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Sumar

Todo suma para Yolanda Díaz: la intensa agenda de la Vicepresidenta en Asturias

Monjas que le regalan pastas, jóvenes que le cuentan sus penas laborales, guiños a la oficialidad del bable y turistas que la jalean al grito de "presidenta"

Yolanda Díaz con la hermana Teresa, en la tienda del convento de San Pelayo. IRMA COLLIN

Sumar es el nombre que han puesto Yolanda Díaz y los suyos a su "proyecto para hacer país", una plataforma o movimiento ciudadano que lleva todas las de acabar en partido político, aunque su mentora no lo quiera reconocer o al menos verbalizar aún. Un "proyecto para hacer país" es una definición un tanto ambigua y difusa, pero también muy útil para abarcarlo a todo y a todos, sin excepciones ni sectarismos, que es a lo que está entregada ahora precisamente Díaz.

A eso ha venido estos dos días a Asturias, a sumar para que le cuadren las cuentas. Y sabe la Vicepresidenta segunda del Gobierno que todo suma, tal y como ha demostrado en Oviedo y Gijón. Para "hacer país" hay que apoyar la oficialidad de la lengua asturiana, estar dispuesta a cortarse el pelo en apoyo a todas las mujeres desprotegidas del mundo, atender unos minutos de forma improvisada a un joven víctima de la precariedad laboral, "cortejar" a una alcaldesa (la de Gijón) apartada por su partido por si se acerca a sus filas y hasta ir a un convento de clausura a saludar a sus monjas y llevarse de regalo unas pastas.

A Díaz le sonríe la calle. Para muestra, los aplausos con los que se bajó del coche al grito de "presidenta, presidenta" por parte de un grupo de turistas de La Palma, por donde la han visto alguna vez tras la erupción del volcán. "¡No nos olvide!", le increpó uno de ellos, más en tono de súplica que de reproche.

Su intensa mañana en Oviedo empezó en la Academia de la Llingua Asturiana y acabó en El Manglar con una reunión con personas de distintos ámbitos ámbitos laborales, muchos afectados por la precariedad, cuya letra pequeña expusieron a la Ministra de Trabajo. Entre estos se encontró Abraham Romero, un ovetense de 26 años que no estaba incluido en el grupo de reunión con Yolanda Díaz, pero que al saber que esta acudiría a la Academia de la Llingua la esperó allí para comentarle su situación. 

Yolanda Díaz escucha a Abraham Romero, en una calle en Oviedo. IRMA COLLIN

Es Romero dependiente en una tienda de ropa, donde tiene un contrato de 13 horas semanales que crecen con complementarias sobre la marcha, a medida que le avisan. Estudió un grado superior de Imagen, pero en lo suyo no había trabajo. Mientras sigue estudiando, trabaja en la tienda. "Vine a verla porque ahora mismo es Yolanda la única que parece ocuparse de esto. No me quejo, solo quise exponerle mi realidad, que se hable de ello", explicó el joven. Tuvo su par de minutos con la Vicepresidenta nada más que esta se bajó del coche y fue invitado a acudir a El Manglar. "Solo quise exponerle mi ejemplo en el mundo laboral, para que vea que quedan cosas por hacer, aunque es cierto que con la reforma han mejorado las cosas".

De la Academia de la Llingua salió Yolanda Díaz con su compromiso sin fisuras con la oficialidad del asturiano. "Sumar defiende un país plural, diverso culturalmente, con una riqueza brutal que causa envidia en el extranjero. España es plurilingüe y aquí tienen todo mi apoyo al reconocimiento oficial del asturiano con todo lo que ello conlleva", dijo. Y advirtió: "Esto lo dice una gallega parlante y cuya hija, pese a vivir en Madrid, habla y estudia en galego. La riqueza lingüística es algo pacífico e inclusivo". El presidente de la academia, Xosé Antón González Riaño, se mostró contento y satisfecho, tanto por el compromiso de la Vicepresidenta como por su interés por la estructura y funcionamiento de la institución. "Ha sido una reunión muy positiva, conoce muy bien la situación en Asturias y apuesta por un proceso de reforma futuro", dijo González.

Yolanda Díaz con Sandra Jiménez, en el monasterio de San Pelayo, en Oviedo. IRMA COLLIN

Pastas de las monjas

Se metió en el bote Yolanda Díaz a los académicos asturianos y en el bolso un paquete de pastas regalo de las monjas benedictinas que habitan en el Monasterio de San Pelayo, en el que tiene su sede la Academia. La hermana Teresa, que está al frente de la tienda en la que venden sus dulces, fue la encargada de reclutarla. Primero, para enseñarle sus productos, luego, para pasarla al interior del recinto y presentarle a Sandra Jiménez, una empleada en el monasterio (ayuda en la cocina) y que había mostrado su ilusión a las monjas de conocer a Díaz cuando supo que esta iba a estar a pocos metros de ella. "Me ha encantado, ha sido muy cercana, cuando se lo cuente a mi marido...", dijo Jiménez, presta a regresar al trabajo con su móvil lleno de fotos con la Vicepresidenta.

Fue esta a tomarse un café a un bar cerca de la Catedral antes de dirigirse a El Manglar para cerrar su ronda de visitas. En este espacio le esperaban unos 40 trabajadores, todos dispuestos a contarle sus problemas, desvelos y necesidades. A todos los atendería paciente, no sin antes dar cuenta a los medios de sus impresiones en Asturias – "golpeada por la política del bipartidismo que siempre ha dicho que la mejor política industrial es la que no existe"– y de su proyecto de Sumar, con el que quiere eliminar esa "desigualdad corrosiva en las sociedades contemporáneas y hacer sociedades más iguales y más justas".

Yolanda Díaz con el presidente de la Academia de la Llingua, Xosé Antón González. IRMA COLLIN

Es su mensaje, tan bonito como quizás un poco naif. Es uno de los mantras de la convencida Vicepresidenta, a quien como poco la gente le presta atención y escucha atenta, a la espera de que después de las palabras lleguen los hechos. 

Pero de momento Yolanda Díaz se dedica a Sumar. Tanto que, explicó, no ha tenido ni tiempo a cortarse el pelo, un gesto que se ha popularizado entre las famosas (políticas, actrices, cantantes) en señal de apoyo a las mujeres iraníes tras la muerte de una de ellas por llevar el velo mal puesto. De tener unas tijeras cerca quién sabe si Díaz se hubiera cortado un mechón sobre la marcha en El Manglar. Todo suma.

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