la acción de los vocales conservadores con el respaldo del Partido Popular. Este miércoles se reunirán Álvaro Cuesta y José Luis Ballestero, progresista y conservador, para seguir la interminable negociación. Los progresistas quieren que se convoque un Pleno extraordinario de inmediato y no esperar a Navidades.

Sin objeciones

Este pacto entre González-Trevijano, conservador, y Xiol, progresista, fue presentado como un hecho consumado al Pleno del TC, que estaba anteriormente convocado. Fuentes del tribunal desmintieron el trampantojo de tensión que medios vinculados al “sindicato judicial y mediático” difundieron poco después de la reunión. “La verdad es que nadie puso objeción alguna a la comunicación al CGPJ. Es más el Pleno aprobó varias sentencias que están en la cola”, señaló una fuente a EL PERIÓDICO DE CATALUNYA, del grupo Prensa Ibérica. “La noticia de la tensión es hacer una información, no dar o transmitir una información al público”, añadió. “El debate no ha empezado”, dijo otro magistrado consultado. 

Si Pedro Sánchez acertó en la decisión de nombrar a los dos magistrados que tocaba designar al Gobierno ante la barricada erigida por la derecha sin rendirse a su táctica dilatoria, según dijeron diversas fuentes de varios tribunales a este diario, en cambio su elección por los nombres de los nuevos magistrados ha creado una desviación hacia el barullo político, situando en segundo plano la apuesta por nombrar ya, es decir, antes del próximo 6 de diciembre, día de la Constitución

“Da toda la impresión de que una vez abortado el acuerdo con el PP a finales de octubre, Sánchez ha decidido ir por libre y nombrar a quien le viniese en gana. Porque en ese pacto, había consenso en no nombrar en el CGPJ a nadie que procediese de la política. Con ese argumento se vetó a Vicky Rosell, de Unidas Podemos, que es directora para la lucha contra la Violencia de Genero en el Ministerio de Igualdad. Ahora en cambio, el presidente ha optado por un exministro que el mismo cesó en julio de 2021 y por una exdirectora general. Ello después de acusar a Alberto Nuñez Feijóo en el Senado el pasado 22 de noviembre de haber nombrado “a un militante del Partido Popular al frente del TC mientras gobernaban”, en alusión a Francisco Pérez de los Cobos, el magistrado que presidió el tribunal de garantías entre 2013 y 2017, anteriormente militante del PP entre 2018 y 201. 

Con todo, el presidente repite con los nombramientos en el TC, en rigor, la experiencia de nombrar a Dolores Delgado en la Fiscalía General del Estado (FGE) en febrero de 2020 después de cesarla como ministra de Justicia. Es decir: uno de los suyos y de total confianza del PSOE. 

Precisamente, el compromiso de no incurrir nunca más en un nombramiento de ese tenor -de ministra o ministro a Fiscal General del Estado- también estaba contemplado en el pacto abortado entre Sánchez y Feijóo. 

Cuatro o nada

Hasta el anuncio de este martes, el debate que presentaba el “sindicato judicial-mediático” -la coalición de magistrados conservadores del Supremo, del CGPJ, el PP y varios medios de comunicación- colocaba el acento en no se puede sustituir a González-Trevijano y a Narváez si al tiempo el CGPJ no designa a los otros dos caducados, Santiago Martínez-Vares y Juan Antonio Xiol. En resumen: o se renueva un tercio de los doce, es decir, cuatro o nada

Hay una sentencia del TC que aclara, por unanimidad, el que en el CGPJ (191/2016, 16 de noviembre) cuando un órgano está en condiciones de hacer sus nombramientos y el otro no (aunque en este caso es un veto deliberado inconstitucional el del CGPJ), el primero debe realizarlos.   

El nombrar “es una potestad sin duda, pero también al tiempo, un deber ex Constitutione [desde la Constitución] con términos trasladables aquí respecto de previsiones legales relativas a la renovación de este mismo Tribunal Constitucional”. 

Pero, ahora, con el desahogo de Sánchez, el debate se desplazará al perfil político de los candidatos en un 'totum revolutum', esto es España.

El principal perjudicado

El principal perjudicado, en realidad, es el sector progresista que va a ser mayoritaria una vez aprobados los cuatro nombramientos, si se aprueban.  

¿Por qué?  

“Un fenómeno notable a lo largo de la historia, independientemente del lugar o tiempo, es la búsqueda, por parte de los gobiernos, de políticas contrarias a sus propios intereses. Parece que la humanidad se comporta peor a nivel de gobiernos que en cualquier otra actividad humana”, señala la historiadora norteamericana Barbara Tuchman. Y hace el siguiente test: “¿Por qué en esta esfera, la sabiduría, que puede definirse como el ejercicio del razonamiento en base a la experiencia. sentido común e información disponible, es menos eficaz y más frustrante de lo que debería ser. ¿Por qué los responsables de altos cargos a menudo actúan en contra de lo que sugieren la razón y el interés propio? ¿Por qué el proceso mental inteligente parece tan a menudo inoperante?”. 

Esto se aplica, claro, a los nombramientos. Porque, sencillamente, ambos candidatos del Gobierno tendrán que abstenerse en muchos asuntos en los que hay recursos contra leyes del Gobierno. Campo, además de aprobar leyes en el Consejo de Ministros también ha sido diputado y ha votado en el Congreso de los Diputados a favor de ellas. (por ejemplo, tambien deberá abstenerse en el recurso de amparo del ex diputado canario Alberto Rodríguez porque Campo es pareja de la presidenta del Congreso que le expulsó Meritxell Batet) Y ello debilitará en muchos recursos del PP y Vox que se han acumulado a la mayoría progresista..

Ahora el CGPJ tiene la pelota en su tejado. Y atención, la derecha y sus sindicato judicial-mediático tienen poder. Un solo voto arrancado al sector progresista en el Consejo -por ejemplo el de la presunta progresista Mar Cabrejas- pueden darle la mayoría para elegir a su “propio” candidato -Pablo Llarena o el héroe del ideólogo del CGPJ, del bufete Cuatrecasas, José María Macías- y, lo que es más importante también a “su” progresista preferido: Pablo Lucas. La batalla ha entrado en una nueva fase.  

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