Los líderes políticos se dieron cita ayer ante el Congreso para conmemorar otro aniversario más de la Constitución. Pero, como manda la actualidad política que vive el país, tensa y polarizada, más lo hicieron de espaldas unos a otros que hombro con hombro. Todos se acusaron mutuamente de violentar el articulado de 1978.

El acto institucional, en la Puerta de los Leones, se coló como un cohete la revelación de que el rey emérito ha empezado los trámites a fin de presentar una declaración para regularizar su situación fiscal, adelantado por El País.

La noticia centró las preguntas (pocas) que se pudieron lanzar a los dirigentes políticos según iban llegando al acto de conmemoración del 42º aniversario de la Constitución. Este año, por razones sanitarias, la celebración se trasladó al exterior del Congreso de los Diputados.

Allí, en la escalinata frente a los leones, se colocó un atril en el que la presidenta de la Cámara baja, Meritxell Batet, pidió una lectura “integradora” de la Carta Magna y que los políticos no se traten como “enemigos”. No le hicieron caso ni el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ni el líder del PP, Pablo Casado, que se evitaron y ni siquiera se saludaron.

Uno de los primeros dirigentes en llegar al Congreso, el portavoz de Podemos, Pablo Echenique, aseguró que la revelación sobre Juan Carlos I supone “una confesión”. Pero, además, dijo que la Constitución está ahora “bajo el asedio” tanto de Vox como del PP, y que “no cabe otra salida” que reformar la ley para poder cumplir el mandato constitucional de renovar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).

Iván Espinosa de los Monteros (Vox) afirmó que el emérito tiene “el mismo derecho que los españoles a acogerse a la normativa fiscal” y no quiso hablar de las consecuencias de estas informaciones para la institución que ahora ostenta su hijo. Tampoco lo hizo el Partido Popular.

Tanto Casado como sus barones Isabel Díaz Ayuso (Madrid) y Alfonso Fernández-Mañueco (Castilla y León) valoraron el papel del emérito en la Transición y alabaron a Felipe VI, “figura esencial para la nación española”. Como ya es tradición, el PNV, ERC, Junts, Bildu, BNG y la CUP, que se añadió el año pasado, no participaron en el acto.

Por su parte, Sánchez habló ante la prensa brevemente también, pero solo quiso hacerlo de la Constitución, un instrumento clave en esta pandemia, dijo, porque recoge el estado de alarma en su artículo 116. “Nos ha dado 42 años de democracia, de libertades, de derechos, de concordia”, proclamó. Su defensa resultó poco creíble para el PP y Vox, que consideran que Sánchez ha metido “a los enemigos de la nación” dentro del Gobierno, en referencia a Podemos.

Corrillos con los periodistas hubo pocos por razones sanitarias. En la mayoría, los políticos abundaron en la necesidad de fijar cuanto antes las medidas para celebrar la Navidad y en uno se escuchó a un miembro del Gobierno quejarse de que los medios de comunicación han dado demasiada importancia al chat de exmilitares en el que algunos de sus miembros hacían alusión a un alzamiento militar. En la Moncloa los ven como “militares cadavéricos” y tienen “cero preocupación” por el contenido de la conversación.