La trágica situación que sufre el Mar Menor desde hace diez días puede haberse convertido en la puntilla para la desaparición de una de las especies más emblemáticas de la laguna salada: el caballito de mar.

Desde Ecologistas en Acción y ANSE coinciden en su preocupación por la especie: "Pensamos que la población de caballito tiene que estar tocadísima por la influencia de las bolsas anóxicas".

El número de estos peces ha ido reduciéndose drásticamente desde 2015 con cada uno de los capítulos negros que ha registrado el Mar Menor. La eutrofización de 2016 afectó al 80% de la cobertura vegetal de la laguna, según datos del Instituto Español de Oceanografía (IEO), y con ella la población de caballito de mar se vio «muy dañada», indica Miguel Vivas, técnico del IEO y miembro de la Asociación Hippocampus. "Lo de 2019 fue como un remate final", lamenta.

La aparición del cangrejo azul, depredador del caballito, ha reducido también sus filas. "Calculamos que la población se redujo un 95% con respecto a las cifras de 2015", valora Vivas, quien asegura que el número de caballitos de mar antes del episodio anóxico de los últimos días era de menos de 2.000 ejemplares, una cifra simbólica que contrasta con los veinte millones que se calcula que existían en la laguna en la década de los 80.

"El escenario para esta especie es realmente catastrófico", subraya. Desde Hippocampus están convencidos de que la situación vivida durante los últimos días habrá pasado factura a la población que aún resiste en la laguna. "La mortalidad que hemos visto en peces no es ajena a los caballitos, que tienen una capacidad de natación muy pobre", explica Vivas.

Esta característica de la especie supone un obstáculo para escapar de la influencia de las bolsas de agua anóxica. "El caballito tiene menos defensa que cualquier otro pez por su carácter más sedentario", detallan desde la asociación.

Antes de que la anoxia volviera a perturbar el ya maltrecho estado del Mar Menor, la asociación Hippocampus se encontraba realizando un estudio sobre la población de caballitos de mar y los datos eran esperanzadores. "Parecía que este era un buen año de reclutamiento, que había bastantes juveniles, lo que es una buena noticia". Sin embargo, el efecto de las últimas jornadas prevén que sea "trágico". "Habrá que empezar de nuevo el estudio y si ya nos costaba encontrar ejemplares antes de que pasara eso, ahora ya...", lamentan.

No es la única especie en riesgo

Si bien es cierto que el caballito de mar está en claro peligro de desaparecer en el Mar Menor, ecologistas apuntan que no es la única especie en riesgo.

La actividad de la materia orgánica, que consume el oxígeno, eleva la turbidez y no permite que llegue la luz al fondo, es junto a la proliferación de tóxicos como los nitritos una combinación letal para cualquier forma de vida en la laguna. Los fondos también se están viendo afectados, aunque aún se desconozca la magnitud de las pérdidas.

El portavoz de Ecologistas en Acción, Pedro Luengo, señala que "la turbidez impide ver los fondos, por lo que cuando pase el episodio y se recupere la visibilidad, veremos cómo ha afectado a las nacras". Se trata de otra de las especies en grave riesgo en el Mar Menor. "Estos organismos no se pueden mover y si están el tiempo suficiente en una capa de agua anóxica se mueren. Lo que ocurre es que no salen a la superficie, por lo general se quedan muertos en el suelo", explica Luengo.

La nacra ya se encuentra en peligro de extinción en el Mediterráneo debido a una enfermedad que en 2016 arrasó con prácticamente la totalidad de la especie. "Fue una hecatombe", sentencia Luengo. Solo sobrevivieron aquellas colonias que vivían en zonas frías o con una salinidad diferente a la del Mediterráneo. Es por ello que "el Mar Menor se convirtió en un reservorio de nacras y la concentración de sal la protege del patógeno que las amenaza", explican desde Ecologistas en Acción.

Tras los episodios de 2016 y 2019 su supervivencia quedó en duda. Con el de los últimos días aún queda más en entredicho, pero la última amenaza es la apertura de las golas, a la que ecologistas y comunidad científica se niegan, entre otros, porque acabaría por "igualar la salinidad del Mar Menor con el Mediterráneo, el patógeno entraría y terminaría por hacer desaparecer las pocas que hayan quedado".