El guardia urbano de Barcelona Albert López, acusado de asesinar junto a su amante Rosa Peral al novio de ella, Pedro Rodríguez, ha admitido este viernes que encubrió el crimen por "lealtad ciega" hacia la procesada, a la que amaba con "absoluta locura": "A veces el amor te hace hacer tonterías".

Así lo ha declarado ante un jurado popular de la Audiencia de Barcelona durante el interrogatorio de cuatro horas al que lo ha sometido el fiscal Félix Martín, que lo ha confrontado con la muerte de Pedro en mayo de 2017, cuyos restos fueron hallados en un vehículo calcinado abandonado en el pantano de Foix.

Albert ha sido el último en sentarse en el banquillo de los acusados después de que esta mañana terminara el turno de Rosa y lo ha hecho en una vista a puerta cerrada a la que únicamente han podido asistir los familiares de las partes.

Su inusitada altanería, que a ratos se ha traducido en una actitud desafiante, ha llevado al Ministerio Público a advertirle de que "no le dirija el interrogatorio", a lo que el acusado ha lanzado: "No se preocupe, que se va a llevar usted más sorpresas de las que me voy a llevar yo".

Albert, que únicamente se ha referido a Rosa como "esta señora", ha explicado que ambos mantenían una "relación sentimental" que "no era al uso" porque ella estaba casada con otra persona, un factor que a él, ha aseverado, no le importaba porque le "iba bien".

Tal como ha relatado, mientras estuvieron juntos, él la amó con "absoluta locura", por lo que la noche de los hechos, cuando Rosa lo llamó pidiendo auxilio, acabó accediendo por "lealtad ciega": "He perdido mi trabajo y mi vida por darle encubrimiento. Es algo que ni yo entiendo. Me lo pregunto cada día desde hace tres años".

Ha narrado así que la madrugada del crimen Rosa lo llamó "llorando y chillando" y le contó que había matado a Pedro, pero no se lo creyó, a pesar de que, ha admitido, "por el tono de voz y la manera de expresarse era bastante creíble".

"Fruto del shock lo que hago es no creérmelo e intento desvincularme de la situación", ha dicho antes de explicar se marchó a casa pero, al no poder conciliar el sueño, acabó por acudir al domicilio de Rosa alrededor de las tres de la mañana.

No la avisó de que iba porque -ha asegurado- pensaba que por entonces ya habría llamado a la policía, pero al no ver nada saltó la valla por si Pedro "todavía estaba vivo".

A partir de entonces, ha recalcado, pasó "a ser un zombi y un mero espectador de todo a participar activamente".

"Ella estaba de rodillas en el balcón e instintivamente salté. Iba descalza y con el pelo largo recién duchada. Estaba ida", ha continuado para agregar que se encontró con el rottweiler de Rosa que no lo atacó aunque apenas lo conocía.

Una vez allí, Rosa rompió a llorar y le confesó que Pedro la había cogido por el cuello delante de sus hijas y que "se le había ido la mano".

"Me dijo que en un descuido o le pega un golpe o un tiro", una versión que le ha valido la reprimenda del fiscal, pues es la primera vez en cinco declaraciones que pone sobre la mesa la posibilidad de que la víctima hubiera muerto por una bala.

"¿Y eso? ¿Sorpresa?", ha ironizado Martín, a quien Albert, afectado y con voz rota, le ha contestado: "No esperaba que esta señora hablara como ha hablado de mí y dijera esas barbaridades".

De hecho, el procesado ha reconocido también por primera vez que su objetivo era "reactivar la chispa" con Rosa, a quien regaló un anillo para que volvieran a patrullar juntos y "chinchar" a Pedro pero ha negado que fuera capaz de matar por ese amor.

Con todo, la soltura, chulería y desparpajo iniciales se han ido diluyendo a medida que sus coartadas han perdido solidez y ha puesto en tela de juicio muchas declaraciones de testigos, como la de un compañero suyo a quien supuestamente preguntó cómo deshacerse de un cadáver.