Madrid y Rabat se disponen a abrir una nueva etapa de vecindad reforzada, más colaborativa pero también más sincera, en la que no cabe la oleada de inmigrantes que Marruecos envió a Ceuta en mayo pasado en plena crisis diplomática. El Gobierno quiere blindar Ceuta y Melilla en esta nueva relación, pese a conocer que la reivindicación de estos territorios es para Mohamed VI una causa nacional. 

España es consciente, y así lo confirman fuentes gubernamentales y de Defensa, que la reclamación de las dos ciudades autónomas es el siguiente paso de la monarquía aluí, una vez que logre desatascar el conflicto territorial del Sáhara. Sin perder de vista este horizonte, el Ejecutivo trata de impulsar un nuevo marco de cooperación en el que los dos países se comprometan a no realizar ningún acto unilateral que violente la integridad territorial del otro, según explican fuentes conocedoras de estas conversaciones.  No se le pide a Marruecos que cambie sus intereses nacionales pero se deja muy claro que los intereses nacionales de España tampoco van a cambiar. 

Hasta llegar a este punto de entendimiento ambos países han recorrido un trayecto muy accidentado. La relación se torció porque España no apoyó el reconocimiento de la marroquinidad del Sáhara Occidental que Donald Trump hizo el 10 de diciembre de 2020. La insistencia de la entonces ministra de Exteriores, Arancha González Laya, en el "respeto a las resoluciones de la ONU" provocó la cancelación de la Reunión de Alto Nivel (RAN) prevista para días después. Pero Marruecos no hizo pública la verdadera razón y espero a tener otra causa más visible de su enfado. La acogida al líder del Frente Polisario, Brahim Gali, se la proporcionó.  

El sacrificio de Laya en la remodelación del Ejecutivo de julio puso fin a meses de enfrentamiento. España entregó la pieza que pedía Mohamed VI. Con su sustitución por José Manuel Albares se ha abierto un nuevo tiempo. El Gobierno busca ahora obtener garantías de que Marruecos controlará las fronteras y no cerrará su espacio aéreo, sin ni tan siquiera avisar, como hizo en marzo de este año. Quiere tener la seguridad de que no repetirá estas actuaciones y procederá con respeto y confianza, pensando en el beneficio mutuo. En definitiva una relación tan normalizada como la que se mantiene con vecinos como Portugal o Francia.

Las consecuencias para Marruecos

Marruecos no midió suficientemente la decisión de permitir la salida de inmigrantes a las costas ceutíes y fuentes militares aseguran que esta operación de castigo a España le ha salido muy cara. No sólo porque fue percibida en la UE como un ataque a sus fronteras y porque molestó a EEUU. Si no porque ni Rabat, que favoreció el éxodo, pensó que se marcharían tantos miles de marroquíes, dejando así en evidencia lo difícil que es tener un futuro próspero en este país. 

Un joven marroquí se encarama a la valla fronteriza. EP

Para contribuir a esta estabilización, Madrid está dispuesta a desarrollar más sus lazos con Marruecos, que sea aún más intensos, hasta el punto de que se pueda apuntar a una región económica Marruecos-España. Y que esta diversidad, está riqueza de intereses, desactive la tensión en torno a Ceuta y Melilla y el conflicto del Sáhara. El Gobierno no asume públicamente un cambio de postura en este último asunto, de hecho niega que vaya a producirse. Pero distintos analistas apuntan ya, precisamente a un blindaje de las ciudades autónomas a cambio de que España flexibilice su planteamiento en el Sáhara. 

Ya se ha ido variando desde la defensa de un referéndum de independencia hacia una solución negociada por las partes. En este punto está España. Podemos "cooperar", "acompañar", señalan las fuentes consultadas, pero el acuerdo compete a Rabat y al Frente Polisario, que controla la autoproclamada República Árabe Saharaui Democrática. Los primeros movimientos han comenzado, después de un largo bloqueo. El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, formalizó la semana pasada el nombramiento de Stafan de Mistura como nuevo enviado especial para el Sáhara Occidental, a punto de cumplirse dos años desde la dimisión del ex presidente alemán, Horst Koehler. Se abre así un proceso clave, en un momento en que España tiene voluntad de exhibir su sintonía con Marruecos y de que le haya ayudado incluso en sus contenciosos jurídicos con el Sáhara en la UE.