Si las muertes diarias debidas al coronavirus pasan casi desapercibidas entre el debate sobre como vamos a celebrar la Navidad o cuando vamos a recibir la vacuna, las sumas totales nos recuerdan la enorme dimensión de la catástrofe. La segunda ola de pandemia, que iba a ser mucho más leve que la primera se ha cobrado ya 15.266 vidas en España, algo más de la mitad de que la primera. Como si poblaciones como La Garriga o Sant Carles de la Rápita se hubieran borrado del mapa con todos sus habitantes entre septiembre y noviembre.

La geografía autonómica de la mortalidad es bastante diferente a la de la primera. Aunque Madrid sigue a la cabeza, con 2.706 fallecidos, esta cifra está lejos de las 8.646 personas que perdieron la vida en esta región en la primera ola. Al contrario, cuatro autonomías superan ampliamente ya los decesos que registraron entonces: Andalucía (2.471 en la segunda), Aragón (1.369), Asturias (616) y Murcia (516).

Cataluña, que ocupaba la segunda plaza del luctuoso ránking se sitúa ahora en la quinta, con 1.229 fallecidos, tras Madrid, Andalucía, Castilla y León y Aragón.

Las cifras de las segunda ola va a subir aún más y podrían incluso llegar a aproximarse a los 29.266 fallecimientos ocurridos entre los meses de marzo y junio. Llevamos cuatro meses con incidencias altas y aún quedan dos o tres más por delante. Aunque expertos e instituciones estén advirtiendo ya de una posible tercera ola en enero o febrero, la segunda no solo no se ha superado sino que estamos en pleno pico en cuanto muertes se refiere.

Casi 300 muertes al día

En la semana estadística que se ha cerrado este viernes el Ministerio de Sanidad ha notificado 2.049 fallecidos, el máximo semanal de la segunda ola y una media diaria de 292 vidas perdidas y familias rotas. Las dos semanas anteriores, con 1.850 y 1.936, no fueron mucho mejores. La curva de las muertes se ha instalado en una especie de meseta de la que se resiste a bajar. No suele hacerlo hasta tres o cuatro semanas después de iniciarse el descenso de los contagios diagnosticados y aún falta otra semana para que se cumpla este último plazo. El 9 de noviembre se alcanzó el máximo de la incidencia de contagios, 529 casos por 100.000 habitantes a 14 días.

Aunque los retrasos en las notificaciones (muy notables en el caso de los fallecidos) pueden influir también en la tardanza en trasladar la reducción de la transmisión a los fallecidos, será clave lo que ocurra las dos próximas semanas. Lo previsible es que las cifras empiecen a bajar pero no de modo acelerado, porque tampoco lo están haciendo los contagios.

Medidas más laxas, más muertes

"Nos vamos a aproximar mucho a las cifras de la primera ola. El hecho de que arrastremos durante mucho tiempo incidencias muy altas al no haber aplicado medidas más drásticas, como los confinamientos domiciliarios que han reclamado sin éxito algunas autonomías, tiene como principal efecto colateral la alta mortalidad que estamos viendo. La epidemia se ha cronificado y el resultado son más hospitalizados y más fallecidos", advierte Daniel López Acuña, exdirector de Emergencias de la OMS.

Dos de las autonomías con una situación peor en la segunda ola, Asturias y Castilla y León pidieron poder aplicar un cierre domiciliario estricto.

El investigador del grupo Biocomsc (biología computacional y sistemas complejos) de la UPC, Daniel López Codina, corrobora que el goteo de muertes va a seguir en las próximas semanas pero duda de que se alcancen las cotas de la primera ola. "Depende de si logramos mantener la actual tendencia a la baja de los contagios. En varios países europeos ya se ha detectado estancamientos o repuntes. Dependerá mucho de cómo lleguemos a la Navidad y de lo que hagamos durante la misma", señala.

Letalidad mucho menor

La letalidad es muy inferior a la de la primera ola, especialmente porque ahora se detectan mucho más casos, aunque también influye el mayor conocimiento de la enfermedad y la situación más desahogada de los servicios sanitarios. Por cada 100 contagios detectados se produjeron 12 muertes en primavera y ahora la cifra ha bajado a 1.

Que ahora se esté manejando mucho mejor a los pacientes y aún estemos con cifras de muertes tan acusadas es para Codina "una muestra de que la incidencia está siendo muy alta durante demasiado tiempo".

Las cifras de Sanidad

Las cifras utilizadas en esta información y en los gráficos se ciñen estrictamente a las publicadas por el Ministerio de Sanidad y a las actualizaciones periódicas efectuadas por el Instituto de Salud Carlos III, ambas basadas en los datos de fallecidos con covid confirmados a través de PRC. Las cifras no cuadran con las hechas públicas por la mayoría de comunidades porque algunas de estas incluyen también casos sospechosos no diagnósticados o incluso el exceso de mortalidad como en el caso de Cataluña, pero son las únicas utilizables para efectuar comparaciones homogéneas en el conjunto de España.

Las muertes por covid son con toda seguridad más altas que las registradas oficialmente, especialmente en la primera ola. La falta de tests impidió detectar muchas de ellas y la única herramienta de que se dispone para aproximarse al impacto real es el denominado exceso de mortalidad sobre la que se espera para un determinado periodo.

Un exceso de 8.000 muertes

Los datos más recientes proporcionados por el Instituto nacional de Estadística (INE) estiman en 23.144 muertes más de las esperadas las ocurridas desde el pasado 1 de julio. Serían una 8.000 más de las que el ministerio atribuye al coronavirus. Una parte serán muertes directas por covid. Cada vez menos porque hay menos casos de enfermos a los que no se haga la prueba. Las otras muertes serán indirectas, causadas por otras dolencias a las que no se ha podido atender correctamente por la saturación de los hospitales. Y en último lugar estará la variabilidad natural de cada año. Qué cuota corresponde a cada bloque es muy difícil de saber, a falta de estudios más profundos.