Se cuentan con los dedos de una mano las intervenciones públicas de Iván Redondo, llamativo en alguien que más allá de ser el jefe de gabinete del presidente del Gobierno y la voz que más escucha Pedro Sánchez, es una de las figuras con mayor capacidad de influencia en el devenir del país. Tiene mérito que tanto poder haya logrado mantenerse esquivo al escrutinio público. El pasado jueves, sin embargo, su condición añadida de secretario de la Comisión de Seguridad le obligaba a comparecer en el Senado, brindando ocasión de observarle bajo los focos: allí Redondo, en la línea estratégica marcada para el conjunto del Ejecutivo, defendió un 'reseteo' de la legislatura después de haber sufrido la crisis del coronavirus, en la que los acuerdos que se adopten sean más amplios de lo previsible hace unos meses y las prioridades pasen por la reconstrucción y la prevención de rebrotes.

Precisamente la "construcción" del camino que el país deba recorrer no en los próximos años, sino seguramente en décadas, era una de las principales tareas que Sánchez le había encomendado, entre muchas otras, a su principal asesor antes de imaginar, siquiera, que un virus letal iba a echar un pulso semejante al mundo. Sin que España haya sido una excepción. Redondo recibió el encargo que crear la 'Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia de País a Largo Plazo', aunque pocos lo recuerden ahora.

Por eso es sumamente relevante para él, con un plus por encima de otros miembros del Gobierno, que la Comisión de Reconstrucción creada en las Cortes para buscar soluciones ante la crisis del coronavirus tenga éxito ahora, en su recta final: es la prueba del algodón a una parte de la estrategia presente que él mismo ha impulsado (junto a algunos otros) desde La Moncloa, basada en abrir los pactos más allá de los socios de investidura, pero intentando no erosionarlos en demasía tampoco. Y, además, será sin duda la base sobre la que tenga que asentarse el desarrollo de la Oficina Nacional que debe apadrinar.

Puesta en escena

Con este contexto puede seguramente entenderse algo mejor la forma en que Redondo mide sus escasísimas apariciones públicas. En alguien que sabe que los hilos decisivos no se mueven a la vista, sino entre bambalinas, no es de extrañar que gaste una puesta en escena discreta, más cercana a la del funcionario eficiente y prudente que a la del político con gancho. Muestra de esa forma de hacer dejó el jueves en la Cámara Alta. En su alocución, el spin doctor monclovita se mostró como un fiel servidor público que llegaba a las Cortes a cumplir con el encargo otorgado, no a dar titulares ni montar numeritos, pese al ambiente político de las semanas previas.

Su hábitat es otro, y no lo disimula. También su performance dista mucho de ser la de un político que necesitado de seducir a su secretario de organización o defenderse a capa y espada de las críticas que le llueven a diario (no siempre desde fuera de las fronteras gubernamentales). Esa actitud le lleva a tomarse ciertas licencias, como llegar a una comisión y leer durante 50 minutos, y a gran velocidad, el largo informe sobre seguridad nacional que llevaba en su portafolios, siempre con tono plano y monocorde. La reacción era previsble: Adolfo Suárez Illana, del PP, se removía en su sillón para no dormirse y el senador de Cs, Francisco Javier Alegre, le llamó la atención: "¡Le recuerdo que sabemos leer!". Redondo no varió por ello la táctica decidida y solo levantó la vista, en varias ocasiones, para cruzarse la mirada con Iván Espinosa de los Monteros, de Vox, como si tuviera claro cuál era el enemigo a inmovilizar antes de que fuera demasiado tarde.

Pactos también en seguridad

En el turno de respuestas, Redondo se liberó ya del papel del opositor y contestó con cintura, cordialidad y mayor gestualidad. Agradeció el tono de las comparecencias, tendió la mano a la oposición y defendió a capa y escapa, a la vez, la coalición con Pablo Iglesias. Repitió hasta la saciedad la palabra "humildad" y defendió la gestión que el Gobierno en la pandemia, ante un buen puñado de reproches ajenos. No en vano el principal asesor de Sánchez, además de jugársela un poquito más que el resto con los acuerdos sobre la reconstrucción, debe lograr el equilibrio entre los pactos ya firmados, los que garantizan la supervivencia gubernamental, y los que estén por venir: los que puedan otorgarle más resistencia en aguas de la geometría variable.

Estos años atrás, a Redondo le ha perseguido la etiqueta de personaje escurridizo y taimado, más dado a las sombras que a los movimientos a la vista, pero esa imagen parece tener los días contados. En su encuentro de este miércoles ante 25 diputados y senadores, ofreció su teléfono móvil a los asistentes y a comparecer "cuantas veces sean necesarias". Ténganse en cuenta que sorprendió invitando a pactar también, en esta nueva etapa, la estrategia nacional de seguridad para el 2021, marcada por la amenaza global que supone la Covid. Eso sí, quiso dejar claras sus limitaciones (formales): "Yo al final soy un asesor. No aspiro a tomar ninguna decisión, sino a hacer recomendaciones".