Corinna Larsen (Fráncfort, 1964) forma parte de la vida pública española desde abril de 2012, cuando el célebre accidente de Botsuana la situó al lado de don Juan Carlos de safari por África, pero por entonces ella ya llevaba ocho años siendo un personaje muy activo de la vida privada del rey emérito. En aquel tiempo de discreción y encuentros alejados de los focos, su melena rubia no solía brillar en el papel cuché ni la agenda personal del jefe del Estado trascendía más allá de sus estrechos colaboradores. El ‘juancarlismo’ gozaba en esos momentos de buena salud y lo que el monarca hiciera con su vida privada no era materia publicable, ni siquiera comentable.

Sin embargo, a raíz de las revelaciones que la aristócrata alemana ha ido haciendo en la prensa y los juzgados desde 2014, cuando rompió definitivamente con el monarca, la opinión pública ha conseguido hacerse una idea de las andanzas jamás contadas del Borbón en la última década y media. Como las películas de suspense que desmadejan la trama a golpe de flashbacks, las bombas que Larsen ha ido soltando han permitido componer un relato sobre la etapa postrera del reinado de Juan Carlos I que tira por tierra su imagen pública, ya de sobra dañada por sus asuntos fiscales pendientes con las justicias suiza y española.

Su último movimiento en la partida que juega contra su examante, y coincidiendo con el primer aniversario de la expatriación del monarca abdicado, ha sido presentar en los tribunales británicos una demanda en la que le acusa de mandar espiarla, destruir su imagen y acosarla, con daño para su salud.

Entrevistas y declaraciones

En el año de la expatriación del rey emérito en Abu Dabi, su antigua amante ha concedido tres entrevistas –a la cadena británica BBC, la revista francesa Paris Match y el digital español Okdiario- y ha participado como testigo en el juicio del ex comisario José Manuel Villarejo, acusado de haber calumniado al exdirector del CNI, José Félix Sanz Roldán. En la vista declaró por videoconferencia desde su residencia del exclusivo barrio londinense de Belgravia.

No se le ha conocido más vida social en los meses de la pandemia, pero en esas cuatro intervenciones públicas ha continuado aportando sorprendentes piezas al incompleto puzle de la vida privada de don Juan Carlos. Informaciones como que el monarca estaba tan enamorado de ella que llegó a pedirle su mano a su padre, que la aristócrata durmió a su lado en el hospital las noches posteriores a su operación de pulmón y que un día llegaron a mostrarle una máquina de contar dinero en la Zarzuela, extremos nunca desmentidos, ni siquiera comentados, por la Casa del Rey. Lo que Larsen ha contado ahora en el Alto Tribunal de Justicia de Londres en forma de demanda -que el rey emérito la amenazó a través del jefe de los servicios secretos españoles- ya lo declaró en enero por videollamada en la Audiencia Nacional.

Estas revelaciones se suman a las que había hecho en el pasado y que apuntan a una relación entre soberano y amante que rebasaba los límites de lo amoroso. Según su versión, Corinna Larsen -o zu Sayn-Wittgenstein, como a ella le gustaba presentarse en los saraos de la jet set europea hasta que su anterior marido le prohibió usar su apellido- habría acompañado a don Juan Carlos en infinidad de viajes de negocios en calidad de comisionista e incluso le habría servido de testaferro para ocultar patrimonio y propiedades en el extranjero.

Amor de cacería

La pareja se había conocido en 2004, en una montería celebrada en la finca La Garganta, propiedad del duque de Westminster y situada en Ciudad Real, en la que el rey emérito quedó epatado ante el manejo con las armas que mostró la alemana, antigua directora de una importante armería londinense. En los años de más estrecha relación, la amante del rey llegó a residir en La Angorrilla, un palacete ubicado en el monte del Pardo con acceso directo desde la Zarzuela que permitió a la pareja mantener viva la llama del amor lejos de miradas indiscretas.

La salida a la luz de todos estos detalles tiene un precio: 65 millones de euros. Esta es la cantidad que don Juan Carlos, en un último intento por salvar su affaire con Larsen, le regaló en 2012 y posteriormente le reclamó sin éxito. Al escándalo de la cuantía se añade su procedencia, presuntamente relacionada con el cobro de comisiones por la adjudicación a empresas españolas de las obras del AVE a La Meca. De momento, el dinero sigue en manos de la ex amante del rey, dueña también de una colección de secretos reales jamás contados. El culebrón de Corinna no ha terminado.