Con la nueva Ley de Memoria Democrática recién publicada en el BOE, el Gobierno ha celebrado este lunes de puente de difuntos el día de recuerdo de quienes sufrieron la Guerra Civil y la dictadura posterior, la tragedia que "convirtió a toda una nación en víctima de sí misma", instalando una huella dolorosa "en un país extranjero llamado pasado".

Las palabras son de Pedro Sánchez, que ha pronunciado un emotivo discurso central del acto, celebrado en el auditorio Nacional de Música de Madrid. El día elegido no es por la proximidad de la fiesta católica, sino por ser la fecha en que quedó aprobada la vigente Constitución Española; la nueva ley de Memoria lo fija como festividad para el recuerdo de víctimas con "vidas torturadas", olvidadas durante decenios de "indiferencia imperdonable", ha dicho Sánchez.

El presidente del Gobierno ha celebrado la aprobación y puesta en marcha de la ley que sustituye a la anterior, de Memoria Histórica, y ha llamado al país, desde este punto legislativo, a realizar lo que a su juicio es "lo importante": "Construir un relato compartido a partir de todo lo que nos une".

Sánchez ha advertido también contra cualquier intento de apropiación: "Hay que desprenderse de viejas hiptecas -ha dicho- La democracia es una conquista colectiva que no puede ser patrimonializada por nadie".

Lágrimas

Ha acudido la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, a un acto que ha contado con la presencia una importante representación del Gobierno, con las tres vicepresidentas y 14 ministros más, los titulares de las carteras de Presidencia, Hacienda, Defensa, Exteriores, Educación y Cultura, entre otros, que compartían un patio de butacas repleto de familiares de víctimas del "fanatismo ideológico, la violencia sectaria, la persecución política y religiosa que devoró a España hasta sus entrañas".

Son también palabras de Sánchez. El jefe del Ejecutivo ha participado flanqueado por recuerdos de un elocuente simbolismo. En su discurso, ha recordado su experiencia visitando la tumba de Manuel Azaña en Montauban, y ha contado una anécdota: se fijó en otra lápida de un español, "esta cubierta de musgo negruzco", que para él es toda una metáfora del "pasado lleno de matices y contradicciones que atravesaron a millones de familias".

Esa lápida es la del doctor Felipe Gómez Pallete, médico de Azaña, fallecido el 13 de octubre de 1940, medio mes antes que su paciente. Sánchez ha recordado la carta que el médico dirigió al embajador de México, contándole que el presidente de la República le había encomendado "inyectarle la muerte" si se aproximaba su captura a manos del fascismo. Sabiéndose incapaz de hacerlo, el doctor Gómez Pallete se suicidó: "Me aplico yo mismo la inyección para adelantarme en ese viaje", le escribió al diplomático.

Aquel médico que fallecía a la edad de 36 años era hijo de un militar asesinado en la zona republicana en 1936. Y ese detalle histórico ha servido a Pedro Sánchez para explicar esa referencia a las contradicciones y los matices de la Memoria Democrática.

En un auditorio lleno de lágrimas emocionadas de quienes recogían unas menciones oficiales a sus familiares, el presidente del Gobierno se ha detenido a saludar efusivamente a Benita Navacerrada, que había subido al estrado con una foto de su padre, Facundo, dirigente de la UGT asesinado en Colmenar Viejo en 1939. Desde entonces ha buscado su hija los restos; y en vano.

Sánchez ha hecho una defensa de los impulsos que motivan la nueva ley de Memoria, aludiendo a la búsqueda de los parientes de fusilados por cementerios, campos y cunetas para recuperar los esqueletos y darles una sepultura digna en tumbas familiares. "¿Quién puede negar la justicia de esa lucha?", ha reivindicado el presidente. "Vamos tarde, demasiado tarde, pero aún nos queda el poder de la memoria", ha añadido, tras reseñar que el estado asume como "deber" esa búsqueda de los desaparecidos, cumpliendo con el enunciado de Naciones Unidas sobre verdad, justicia, reparación y deber de memoria.

Compromiso de memoria

"Nunca más os volveremos a olvidar", ha prometido el ministro de la Presidencia, Félix Bolañosdurante su intervención en el acto, previa a la del presidente. Bolaños ha querido resignificar la jornada del 31 de octubre en el recuerdo de las víctimas "de la sinrazón de la violencia a ambos lados de las trincheras que dividieron España", para subrayar inmediatamente después el recuerdo de los "compatriotas que lucharon por la libertad y la democracia en las épocas más oscuras de la historia reciente".

Para el titular de Presidencia, que lo es también del área de Memoria Democrática, "la memoria es sobre todo humanidad". Félix Bolaños se ha referido a "las ausencias de seres queridos que truncan vidas", no solo desde un punto de vista de las tragedias individuales de la Guerra Civil y la represión de la postguerra, también desde una visión social: "son ausencias colectivas, de ese enfrentamiento entre hermanos que se produjo en la Guerra Civil. Esos vacíos son nuestros", ha proclamado.

Entre los homenajeados, los descendientes de dos presidentes del Congreso, uno, Melquiades Álvarez, asesinado por republicanos en la cárcel Modelo de Madrid, y el otro, Fernando Álvarez Miranda, deportado por la dictadura franquista a Fuerteventura por sus actividades clandestinas de oposición democrática.

No todos los que han recogido esos diplomas en el momento más intenso del acto celebrado hoy son hijos o nietos. También han subido al estrado víctimas vivas, como Jordi Lozano, pionero del activismo LGTBI, o Fernando Reinlein, oficial miembro de la Unión Militar Democrática (UMD), ambos perseguidos en la dictadura, y Montserrat Bellido, uno de los bebés robados durante el franquismo.