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Nueva etapa en la Generalitat

Los equilibrios del PSC para tender la mano a Aragonès y construir la alternativa al Govern

Salvador Illa aboga por la estabilidad preconizada también por Pedro Sánchez, pero, al mismo tiempo, quiere ejercer una oposición firme para proyectarse como futuro 'president'

El líder del PSC, Salvador Illa, presidiendo este martes la reunión de su partido. EP

Estabilidad. Es la primera palabra que pronunció el presidente Pedro Sánchez desde que estalló la crisis en el Govern con la mirada puesta en los Presupuestos Generales del Estado y el voto imprescindible de ERC. Lo mismo coreó el PSC, que descarta unas elecciones que no solo traerían parálisis gubernamental en plena tormenta económica, sino que pondrían en jaque la continuidad de la coalición de la Moncloa. Pero, al mismo tiempo, Salvador Illa quiere conquistar la Generalitat y, para ello, necesita ejercer una oposición firme que le apuntale como la alternativa. La nueva etapa que se abre con Junts fuera del Govern aboca a los socialistas catalanes a hacer funambulismo en el Parlament.

Illa busca el punto exacto de equilibrio entre dar cuerda a Pere Aragonès y, al mismo tiempo, ser su principal ariete. Desde la ruptura de la coalición independentista, transita entre la crítica al Govern en minoría que ahora tiene el 'president', a quien atribuye "más de 500 días" de parálisis por culpa de las rencillas entre ERC y Junts, a ofrecerse para aprobarle los presupuestos catalanes. La cuestión está entre afear al 'president' que no tiene ni rumbo ni liderazgo y recordarle que fue el PSC el partido más votado en las últimas elecciones, hasta descartar presentar una moción de censura o bien reclamar que hay que pasar de nuevo por las urnas.

La realidad artimética

Los socialistas catalanes tienen claro que no se moverán de estas dos aguas en pro de una estabilidad que también pone límites a su margen de actuación. Por lo menos no hasta que Sánchez tenga sus cuentas aprobadas y, a poder ser, hasta después de unas autonómicas y municipales que son cruciales para todos. Pero mantener la mano tendida de forma perenne no será sencillo ni desde el punto de vista político ni desde el punto de vista argumental de dar oxígeno a un Executiu al que se señala insistentemente como caduco. Sobre todo ante el frontón que por ahora pretende ser Aragonès con los socialistas a la espera de si consigue meter en vereda a Junts por lo menos para los presupuestos.

La portavoz del PSC, Alícia Romero, se ha esmerado en situar el foco de las contradicciones en ERC, a quien le pide que haga, nada más y nada menos, que lo mismo que hace en Madrid: "Como mínimo allí dialogan con todo el mundo para todas las leyes, que la mayoría de veces se aprueban con amplios apoyos". Pero en Catalunya los republicanos tienen muy interiorizado el cuerpo a cuerpo con los socialistas, a quienes consideran sus principales rivales electorales y la mayor amenaza para preservar la presidencia de la Generalitat. El 'no' inquebrantable de ERC empieza a causar hastío entre las filas socialistas, que recuerdan a Aragonès que, con un Executiu que se sustenta en 33 diputados no está en condiciones de menospreciar a nadie. La realidad aritmética, advierten, se acabará imponiendo si quiere continuar la legislatura.

Contacto con Economía

Romero ha insistido que no hay "ningún vínculo" entre la negociación de las cuentas catalanas con las del Estado -en las que ERC busca tener la máxima fuerza negociadora y, por lo tanto, no atarse al PSC- y que por eso no le concederán "ni un minuto" al Govern remodelado de Aragonès. Pero también en los próximos días contactará con la nueva 'consellera' de Economía, Natàlia Mas, para ponerse "a su disposición" y comprobar si hay o no algún síntoma de reciprocidad. De ella ha dicho que es una persona "técnicamente rigurosa" y que conoce bien las finanzas públicas.

Pero para los socialistas la primera y última responsabilidad es del 'president', a quien reclaman que en la comparecencia del próximo miércoles en el Parlament revele qué piensa a hacer a partir de ahora y con quién. Se visualizará en ese debate los contrapesos con los que tiene que lidiar Illa para no dejar caer el actual Govern ni ponerle yugos con exigencias como la cuestión de confianza o el fantasma de la moción de censura y, al mismo tiempo, ejercer de azote, un rol por el que ahora pugnarán los posconvergentes.

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