La reunión que este martes han celebrado en Madrid delegaciones de España y Marruecos para tratar sobre la frontera en Ceuta y Melilla ha acabado sin que ninguno de los ministerios españoles implicados tenga nada notable que comunicar. No ha habido avances significativos para restablecer de una forma ordenada la circulación de mercancías en las fronteras; o sea, con aduanas.

Es un proceso que se prevé más largo de lo que parecía. Unas fuentes ministeriales creen que quizá esté solucionado "después del verano". Otras fuentes ministeriales tildaban por la mañana el encuentro de “reunión técnica” y de “cita de trabajo”, rebajándola al nivel de una de tantas. Sin embargo, y aun siendo una entre varias, la que tenía lugar hoy en la plaza Marqués de Salamanca de Madrid, una de las sedes de Asuntos Exteriores, no ha sido del todo una reunión más; en primer lugar, porque el encuentro llega después del último tropezón del espíritu de colaboración entre España y Marruecos fundado en la cena que el rey Mohamed VI dio a Pedro Sánchez el pasado 7 de abril: hace una semana, el director de aduanas de Marruecos, Nabil Lakhdar, aseguró que no es posible instalar una aduana comercial en Ceuta y Melilla… para terminar corrigiendo esa afirmación el pasado día 4 después de que España hiciera llegar a Rabat su inquietud.

La reunión no ha sido una de tantas, además, porque iba cobrando relevancia según avanzaba el reloj sin grandes resultados. Ha terminado a menos de 24 horas de que Sánchez dé explicaciones en el Congreso a petición propia sobre el “nuevo partenariado” con Marruecos y cómo afecta a las relaciones de España con Argelia.

Ninguna de las administraciones españolas implicadas le ha dado un activo seguimiento informativo a la cita. Al comienzo de la jornada parecía de hecho una reunión fantasma. Comenzó a una hora indeterminada de la mañana (ninguna fuente oficial contó el momento exacto) y ha terminado más de ocho horas después marchándose discretamente la delegación marroquí. No ha trascendido si se han ido con un cuándo anotado ya en la agenda; sí, de fuentes de Exteriores, que habrá otro encuentro para seguir hablando, y que será en Marruecos.

Para esas fuentes, este martes “delegaciones de ambas partes han continuado conversaciones sobre todos los aspectos del próximo régimen aduanero en Ceuta y Melilla, en el marco de normalización, gradualidad y buena vecindad acordado en la Declaración Conjunta”. De hecho, indican, no se ha aparcado ningún punto de la hoja de ruta acordada el 7 de abril.

Mano dura marroquí

Por parte española ha presidido el encuentro una representación de la Dirección General de Extranjería y Relaciones Internacionales del Ministerio del Interior, y han participado delegaciones de distintas direcciones generales de los ministerios de Comercio, Sanidad y Asuntos exteriores. La razón de que en casa de Exteriores presidiera Interior puede tener relación con que el de Fernando Grande-Marlaska es el ministerio mejor relacionado con la administración marroquí hoy, y desde antes de la pandemia.

Por parte marroquí lideró Nabil Lakhdar. En sus manos está un gesto que no termina de culminar: si Marruecos acepta la instalación de aduanas en Ceuta y Melilla, acepta de facto que Ceuta y Melilla son territorios de España, y eso desde 2018 parece que no es precisamente la doctrina de la monarquía alauita.

Lakhdar es uno de los miembros de la administración marroquí más intransigentes con España. Algunas fuentes ministeriales españolas lo tildan directamente de “antiespañol”. Miembro de una facción nacionalista de altos cargos del gobierno de Aziz Akjanuch, ha sido ariete mediático de Marruecos contra el comercio irregular que durante lustros hizo una masa de magrebís desde Tetuán, Castillejos y Nador, ese menudeo de aprovisionamiento y suministro de todo tipo de bienes porteables que él llama “contrabando” y que hasta 2018 fue forma de subsistencia de más de 18.000 familias en las áreas vecinas a las dos ciudades autónomas españolas.

Con las dos fronteras cerradas, en la primavera de 2020, ya aseguró Lakhdar a la agencia Efe que la mano dura marroquí “contra el contrabando” iba a ser ya permanente y que en Ceuta y Melilla “no hay fronteras” sino pasos, y no aceptaría que nadie metiera por ahí en Marruecos cargamentos de mercancías.

Frontera impermeable

Ninguna de las fuentes económicas y políticas consultadas por este diario en las dos ciudades autónomas dudan de que habrá aduana comercial al final. De hecho, técnicos de la Agencia Tributaria trabajan estos días en Ceuta sobre su próxima localización: las naves del Tarajal, viejo polígono que fue primer alojamiento de millares de menores que entraron a nado en la gran crisis migratoria del año pasado.

Pero hay nervios, y palpables, en el vecindario de ambas ciudades. En el caso de Melilla contribuye a ese clima un cartel colocado en el paso de Beni Enzar. Se titula “Requisitos y horario para introducir pescado en Melilla desde Marruecos a partir del día 8 de junio de 2022”. Y dice que sólo se podrá traer pescado de lunes a viernes, entre las 11 y la una y media de la tarde y… con un certificado sanitario firmado por un veterinario marroquí... y presentando, al llegar, el documento sanitario CHED-P a los servicios españoles de Sanidad Exterior. Vamos, que meter una lubina o una cigala de la Mar Chica marroquí es prácticamente imposible.

También se hace muy difícil meter fruta en Ceuta. Las autoridades ceutís solo permiten dos kilos por especialidad, hasta un máximo de 10 kilos en total por persona que entre en la ciudad.

Es la respuesta española a un cierre tácito del paso de mercancías sostenido por Marruecos desde que se reabrió la frontera, en mayo. Los gendarmes permiten la entrada de objetos comerciados –si no llaman demasiado la atención por su volumen- desde Marruecos a España; pero no puede pasar nadie ni un solo producto alimentario desde Ceuta o Melilla hacia Marruecos. “Ni aunque lo lleves a medio comer”, cuenta un preocupado ejecutivo naviero que va y viene entre Melilla y Nador con frecuencia. “Y si llevas ropa nueva, mejor sin etiquetas, porque te la echan para atrás”.

En Ceuta la situación es parecida. Ya suben hacia el norte del país las clases adineradas y cultivadas del centro y el sur de Marruecos, para veranear. Se las ve en coches de alta gama, o tomando algo en las terrazas hablando en francés. Y entran en la ciudad a hacer sus compras en famosas franquicias de moda española. “Ropa sí meten, si la llevan en la maleta; pero como pasen mucha ropa con etiquetas tendrán problemas”, relata una fuente policial de este lado de la frontera.

Esta es la temperatura de la nueva confianza mutua España-Marruecos a pie de calle. El empresariado ceutí confía en un arma disuasoria de España si el proyecto de aduana comercial sigue encallando: eliminar “la excepción Schengen”, endureciendo con visado el paso de trabajadores marroquís –ya vuelven a ser millares- a sus empleos en las dos ciudades.