Vox celebra este fin de semana la segunda edición de Viva, un festival político-cultural con el que pretende dar arranque al curso político. El año pasado la invitada estrella internacional fue Giorgia Meloni, la líder de la extrema derecha italiana que ganó las elecciones hace solo dos semanas. En esta ocasión el partido llegará tras haber confirmado un relevo orgánico de máxima importancia: Javier Ortega Smith deja la secretaría general después de seis años en el cargo.

El hombre de la máxima confianza de Santiago Abascal tendrá acomodo orgánico en una vicepresidencia del partido y reedita su candidatura al Ayuntamiento de Madrid tras muchas dudas sobre si debía ser él quien compitiera de nuevo con José Luis Martínez-Almeida.

El partido insiste en la versión oficial de que le toca centrarse en la carrera municipal e intentar morder a una parte del electorado del PP en la capital, conscientes de que la fortaleza de Almeida no es comparable a la de Isabel Díaz Ayuso. Pero sobre el papel, la realidad es que Ortega Smith deja de ser el número dos del partido y pierde, de facto, el poder interno de la formación. 

El movimiento coincide con la necesidad de Vox de reorganizarse internamente, terminar las candidaturas autonómicas y municipales y superar la crisis que ha dejado la marcha de Macarena Olona y la amenaza constante que se ha convertido para el partido. El mismo jueves comentó la noticia del relevo de Ortega Smith en lo que distintos dirigentes vieron una ironía calculada. Precisamente, el concejal del Ayuntamiento y la abogada del Estado llevaban tiempo enfrentados dentro del partido.

Algunos dirigentes consideran que la gestión interna de Ortega Smith llevaba tiempo sin ser la acertada, a pesar de que siempre contó con el apoyo de Abascal. En la formación aseguran que las filas “están prietas y unidas” y que la imagen de Olona se ha ido deteriorando en las últimas semanas por el “daño gratuito e innecesario” que estaba haciendo a Vox. Pero, aún así, la preocupación va en aumento. 

No solo por la popularidad que pueda acumular la exdiputada, lo que podría conllevar una serie de apoyos (aunque fuera un porcentaje bajo) en caso de que terminara impulsando una plataforma o un partido, restando votos a Vox; sino por el hecho de que no cese en sus constantes apariciones y críticas al partido.

Ahora, reconocen en la cúpula, llevaba unos días en silencio y todo parecía haberse calmado. Pero eso no hace más que aumentar las sospechas de que habrá más movimientos. “Y, además, el daño está hecho”, insisten en la formación, por todo lo acontecido las pasadas semanas. Las críticas al funcionamiento del partido fueron decisivas para terminar la relación, como anunció Iván Espinosa de los Monteros, portavoz en el Congreso y el dirigente más cercano a Olona hasta que estalló la situación.

Garriga, reforzado

En el partido cunde la sensación de que el relevo de Ortega Smith también implica una novedad y el refuerzo a un dirigente al alza. Ignacio Garriga era diputado en el Congreso hasta que el partido apostó por él para liderar la candidatura a la Generalitat de Cataluña. Su resultado llevó a Vox a dar el sorpaso a PP y Ciudadanos en esa comunidad en las elecciones de febrero de 2021 y desde entonces se ha convertido en uno de los principales activos para los ultras.

Su nombramiento como secretario general genera dudas de si podrá compatibilizar su labor institucional en el Parlament con la gestión del día a día de un partido en curso electoral, precisamente ahora que la formación debe completar candidaturas en ayuntamientos de toda España y las autonomías en las que también hay elecciones.