Quienes critican a Isabel Díaz Ayuso con argumentos sobrados olvidan que se ha convertido en la interlocutora predilecta de Pedro Sánchez, y por tanto en la auténtica jefa de la oposición, con Pablo Casado pugnando por colar una frase como comparsa del debate entre los dos presidentes auténticos de Madrid. La pandemia también es una cuestión secundaria de la pugna por el protagonismo, aunque se dispute en principio a vida o muerte.

La maraña legislativa de imposible cumplimiento que prolifera en Madrid sería tolerable si Ayuso y Sánchez se dedicaran menos a confinar y más a confinarse. El primer indicio de credibilidad de una restricción consiste en aplicársela a uno mismo. En cambio, los presidentes de Madrid son médicos que ordenan a sus pacientes que dejen de fumar con un cigarrillo en los labios.

El propio Sánchez, residente en Madrid, ha confinado la capital desde Cataluña, adonde se ha desplazado en un trayecto que desaconseja a sus vecinos y que lo convierte, dada su numerosa comitiva, en un riesgo epidemiológico. En cuanto a la visita del Rey, también vecino de la capital, a Barcelona ha exhibido los motivos que recomiendan que el Jefe de Estado no visite Barcelona.

Felipe VI ha sugerido en Barcelona que "demostremos una imagen de unidad que proporcione un entorno estable para las empresas". Este manifiesto unitario se produce en ausencia de las autoridades catalanas, y mientras Madrid y Madrid se arrojan el estado de alarma a la cabeza. Los participantes en el sainete harían bien en repasar el núcleo del auto del Tribunal Superior de la capital, donde se denuncia "una injerencia de los poderes públicos en los derechos fundamentales de los ciudadanos sin habilitación legal que la ampare".

La alarma no es la solución, crece la oposición de los científicos ortodoxos a un confinamiento no selectivo que tiene efectos devastadores sobre lo jóvenes, con un riesgo de fallecimiento mil veces inferior a los ancianos de la tribu. Por tanto, la guerra de los madriles solo exterioriza que el Estado alarmante de la política nacional supera en gravedad a los embates sucesivos de la pandemia. Y conste que la Sanidad es política pura, ¿o hay algún Gobierno mundial sin ministerio del ramo?

En su pasión higienista, los confinadores no confinados ocultan las declaraciones de María Neira, directora de Salud Pública de la OMS, conjugando a la vez que España tiene las medidas más restrictivas contra la covid y los peores resultados de propagación del virus. De paso, la experta descarta las supersticiones de que la transmisión intrafamiliar o el comportamiento de los jóvenes explique la crecida, dentro de la socorrida teoría de los españoles fundidos en un abrazo perpetuo que precisamente viene desmentida por las querellas entre el presidente del Gobierno y la jefa de la oposición.

La universidad de Cambridge ya concluyó en la primera temporada del coronavirus que España había padecido el confinamiento más radical, compatible con la peor gestión de la pandemia. Para quienes insistan contra toda evidencia en que se asiste al combate contra el coronavirus, el peor consuelo es la propagación desbocada en países vecinos, ya se trate de Francia, Italia, Alemania o Grecia.