Marta Marco Alario (Guadalajara, 1979), es licenciada en Filología Hispánica, profesora de Lengua y Literatura en un instituto del Este de Madrid y escritora. Es también la autora de la carta viral que han leído miles de ciudadanos de toda España, compartido y recomendado sin saber su procedencia. Un texto sobre los estudiantes confinados en un hotel de Mallorca a consecuencia del macrobrote, que ella publicó en su cuenta de Facebook decepcionada con la actitud de los jóvenes.

-¿Qué le motivó a escribir la carta?

-Me sentí decepcionada con los chavales y esa decepción me llevó a escribir. Porque los estudiantes deciden irse por su cuenta y sin ninguna participación del centro. Y hacerlo sin haber terminado el curso. De hecho, en el instituto hay un momento de tensión porque las fechas del viaje coinciden con la convocatoria extraordinaria y algunos alumnos eso les frustra los planes, porque ya han pagado el viaje a Mallorca y necesitan un certificado oficial del instituto para que les devuelva el dinero la agencia que han contratado por su cuenta. La decepción es con los que se van, que son los buenos alumnos que lo han aprobado todo. Y deciden hacerlo pese a todo, pese a las normas de convivencia y disciplina que hemos aprendido y aplicado durante el curso para hacer frente a la pandemia.

- Libertad y responsabilidad son los dos conceptos que recorren su texto de principio a fin. Hoy en día todos quieren actuar con libertad, jóvenes y adultos, profesionales liberales y políticos, pera cada vez son menos los que están dispuestos a asumir plenamente las consecuencias de todos sus actos, ¿no le parece?

- Los alumnos que han viajado a Mallorca son mayores para muchas cosas, para otras son menores con 18 años y un día. Sus familias han depositado su confianza en ellos, pero ellos les han fallado. Lo que ocurre es que hoy en día muchos padres sienten los fracasos de sus hijos como propios. Como coordinadora covid del centro, este año he aprendido que la mayoría de los contagios se producen por reuniones en el propio ámbito familiar y durante el curso he tenido más de 500 alumnos confinados. Así que todos estaban advertidos de antemano. La responsabilidad de lo sucedido en Mallorca es compartida: de los propios estudiantes, de las familias y por supuesto de la agencia que ha promovido los viajes. Pero yo también siento esa frustración, porque he intentado transmitirles esa responsabilidad durante todo el curso. Y los que viajaron a Mallorca eran buenos alumnos, no eran los díscolos ni los alocados. Puedo entender a los padres, pero también sé muy bien lo que yo hubiera hecho de encontrarme en el lugar de las familias.

-En un momento de la carta les recrimina que puede entender que no hayan asimilado el carpe diem de Garcilaso, pero no las normas sanitarias de la covid tanto tiempo practicadas durante el curso

-Sí, ese respeto con el prójimo, ese saber estar en armonía y responsabilidad con todo lo que nos rodea.

-¿Qué ha sentido al ver su carta, el texto que escribió, publicado en medios de comunicación o corriendo por las redes sociales sin citar su autoría en ningún momento?

-Mi primera reacción ha sido de enfado. Pero también soy muy racional y analítica. Como escritora entiendo la importancia de la propiedad intelectual, que no se puede robar un texto ajeno sin más. Supone una actitud deshonesta. Tampoco me ha gustado que se utilizara un texto personal para apoyar argumentaciones determinadas en contra de la irresponsabilidad de los alumnos. Pero a la vez reconozco que todo se ha desbocado. Mi propio marido me ha enviado la carta por WhatsApp con el comentario: "Mira qué carta más buena, podrías haberla escrito tú". No es la primera vez que me ocurre algo así cuando publico en Facebook. A veces no son textos completos lo que copian, son metáforas, frases o ideas que alguien replica como si fueran suyas. Es el riesgo de publicar en redes sociales, aunque a la vez tengo una comunidad de personas que me sigue y me aporta cosas muy bonitas y positivas.

-¿Le llega antes la vocación por la literatura o por la docencia ?

-En mi caso llegaron las dos la vez, a los quince años. Descubrí que tenía mucha facilidad para escribir y también para explicar las cosas. Y a los 17 gané mi primer premio literario. Escribo narrativa, especialmente cuento corto, y también poesía. La literatura para mí es un espacio de desahogo. Las satisfacciones te llegan por las personas que se identifican con lo que escribes. Al fin y al cabo, los escritores también publicamos para que nos quieran. Aunque muchas veces las interpretaciones del lector, sobre todo en poesía, puedan alejarse muchísimo del significado original que quisiste imprimir al texto. (Marta Marco Alario ha publicado obras como El libro de los estorninos, Heredarás esparto y otros relatos o Las flores y el yelmo, entre otras obras).

-Enseñar Lengua y Literatura a generaciones marcadas por la cultura audiovisual y no por la escrita no debe de ser una tarea fácil, ¿verdad?

-Lengua española y Literatura ya no son dos asignaturas troncales, son una misma asignatura con solo cinco horas lectivas a la semana en primero y segundo de ESO, en el resto de cursos solo cuatro horas. Las Humanidades se han ido al carajo, hablando en plata. Hemos perdido presencia y los jóvenes estudiantes de hoy en día van perdiendo también habilidades para leer y escribir. En clase leemos juntos, acompaño en la lectura a los alumnos porque si les encargara leer en casa solos 'La Celestina' nadie lo haría. La mayoría de jóvenes no lee y sus padres tampoco lo hacen. Viven en casas sin libros. Tengo que inventarme ejercicios que les motiven, proponerles que busquen a cada personaje del texto de Fernando de Rojas un parangón actual, en el mismo barrio en el que viven, en su entorno. Y proponerles que adapten el lenguaje original al castellano más actual.

-Dicen que este curso que ha terminado ha sido el más duro para los profesores y los alumnos a consecuencia de la pandemia. ¿Se ha resentido el rendimiento académico de los estudiantes?

-Sí, incluso el de los alumnos más brillantes. Ha sido un año duro para todos. He tenido que aprender a utilizar medidores de oxígeno, movilizar al 112 por ataques de ansiedad de estudiantes y aprender a enfrentarme a este tipo de crisis. Lo que he podido hacer gracias a los sanitarios del centro de Las Garena, sobre todo a Álex y al resto de sus compañeros, incluidos los enfermeros. Además, todos los profesores hemos tenido que multiplicarnos para hacer frente a las horas lectivas y a la vez a las clases por videoconferencia para los que estaban en casa.