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Los caladeros de la yihad (VI)

Sahel, la guerra desconocida contra el terror

La Guardia Civil lidera la formación de policías por la UE ante un enjambre de escuadrones de la muerte en el escenario más duro de la lucha antiterrorista

Sahel, la guerra desconocida contra el terror

Sahel, la guerra desconocida contra el terror José Luis Roca

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Sahel, la guerra desconocida contra el terror Juan José Fernández

Hay un lugar a 4.000 kilómetros de España donde confluyen cientos de violencias. Es un espacio enorme e inhóspito, el más inaccesible y cruel que puede patrullar un policía, una franja de fronteras difusas que se extiende por territorios de once países desde el Mar Rojo hasta el Atlántico, mirando a Canarias. Su nombre, Sahel, ya hace un lustro que es sinónimo de amenaza terrorista.

Este invierno, EE.UU. empezaba a recoger bártulos en Afganistán cuando este frente contra el yihadismo ya hacía tiempo que había tomado el relevo en importancia, en lo que las fuerzas de seguridad llaman “segunda frontera”.

El contendiente es un enjambre de terroristas, en su mayoría adscritos a dos franquicias: Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI) y Estado Islámico del Gran Sáhara (EIGS). Hay yihadistas huidos de Europa y excombatientes de las guerras de Siria, Irak y libia, o que se enfrentaron en Afganistán a la URSS y a EEUU. Su armamento es un collage traído de Libia, Rusia, Siria y varias guerras africanas.

Una unidad de élite de guardias civiles, sus colegas franceses, lusos e italianos y sus alumnos africanos tratan de controlar el territorio. De patrulla, suena en sus vehículos un pendrive con heavy metal. Fuera los envuelve el polvo y el calor. En las noches al raso los acechan escorpiones y serpientes, y en los canchales los esperan emboscadas o artefactos explosivos improvisados.

Misión GAR-SI

No hay bases estables del yihadismo en el Sahel; los escuadrones de la muerte se mueven constantemente, y su siniestralidad pone a prueba cualquier tentación abstencionista de la Unión Europea. Intervienen gobiernos que se preguntan cómo aguantarían sus sociedades si este verano Europa hubiera albergado 258 atentados islamistas con 1.198 muertos. Es el balance estival del Sahel. Allí, entre junio y agosto AQMI, EIGS, Boko Haram y bandas menores han matado a más personas que ETA en cuatro décadas de existencia.

Frente a este riesgo, además de con una operación militar que encabeza Francia, la UE ha reaccionado enviando a policías de élite a levantar una muralla. La operación se llama GAR-SI. Es también el nombre de un cuerpo de gendarmes locales formado bajo el liderazgo del Grupo de Acción Rápida de la Guardia Civil, el GAR, cabeza de la misión, de cuyas siglas y estructura toman ejemplo sus pupilos africanos.

La misión se desarrolla en una galaxia de aldeas en las que cualquier adulto se encontrará tarde o temprano en la encrucijada de estar con la yihad o frente a la yihad; empuñar las armas con Daesh y Al Qaeda o ser decapitado como los hombres de la comuna vecina. “Yo he estado en pueblos donde la gendarmería nunca había llegado, que nunca habían visto un gendarme y mucho menos un guardia civil. Si a una de esas aldeas llega el grupo terrorista y te dice: ‘O te unes a mí, o mañana a toda tu familia la vamos a matar, y vamos a violar a tu mujer’, no tienes a nadie a quien recurrir”, cuenta Rodrigo Gaona, capitán del GAR, que ha sido destinado ya 19 veces en ese delicado frente contra el yihadismo.

Extrema violencia

Ante la mirada de este guardia de 31 años, originario de Palencia, ha desplegado la dura realidad sahariana masacres horribles, decapitaciones colectivas “a las que puedes tardar en llegar una semana, porque el Sahel es un monstruo complicado de gobernar, y patrullarlo es muy difícil”, relata. El yihadismo es allí extremadamente sanguinario, pues la potencia propagandística de las matanzas le proporciona poder. Nada corre más que el miedo.

El terrorismo islamista se nutre en la zona de “un poliedro de delitos y violencias”, dice Gaona. Y también de la pobreza y la ignorancia en los llanos resecos. “Un yihadista del Sahel sobre todo se crea por buscar una salida para él y su familia, porque no tienen otra alternativa”, explica. Recluta más el hambre que la fe en el Islam rigorista.

Por eso la UE persigue dar una alternativa al saheliano en esa elección terrible, o, como dice el guardia, “proyectar el Estado y la seguridad, para que la gente allí tenga otra opción”.

No tenerla es producto de años de ausencia de la ley. Y también de una versión modernísima del conflicto bélico: la guerra climática. Gaona y sus compañeros asisten en el Sahel a la primera gran guerra por los recursos que encendió el clima. “Hay grupos que no tienen ni nombre, que llegan a un pueblo y lo dejan desolado, que por cuatro cabras matan a 40 personas”.

La guerra climática no es un sofisticado juego de estrategia; es mera lucha por la supervivencia: la temperatura sube, el desierto se expande, “y los ganaderos del norte bajan a los cultivos del sur, y acaban matándose allí por la tierra”, explica Gaona.

Hay además otra guerra, la que libran por el poder Al Qaeda y Daesh, últimamente con choques en la frontera de Burkina Faso con Mali. La posibilidad de que ambas centrales terroristas lleguen a una tregua es una de las preocupaciones recogidas en el último Informe de Seguridad Nacional del Gobierno de España.

Quince ataques, 37 muertos

El GAR lleva trabajando en el proyecto desde el 1 de marzo de 2017. El primer jefe fue el general Francisco Espinosa; hoy manda la misión el general Franciso Espadas. El diseñador operativo fue quien fuera jefe del Grupo de Acción Rápida, el teniente coronel Jesús Gayoso, veterano de Afganistán y de la lucha contra ETA al que mató el coronavirus tras contagiarse en una misión en La Rioja.

La Guardia Civil ha formado ya a 1740 GAR-SI; a 170 se los perfeccionó en su base de Logroño. Desde su estreno, estos guardias africanos han sufrido 15 ataques de importancia, y cuentan ya 37 muertos.

Trece de ellos cayeron tiroteados en una emboscada el pasado 19 de agosto. Los atacó un escuadrón yihadista. “Muchas veces atacan para robar las armas y munición; eso es también parte de su supervivencia”, explica Gaona. Pero no pueden dejar de exponerse, porque “el control del territorio es básico, y también la lucha contra los tráficos ilícitos, control de carreteras, que a los terroristas les llegue el mínimo posible de sustento económico”.

El yihadismo que busca golpear en Europa se nutre allí de los secuestros y los diezmos al narcotráfico y el tráfico de inmigrantes camino del norte. La población vive en un estado permanente de miedo, sin atreverse a salir de sus poblados “y aprovecha los convoyes de gendarmes para ir de un pueblo a otro. Cuando un convoy es atacado, los civiles son las principales bajas”.

Pese a la oscura cara de la yihad que ha visto en la zona, el palentino Gaona se ha enamorado de sus habitantes: “Hay esperanza –dice-, porque la gente allí es honrada, tiene valores”.

Por eso dan a los GAR-SI entrenamiento duro y autoestima: “A tus hombres tienes que crearles, como hacen las organizaciones terroristas con los suyos, un sentimiento de unidad, saber que el que está al lado va a responder por ti”. Con esa argamasa guardias españoles, franceses, italianos y portugueses fijan el parapeto en esta guerra desconocida en el mayor caladero de la yihad.

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